Desigualdad

Mileva Marić, la científica a la sombra de Einstein

Marić pasó a la historia como la primera esposa de Einstein, pero ella misma era científica. La historiografía se pregunta ahora por la importancia de su trabajo en el de su marido.

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30
octubre
2024

«¿Cómo es que nunca había oído hablar de esta mujer?». Eso era lo que se preguntaba la escritora Marie Benedict hace unos años como le contaba tiempo después a The New York Times la primera vez que se cruzó con la biografía de Mileva Marić, la primera mujer de Albert Einstein. Es la historia de una mujer que vivió «este increíble ascenso», como resume la escritora, desde un pueblo balcánico hasta ser una de las primeras mujeres que estudió Física en Europa.

La novela de Benedict (que en España ha sido traducida como A la sombra de Einstein por Planeta) fue uno de los primeros productos de la cultura popular que ayudaron a visibilizar a esta científica, pero lo cierto es que la pregunta que se hizo Benedict es una que llevan haciéndose ya desde hace mucho tiempo en la historiografía de la ciencia. ¿Qué llevó a Marić a quedarse perdida en las sombras de la historia? Y, sobre todo, ¿estamos delante de uno de tantos efectos Matilda?

Marić nació en Titel, ahora un municipio rural serbio y entonces parte de Austria-Hungría, en 1875. Desde pequeña mostró grandes capacidades para las matemáticas y su padre incentivó que continuase sus estudios. Así, fue al instituto y luego a la universidad. En 1896 empezó sus estudios primero en la universidad de Zurich y luego en la prestigiosa Escuela Politécnica Federal de la ciudad. Era una de las pocas mujeres que estudiaban allí.

No se llegó a licenciar, aunque era una estudiante brillante (como demuestra su currículo hasta entonces). El por qué está muy vinculado con la relación con Einstein: eran compañeros de clase, empezaron una relación sentimental y Marić se quedó embarazada en 1901. Si para Einstein esto no tuvo un impacto en su carrera, no ocurrió lo mismo para ella. Primero, porque posiblemente el malestar de los primeros meses de embarazo y la tensión de estar embarazada en un momento en el que eso tenía repercusiones sociales afectaron a su rendimiento y le llevaron a suspender el examen final. Segundo, porque tuvo que dejar Zúrich para volver a Serbia, donde nació en 1902 Lieserl.

Si para Einstein  esto [el embarazo de Marić] no tuvo un impacto en su carrera, no ocurrió lo mismo para ella

La suerte de la pequeña Lieserl es algo que todavía hoy despierta conjeturas entre quienes escriben las biografías de sus padres. Lo más probable es que muriese cuando no tenía ni dos años de escarlatina, aunque quizás este era el plan impulsado por la familia fuese adoptada por terceros para ocultar que Marić y Einstein habían tenido una hija sin estar casados (existe una carta viral de Einstein a su hija: es un bulo, de hecho y más bien, Einstein se desentendió de Lieserl).

Marić volvió a Suiza, donde ella y Einstein se casaron en 1903 en Berna (él había encontrado un trabajo en la oficina de patentes en esa ciudad) y tuvieron dos hijos más, Hans Albert, en 1904, y Eduard, en 1910. La biografía de la familia estuvo conectada a los movimientos profesionales de Einstein, al menos hasta que en 1914 –y cuando ya vivían en Berlín– él rompió la relación (mantenía, a todas luces, ya una con su prima, Elsa, con quien se acabará casando tras divorciarse de Marić en 1919) y la pareja comenzó a vivir en ciudades distintas.

Marić y sus dos hijos se fueron a vivir a Zúrich. Entonces, la relación con la ciencia de Mileva Marić se limitaba a las clases particulares que daba a escolares sobre esas materias para completar la escasa pensión que le pasaba Einstein y mantener a sus dos hijos. Las que siguieron fueron décadas de problemas médicos, tanto de la propia Marić como de Eduard, que fue diagnosticado con esquizofrenia cuando tenía 21 años (aunque el diagnóstico a esa edad no implica que antes no hubiese tenido problemas de salud mental, que los tuvo) y se pasó el resto de su vida en sanatorios mentales o bajo el cuidado de su madre. Mileva Marić murió en 1948 en Suiza.

Pero si ahora estamos hablando de ella y si ha despertado el interés de novelistas, biógrafas y medios de comunicación no es tanto por esta parte de su biografía como por la parte científica. El gran debate es, y ya desde las décadas finales del siglo XX, qué papel tuvo ella en la investigación científica que convirtió a su marido en Einstein.

La científica olvidada

«Aunque trabajaban juntos en las teorías de Albert pronto Mileva fue consciente de que los méritos se le atribuían exclusivamente a él», escribe Slavenka Drakulić en Mileva Einstein, teoría de la tristeza, la novela en la que explora esta figura y que acaba de publicar GalaxiaGutenberg en castellano. Marić era quien se encargaba de los cálculos matemáticos (su marido no era exactamente bueno en ese terreno, recuerda la novela), la que se seguía produciendo papers para que Einstein pudiese publicar en revistas científicas a pesar de que su trabajo en la oficina de patentes no le dejaba tiempo para hacerlo (firmados siempre con el nombre de él y nunca con el de ella) o con quien debatía de los grandes temas científicos cuando llegaba a casa.

A diferencia de otras relaciones parecidas que Einstein mantuvo con otros científicos (hombres) que ayudaron en sus investigaciones y a los que reconoció su mérito e importancia en diferentes momentos, Einstein no lo hizo con Mileva Marić. El rastro documental algo de lo que ya habla un artículo de The Economist de hace más de 30 años muestra, sin embargo, que en privado Einstein hablaba de «nuestro trabajo» y que los contemporáneos de la pareja eran conscientes del papel de ella.

Aunque Einstein nunca reconció el mérito de Marić, en privado Einstein hablaba de «nuestro trabajo»

Einstein era brillante, cierto, pero su trabajo no ocurría en un vacío. Necesitaba del apoyo del trabajo de otras personas y el de Mileva Marić podría ser una parte importante e invisible de ello. Cuando el científico tuvo su gran año maravilloso de descubrimientos (1905), todavía convivía con Marić.

Después está la cuestión económica: en el acuerdo de divorcio, Einstein había aceptado que en caso de que ganase el Nobel la totalidad del premio económico iría para Mileva Marić. ¿Fue una manera de sacársela de encima con algo que pensaba que no iba a pasar y divorciarse de una vez por todas, como cree la Marić ficcionada de Drakulić? ¿O fue quizás sentimiento de culpa, como quien ve los hechos desde el presente no puede dejar de preguntarse?

Los análisis más recientes evidencian que la carrera de Marić se vio frustrada por la doble carga laboral (ella era quien se tenía que encargar de que todo en la casa funcionase correctamente y de que Einstein tuviese espacio para su propio trabajo, así que no tenía espacio para crear ella), por las expectativas sociales sobre lo que debe ser una madre y una esposa y por la sombra alargada de estar casada con un científico.

En ninguno de estos puntos está sola. Clara Immerwahr, otra científica de la época (y amiga, como cuenta la novela de Drakulić, de Marić) se suicidó en 1915: posiblemente lo hizo porque su identidad como científica se había ido quedando borrada desde que se había casado con otro científico, Fritz Haber. Las científicas de hace 100 años eran constantemente invisibilizadas. Le pasó hasta a Marie Curie, de quien hoy nadie dudaría que es uno de los nombres más importantes de la ciencia. La Academia Sueca no le iba a dar su primer premio Nobel, sino que se lo iba a entregar solo a su marido (quien protestó ante semejante sinsentido).

 

 

 

 

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