Cultura

Kintsugi: el arte de la imperfección

Esta técnica originaria de Japón pone en valor la historia única de cada objeto y la belleza que se desprende de las grietas del pasado.

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23
octubre
2024

Valorar las heridas del pasado como parte del proceso natural de la vida; permitirnos mostrar todas las experiencias, lo que nos ha fracturado, sin pretender esconder ningún aspecto. Esta metáfora es la que está detrás el kintsugi, una técnica artística japonesa que consiste en reparar objetos de cerámica rotos con oro líquido o platino, con la intención de resaltar el pasado del objeto sin ocultar que ha tenido daños.

Se vincula con el principio de wabi-sabi, que se traduciría como la capacidad de encontrar la belleza en lo deteriorado, lo que no es impoluto. Y es que, a fin de cuentas, lo que el kintsugi pone de manifiesto en la unicidad de cada ser, su diversidad y heterogeneidad. Historias únicas que nunca van a ser perfectas, porque la vida raras veces lo es. Reconstruir los objetos, repararlos, permitirles una forma parecida a la original pero con las grietas doradas visibles les otorga una belleza mayor a la que tenían inicialmente. Esta técnica también se vincula con los sentimientos de mottainaia –lamentos por las pérdidas– y de mushina –aceptación del cambio–.

Aunque su historia no está del todo clara, la mayoría de los relatos apuestan por que el kintsugi nació en el siglo XV, cuando el shogun, líder del gobierno japonés, Ashikaga Yoshimasa envió a reparar a China su taza de té rota. El resultado no le satisfizo, pues el arreglo apenas incluía unas grapas de metal. El gremio de artesanos tuvo que inventar entonces otra forma de reparación que resultara más agradable a la vista. Y dieron con esta técnica, aunque lo que descubrieron fue la belleza de la cicatriz.

El arte de la imperfección se ha popularizado y actualmente cobra una destacada importancia. Si en Occidente se ha extendido la idea de desechar lo roto, de tirar a la basura lo que carece de alguna pieza, la cultura oriental apuesta por integrarlo y hacer de ello algo más valioso.

La idea de esta técnica artística es resaltar el pasado del objeto sin ocultar los daños

Por supuesto, no estamos hablando únicamente del terreno material. El kintsugi tiene también su reflejo en la salud emocional y habla de la resiliencia, de la capacidad de sobreponerse a situaciones límite y llegar a un punto de superación y mejora. La metáfora se extrapola a todas esas situaciones que han provocado una herida profunda y de las que, finalmente, logramos salir con más fuerza y con un aprendizaje para el futuro.

«Estás hecha añicos, como un objeto roto, que se ha estrellado contra el suelo. Sea cual sea la prueba a la que te enfrentas, sea física o psicológica, te da la impresión de que es imposible de superar. Que nunca vas a levantar cabeza. Que nunca volverás a ser como antes. Y es verdad: nunca volverás a ser como antes, en efecto. Pero ¡para bien! Se trata de una prueba iniciática. Piensa en el presente como el comienzo de un largo proceso de reconstrucción. Sí, será doloroso. Sí, será difícil. Sí, será largo. ¿Por qué negarlo? Pero también esto pasará». Estas palabras dan comienzo al libro Kintsugi. El arte de la resiliencia, de Céline Santini.

Sin embargo, y aunque el concepto apunte a loables intenciones, en los últimos años se ha popularizado de tal manera que no ha quedado exento de críticas que plantean distintos cuestionamientos. ¿Podemos hablar de la misma resiliencia cuando las personas parten de lugares materiales, familiares y socioeconómicos dispares, cuando la vulnerabilidad acecha? ¿No estaríamos apelando también a una utópica igualdad social en esta «reconstrucción»? ¿Estaríamos llevando de nuevo la responsabilidad a las personas, a nivel individual, de mantener la fortaleza tras la caída?

Al igual que para reparar el cuenco o taza de cerámica se necesita el material y la destreza para ello, también para reparar los cimientos deteriorados de nuestro interior precisamos recursos internos y externos que nos lo permitan. Quizás, a fin de cuentas, todo se trate de eso: buscar entre las rocas para hacernos con el oro.

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