Pensamiento

«Necesitamos tiempo libre para una vida que merezca la pena»

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17
septiembre
2024

Si Marcel Proust siguiera vivo es probable que pensara que «el tiempo es una herida de la que no se vuelve» no solo es una frase bella, sino cierta. Y también es probable que se viera reflejado en las páginas del nuevo libro de la escritora Clara Ramas (Madrid, 1986). En una época en la que el futuro parece cancelado y algunos presentan el pasado como la única forma de refundar la estabilidad y el orden, Ramas, exdiputada en la Asamblea de Madrid, advierte de los peligros de una melancolía que avanza entre quienes pretenden apuntalar modelos reaccionarios. En ‘El tiempo perdido’ (Arpa, 2024), la profesora de Filosofía e investigadora de la Universidad Complutense invita a «recobrar el tiempo perdido», que no es uno al que tengamos que volver, sino uno que todavía no existe y podemos desear y construir.


Afirma que vivimos tiempos crepusculares y, sin embargo, siempre ha existido esa sensación de pérdida del pasado. ¿Dónde se ve reflejada la reacción melancólica?

Fue primero una intuición estética. Cada vez veía más productos culturales que hablaban del fin de los tiempos, pero también factores políticos que favorecen este tono apocalíptico. En la política española hay corrientes melancólicas tanto en la izquierda como en la derecha. Creer que solo el bipartidismo y los consensos son capaces de generar estabilidad es una reacción melancólica. Estamos agotando algunas posibilidades civilizatorias, llevando la tecnología muy lejos y encaminándonos hacia una situación límite de crisis climática, con estallidos como los de la pandemia. La humanidad ha convivido siempre con esa sensación de pérdida del pasado, pero ahora se ha precipitado más fuerte la reacción melancólica para salvarnos del mundo acelerado capitalista. Para aliviar lo que el capitalismo destruye, surgen voces autoritarias que plantean el regreso al pasado como única solución.

«Creer que solo el bipartidismo y los consensos son capaces de generar estabilidad es una reacción melancólica»

Menciona cómo en el mundo capitalista hay desubicación y malestar, pero todos seguimos funcionando. ¿Aparentar se ha vuelto una necesidad?

Hay una especie de performance que todos alimentamos. Marx utilizaba la metáfora de las piezas de una máquina, somos actores de un engranaje que hacen su tarea para que la máquina siga funcionando. El problema es que las condiciones del capitalismo acelerado hacen que nunca podamos decidir hacia dónde va la máquina, o por qué se mueve así. Ahora asumimos esa sensación de que la máquina va sola, nos gobierna y nunca tenemos tiempo para decir si nos gusta cómo se mueve. Aunque no se discuta este mal funcionamiento, aflora en los cuerpos como síntoma en forma de malestar cotidiano y de problemas de salud mental.

El tiempo perdido es un título proustiano. ¿Cree que es una utopía intentar alcanzar esos paraísos perdidos?

Proust piensa que la vida tendrá un sentido pleno cuando encuentre el amor, o cuando encuentre una labor política, o cuando encuentre buenas relaciones de amistad. Va recorriendo todas las posibilidades a lo largo de los siete volúmenes hasta que se da cuenta de que lo único que puede hacer es escribirlo, contarlo. Esa idea me parecía potente, porque hoy todos estamos a la busca de ese tiempo perdido y de eso se aprovechan los melancólicos para emitir cierres en falso. Estos melancólicos nos hacen creer que, si encuentras una patria, un dios o una familia, se cierra tu herida, pero lo cierto es que no hay ninguna ideología política ni ningún valor moral que pueda zanjar esa tarea. Proyectar un horizonte y darle sentido a la vida es algo que hay que negociar y dialogar en común constantemente.

«Estos melancólicos nos hacen creer que, si encuentras una patria, un dios o una familia, se cierra tu herida»

¿Considera entonces que el lenguaje es lo único que construye la realidad y le da un sentido?

El lenguaje es aquello que nos permite proyectar algo que no ha existido nunca, o hablar de un ideal de justicia, aunque no lo apliquemos en la vida real. Todos estamos en una situación de pérdida, en mayor o menor medida, y todos somos injustos, pero el lenguaje permite reducir esa distancia entre la realidad y lo simbólico, o entre el ser y el deber ser. En el libro cito un pasaje de Mateo donde dice que el ser humano es aquel que no encuentra un lugar para reposar su cabeza, no tiene una guarida. Pero el hecho de tener lenguaje nos permite inventarnos respuestas ante eso, nos imposibilita depender de una realidad cerrada y para siempre. Proyectar horizontes a través del lenguaje también es una forma de no caer en el resentimiento, te ofrece la posibilidad de inventar tus propias respuestas.

 El resentimiento hacia los cambios favorece a veces posturas conservadoras. ¿Observa una brecha generacional en esto?

Lo que percibo es mucho malestar y angustia existencial, viven con preocupación la crisis climática, la precariedad laboral y los problemas de salud mental. Hay datos de la radicalización de los hombres jóvenes respecto al feminismo, pero también una hegemonía del apoyo de las identidades LGTBI que antes no existía. Tener identidades no binarias ahora es algo normal. Uno de los mayores privilegios de ser profesora es poder ver estos cambios y observar que empieza un ciclo diferente que no sé hacia dónde nos llevará. Ellos también tienen que hacer su propia ruptura respecto a los que nos politizamos en el 15-M.

Es una generación que ha nacido con las redes sociales y cuyo activismo también se dirime en ellas.

La tecnología es casi un apéndice de nosotros mismos y tiene una gran influencia en el tipo de ideas y de conexiones políticas que establecemos después. No solo influye en la política y el activismo, determina nuestro modo de relacionarnos y de existir. Esta es una época muy individualista y de soledad, más de lo que pensamos o queremos reconocer. La gente sigue buscando nuevas formas de comunidad y todo el peso de las redes sociales tiene que ver con eso. Cuando cientos de personas desconocidas comentan en el muro de alguna influencer a la que nunca han visto, están buscando algún tipo de feedback. Me alucina cuando veo a tantas personas desconocidas respondiéndose entre ellas, a veces con mucha agresividad. Este tipo de situaciones habla de un tipo de soledad muy profunda que es, aunque parezca paradójico, totalmente compatible con la hiperconexión.

«Proyectar horizontes a través del lenguaje también es una forma de no caer en el resentimiento»

Sostiene que los más jóvenes carecen de la noción de futuro, asumen la inestabilidad y la incertidumbre como lo único que han conocido. ¿Es más fácil así proyectar soluciones y no recrearse en volver al pasado?

Quizá suena paradójico, pero cuando tienes poca esperanza respecto al futuro puedes plantear unas preguntas de una manera más radical y soñar con futuros que no han existido nunca en el pasado. Me preocupa ver cómo una parte de la izquierda cree que la única respuesta es volver a identidades de resistencia. Cuando uno da todo su tiempo de vida al capitalismo y recibe a cambio ansiedad y falta de horizontes, debe cuestionar el trabajo asalariado, el modelo de acumulación o el trabajo de reproducción sin caer en posturas melancólicas.

Si uno mira los datos, hay motivos para que haya cierta melancolía y rabia entre los jóvenes.

La rabia y la indignación contra la precariedad es comprensible, pero lo decisivo es cómo se politiza. Hay indicadores preocupantes como el paro juvenil, el precio de la vivienda y la salud mental, pero hay que ser honestos y mirar las causas del problema, ver lo que está generando esas malas condiciones de vida. Claro que vivimos peor que nuestros padres en muchos aspectos, pero la solución no puede ser volver al capitalismo fordista del bienestar de los años 60. Los problemas del siglo XXI no se pueden solucionar así, es poco ambicioso. Hace falta una mirada que vaya más allá de reproducir lo que ya fue o echarle la culpa al feminismo, a las personas migrantes y LGTBI.

Hay brechas importantes en el feminismo. ¿Actualmente estamos en un momento de repliegue?

Estamos viviendo una reacción fuerte, pero es que el avance en los últimos años ha sido enorme. Hay cuestiones sobre la mesa que antes no estaban y hay pensadoras feministas que con estas cuestiones nuevas tienen la mirada estrecha y prefieren coincidir con posiciones de derechas en lugar de tratar de comprender por qué temas como el del género no son un problema, sino una fuente de alianzas. Es un error negarse a considerar a las personas trans como parte de la lucha feminista. Me parece problemático que algunas posiciones sean instrumentalizadas por la derecha y por la extrema derecha para patrimonializar el feminismo.

«Hace falta una mirada que vaya más allá de reproducir lo que ya fue»

Hay críticas que afirman que el feminismo no alcanza a interpelar a los hombres. ¿Se ha perdido capacidad de ensanche del movimiento?

Muchos hombres se han sentido ofendidos por el feminismo desde el minuto uno porque pierden privilegios. Steve Bannon decía que desde que el feminismo está en la agenda, vamos a tener que cambiar 10.000 años de organización de la sociedad en Occidente, y es exactamente así. Los cambios requieren esfuerzo y estamos en un momento de transición donde el modelo tradicional de machote ya queda caduco, pero adaptarse al perfil de hombre nuevo deconstruido no es tan fácil. Rita Segato habla de cómo algunos prefieren reforzar solo los lazos entre ellos y utilizar a las mujeres como moneda de cambio. Yo creo que hay un trabajo que deben hacer ellos por sí solos y es elegir qué tipo de sujeto quieren ser.

Muchas de estas cuestiones se gestionan en las redes, donde la derecha está pisando fuerte. 

La derecha está siendo más antisistema que la izquierda, se ha movido bien y ha creado una especie de vanguardia cultural en las propuestas de sus youtubers y sus influencers, que generan ideas muy potentes estéticamente. Además, cuando hace campañas o gobiernan están siendo más radicales. Si Milei dice que desmontará el Estado desde dentro, si Donald Trump dice que abolirá la prensa… ¿Por qué la izquierda no sale sin miedo a decir que quiere abolir el trabajo? La izquierda debe atreverse a ir a la base de los problemas, como plantear una renta básica. Hay que ser tan radicales en las propuestas como esta derecha reaccionaria que cuestiona los fundamentos mismos del Estado de derecho.

«La derecha está siendo más antisistema que la izquierda»

Traza una línea interesante que diferencia a los conservadores de los reaccionarios. En esos conceptos también se juega el futuro de las distintas derechas.   

En el capitalismo no se puede ser conservador, porque el capitalismo se ha encargado de disolver y de convertir en pastiche todo lo que antes podía ser estable. Ahora la religión, la moral o la ética son pasto de la guerra cultural. Veo una derecha más radical que está dispuesta a suspender derechos políticos fundamentales con tal de mantener sus privilegios, y luego una derecha que querría y debería defender esos derechos, pero se deja arrastrar por esa otra derecha más radical. Yo lo llamo la «ley de hierro de la impotencia de la derecha moderada», porque es lo mismo que pasó en el siglo XX. Lo que ocurrió con los fascismos es que los conservadores, supuestamente moderados, por miedo a un avance del movimiento obrero acabaron abriendo paso a dictadores totalitarios. Creo que ese peligro sigue ahí.

En el libro menciona reacciones violentas fruto del resentimiento, la frustración o la incapacidad por construir una vida mejor.

El resentimiento lo podemos sentir todos, pero hay que fijarse en cómo reaccionamos a ese malestar. Me importa si reaccionamos con violencia, y hacia dónde se dirige esa violencia. Un fenómeno que me fascina y me irrita profundamente es la de los privilegiados que se consideran víctimas. Ocurre en la violencia machista frecuentemente, el agresor se considera la víctima pese a disponer de todo el poder, pese a ejercer la violencia, y pese a tener todos los privilegios. Esa posición de masculinidad hegemónica favorece que este tipo de personas se crean con el poder absoluto y cualquier amenaza a sus privilegios se vuelve una ofensa terrible. Esta idea del victimismo de los privilegiados de clase y de género es algo que vemos constantemente en los movimientos reaccionarios, basta con fijarse en las élites blancas, burguesas y occidentales pintándose a sí mismos como las perdedoras y las perseguidas.

«La conquista del tiempo libre debería ser una de nuestras mayores preocupaciones»

En su ensayo sobresalen críticas diversas. ¿Considera que toda escritura es política?

Puede haber una escritura no ideológica, pero no estoy segura de que pueda existir una escritura no política. Cuando Shakespeare decide escribir personajes que luego interpretan hombres o mujeres indistintamente, no lo hace con una misión ideológica en ese momento. Sin embargo, plantea una subjetividad que no habría existido sin esa intervención literaria. Eso no significa que él tuviera una agenda LGTBI en su cabeza, pero abre una manera diferente de mirar al mundo, y creo que las maneras diferentes de mirar al mundo se traducen en cambios políticos.

¿Qué paraíso perdido defendería conquistar?

 El tiempo libre para poder hacer cualquier cosa, que es justamente lo que el capitalismo hace imposible. Todos los diálogos de Platón terminan apocalípticamente, nunca se llega a la definición concreta y Sócrates siempre concluye que no tienen más tiempo y deben irse ya. La conquista del tiempo libre debería ser una de nuestras mayores preocupaciones. Necesitamos tiempo libre para una vida que merezca la pena, para gastarlo en la lectura, en la política, en el amor, en lo que cada uno quiera.

 

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