Sembrar conocimiento y cosechar salud en la España vaciada

El acceso a los cuidados y a la información sanitaria es más complicado en los núcleos poco poblados, por lo que la figura del farmacéutico rural se convierte en imprescindible para garantizar atención y alfabetización sanitaria.

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¿Alguna vez has ido a pedir consejo a la farmacia antes de acudir a una consulta? Por un resfriado que no se te cura, un dolor de estómago que no sabes de dónde sale, un problema en la piel… Las farmacias, con funciones que van mucho más allá de dispensar medicamentos, cumplen un papel muy importante en nuestra sociedad como primera barrera de educación sanitaria.

Sin embargo, en las zonas rurales, el acceso y la educación en términos de salud está muy limitado. La alta concentración de población en núcleos urbanos hace que gran parte del territorio español tenga una bajísima densidad de población, dando lugar a eso que conocemos como «la España vacía», en la que las oportunidades y servicios no responden a las necesidades inmediatas de la población. Según un estudio del Banco de España, en algunas áreas de Castilla-La Mancha, Aragón y Castilla y León los ciudadanos están a 25 kilómetros del centro de salud de atención primaria más cercano. 

Por otro lado, el nivel de alfabetización sanitaria de las zonas rurales, habitualmente más bajo, unido a la falta de acceso a la información que implica estar alejados de los centros de salud, acaba siendo una barrera adicional a la hora de controlar y tomar decisiones sobre la propia salud. Por ejemplo, el lenguaje escrito utilizado en los prospectos o en los tratamientos puede ser confuso y conducir a una mala praxis involuntaria; también es importante tener en cuenta que una baja comprensión puede hacer que no se sigan correctamente las prácticas preventivas, tan importantes para preservar nuestra salud. 

Murciano: «las farmacias rurales también ayudan a combatir el descenso demográfico, ayudando a fijar población en el medio rural»

La brecha digital tampoco ayuda en muchos casos, ya que, tal como afirma Francesc Boya, Secretario General para el Reto Demográfico, en el medio rural hay limitaciones tanto de oferta (disponibilidad de infraestructuras) como de demanda (competencias digitales de los ciudadanos). «Las farmacias», observa Boya, «pueden ayudar a evitar esas barreras, con una atención personalizada que de confianza y acompañe el seguimiento de los tratamientos que reciben los pacientes, y ofrezca una ayuda complementaria a la información y recursos sociosanitarios que se provean por medios digitales».

Como respuesta a esta problemática, es fundamental llevar a cabo iniciativas para promover el cuidado de la salud y el acceso a la información sanitaria en estas zonas y hacerlos accesibles a todas las personas. Surgen así proyectos como las Escuelas Rurales de Salud, una serie de sesiones formativas orientadas a los diversos grupos de población de la España rural y que se centran en las necesidades diversas que pueda tener cada uno de sus habitantes. 

Las charlas de Escuelas Rurales de Salud tienen un denominador común: son impartidas en la farmacia. Y es que, en las zonas donde el acceso a los centros de atención primaria está limitado, la figura del profesional farmacéutico se hace imprescindible para asistir, informar y cuidar de la salud de los ciudadanos. Según María José Murciano, gerente de la Red Española de Desarrollo Rural, «las farmacias rurales también ayudan a combatir el descenso demográfico, ayudando a fijar población en el medio rural. La figura del farmacéutico en estas zonas ejerce no sólo una función sanitaria, sino también una función social, proporcionando apoyo y acompañamiento a muchas personas que sufren de soledad no deseada. El vínculo desarrollado entre farmacéutico y paciente en áreas rurales es muy especial y, aunque a veces son controvertidas las funciones sanitarias que se les derivan por la falta de otros sanitarios en la zona, para muchas personas de la España rural son su único punto de referencia sanitario estable». Los datos hablan por sí solos: según un estudio realizado por AFI, el 47% de las farmacias ubicadas en poblaciones pequeñas ofrecen servicios de seguimiento farmacoterapéutico, además de «tareas de medición de parámetros, sistemas personalizados de dosificación, educación sanitaria. Asimismo, colaboran con el Sistema Nacional de Salud, prestando servicios de gran valor como el cribado de enfermedades, el control de adicciones o la dispensación colaborativa hospitalaria, lo que mitiga los desequilibrios territoriales que, en otras dimensiones, se observan en el conjunto de España», según indica Diego Vizcaíno, socio director del informe. 

Aguilar: «del mundo rural se han ido los bancos, los supermercados, y casi todos los profesionales, pero la cruz verde de la farmacia sigue ahí»

La función social de la que habla Murciano es muy importante en estos territorios en los que el descenso de la población va acompañado del descenso de servicios. Jesús Aguilar, presidente del Consejo General de Colegios Farmacéuticos asegura que el farmacéutico es un trabajador fundamental cuya labor va mucho más allá de la dispensación de los medicamentos: «se nos olvida que la red de farmacias hace efectivo el artículo 19 de la Constitución, que recoge como un Derecho Fundamental que todos ‘los españoles tienen derecho a elegir libremente su residencia’». Además, la farmacia es uno de los pocos servicios que permanecen en los pueblos: «del mundo rural se han ido los bancos, los supermercados, y casi todos los profesionales, pero la cruz verde de la farmacia sigue ahí».

Por ejemplo, en las sesiones dedicadas a las personas mayores se tratan temas como prevención del deterioro funcional y salud digital, mientras que en las orientadas a adolescentes se habla de sexualidad y prevención de malos hábitos. Las mujeres de las zonas rurales también tienen acceso a charlas especializadas en salud sexual, reproductiva y bienestar emocional en el entorno familiar. El motivo de impartir charlas orientadas únicamente al sector femenino no es arbitrario: ser mujer se considera un factor de riesgo para la salud mental, debido, entre otras cosas, al rol de cuidadora que aún hoy muchas mujeres asumen, especialmente en el mundo rural. Carmen Quintanilla, presidenta de AFAMMER, habla de cifras «escandalosas»: «más de 7 millones de mujeres europeas han tenido que abandonar su puesto de trabajo para convertirse en cuidadoras. Vivimos en el siglo de la información y la información seria, la que nos afecta como seres humanos, no llega todavía a las mujeres rurales». Ante esta falta de acceso a la información y las circunstancias de muchas mujeres que se convierten en cuidadoras a tiempo completo, la figura del farmacéutico o farmacéutica se convierte en un pilar fundamental para informar y cuidar a la cuidadora.

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