Sociedad
Una «paradoja antrópica»: la mejora de la vida y la crisis ambiental
A pesar de nuestras ambiciones y de los grandes avances científicos y sociales que hemos logrado, el cambio climático continúa situándonos frente a nuestras contradicciones más profundas.
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Hemos acuñado el término «paradoja antrópica» para poder definir las complejas situaciones de origen humano que crean contradicciones e incertidumbres –y que de modo creciente se dan en sociedades desnortadas y desordenadas– con múltiples efectos sobre el planeta y las sociedades. Desde la revolución neolítica, pasando por las revoluciones industriales, hasta los 40 años de historia de la globalización y de avance del capitalismo neoliberal, la actividad humana ha tenido evidentes efectos transformadores de las condiciones para la vida en el planeta.
Este concepto sirve de armazón para la construcción de una línea de investigación sobre los efectos socioeconómicos, ambientales, morales y éticos en las relaciones entre los avances de la ciencia y la tecnología, su aplicación a la actividad humana y el desarrollo evolutivo del planeta como lugar de convivencia entre naturalezas, culturas y éticas.
Un caso de paradoja antrópica extrema
Paralelamente a la presentación de este concepto, hemos establecido una primera cartografía no exhaustiva de los problemas que responden a dicha noción en las diferentes escalas y perspectivas.
Uno de los casos más extremos se plantea por el conflicto antrópico entre el anhelo de mejorar la vida y el de trascender nuestra naturaleza humana para convertirnos en creadores de vida –esto es, el transhumanismo–, y la contribución de nuestra especie al deterioro de las condiciones de habitabilidad del planeta.
La búsqueda de la mejora de la vida humana
Los enormes avances de las ciencias biológicas en el que se ha llamado «siglo de la biología» han permitido un salto sustantivo en el tránsito hacia la posibilidad de sustanciar muchos de los anhelos y ambiciones mencionadas. Es el caso de la posibilidad de transcender la condición humana, de mejorar la vida tal y como la conocemos y, eventualmente, de constituirnos en una especie potencialmente creadora de vida.
Uno de los casos paradójicos está en el anhelo de mejorar la vida y la contribución de nuestra especie al deterioro del planeta
Nuestra creciente comprensión de los mecanismos de la vida –desde las escalas celulares y subcelulares a las de organismos y de sistemas– y el formidable desarrollo tecnológico de las últimas décadas han sentado las bases para la consecución de nuevos avances en el control de la vida, la atribución a los seres vivos de nuevas cualidades, el diseño o rediseño de sistemas biológicos y la creación de nuevas biomoléculas.
Estos avances tecnológicos han catalizado el nacimiento del transhumanismo, un movimiento social, cultural e intelectual cuyo objetivo es transformar la condición humana mediante el desarrollo de tecnologías que mejoren las capacidades humanas a nivel físico, psicológico o intelectual. Hasta el momento, este movimiento ha sido polarizado por los grandes magnates de las empresas digitales bajo el motor del egoísmo y el individualismo; hasta ahora, solo la ética ha tratado de ser una barrera.
La crisis climática y ambiental
A pesar de estos deseos, la crisis climática y ambiental –al igual que otras amenazas para la salud, como las epidemias– nos recuerdan nuestra vulnerabilidad y nuestra relación interdependiente con la Tierra y los seres vivos que la habitan. No solo eso: desafían nuestra capacidad y arrogancia tecnológica a la vez que afectan a las conductas sociales e incrementan la incertidumbre, la polarización y la desigualdad.
Los cambios en el clima no constituyen un fenómeno desconocido en la historia de la Tierra: el planeta ya ha experimentado notables variaciones climáticas durante otras épocas geológicas. Sin embargo, o bien estas habían sido anteriores a la aparición de los homínidos y su evolución hacia Homo sapiens, o bien se habían producido al margen de su influencia. No es el caso que nos ocupa: el calentamiento global y el cambio climático a los que asistimos actualmente tienen causas antrópicas bien documentadas, como la emisión de gases contaminantes resultantes de la quema de combustibles fósiles y la sobreexplotación de los recursos naturales. No obstante, el concepto de cambio climático resulta demasiado genérico y difuso para referirse al fenómeno que se pretende describir. Nos encontramos ante un proceso de deterioro ambiental, ante una «pandemia ambiental».
Esta notable complejidad tropieza con un problema en relación a la opción transhumanista: aunque para afrontar la solución de la pandemia ambiental es preciso el valor de la generosidad y la responsabilidad social, los egoísmos de instituciones e individuos de toda condición constituyen hoy un freno –causado por el temor o la desinformación– a la hora de corregir una emergencia tan importante.
La comprensión y el control de la vida, al igual que las condiciones de su conservación en el planeta Tierra, sugieren preguntas sobre el impacto de la ciencia, la tecnología y la actividad humana. Ante esta situación, ante esta paradoja antrópica, nos enfrentamos a un posicionamiento que va más allá de los dilemas: la sociedad actual, que ha visto trastornado su modus vivendi y que se siente incapaz de encontrar referentes sociales y culturales que le suministren certidumbres y confianza para sentir seguridad sobre la que vivir, afronta un paso más de complejidad en estas posturas, con plurilemas que plantean elecciones entre múltiples opciones cuyas ventajas e inconvenientes no siempre están claros, no son equiparables o incluso son contradictorios.
Emilio Muñoz es profesor emérito vinculado al Instituto de Filosofía del CSIC y a la Unidad de Investigación CTS del CIEMAT. También preside el Consejo Consultivo de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).
Jesús Rey Rocha es investigador científico en el departamento de Ciencia, Tecnología y Sociedad del Instituto de Filosofía del CSIC. También es miembro de la Junta Directiva de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia (AEAC).
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