Medio Ambiente

«Ha habido otros cambios climáticos, la diferencia es que ahora estamos nosotros»

Ilustración

Yvonne Redin
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09
febrero
2022

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Yvonne Redin

Inhóspita, hostil, remota… Son muchos los adjetivos –huelga decir que negativos– que tradicionalmente han acompañado a la Antártida, ese vasto continente helado que cuenta con una extensión mayor que la de Oceanía y Europa juntas. Sin embargo, desde hace un tiempo, el término ‘esencial’ ha pasado a formar parte de la lista de epítetos. Llega incluso a encabezarla. «Todo lo que pasa en la Antártida afecta a cualquier parte del mundo». Quien nos lo recuerda es la geóloga Carlota Escutia, que lleva años estudiando la evolución geológica y el papel global de la capa de hielo antártica para comprender su conexión con el cambio climático actual.


¿Qué información se puede extraer de las capas de hielo? ¿De qué manera conocer cómo ha cambiado este territorio en el pasado nos ayudará en el futuro?

Los cambios que hoy conocemos son los han tenido lugar desde que contamos con una instrumentación que registra las alteraciones de la temperatura o del CO2 atmosférico. Sin embargo, antes de eso no teníamos nada para medir, de la misma manera que no sabemos a dónde van a llevarnos los cambios que estamos experimentando en la actualidad. Nuestra única bola de cristal es irnos al pasado. La Tierra ha tenido períodos con temperaturas similares a las de ahora o a las que vamos a tener, así que, conocer el pasado, ver cómo reaccionaban los casquetes de hielo, si se derritían o no y en qué medida, cuánto se alteraba el mar o cómo reaccionaban los ecosistemas sirve para entender el presente y prever las consecuencias del futuro. Dicho de otro modo: las observaciones que se hacen del pasado se utilizan para calibrar los modelos que sirven luego para hacer las predicciones del futuro en el cambio climático. 

Mencionas que el planeta ha pasado ya por temperaturas similares a las que tenemos o tendremos. Es curioso que uno de los principales argumentos de los negacionistas del cambio climático sea, precisamente, que a lo largo de la historia de la humanidad el clima ha variado por causas naturales. ¿Cómo explicar que esta vez es diferente?

Esta vez es diferente porque estamos nosotros; antes no había nadie para sufrir un cambio climático. En la historia han habido cinco extinciones masivas derivadas de eventos catastróficos –como la caída del meteorito y la desaparición de los dinosaurios–, y ahora nosotros estamos acelerando esos eventos de tal manera que vamos a tener que enfrentarnos a una sexta extinción. De hecho, ya tenemos un montón de especies que se han extinguido para siempre. Si no hacemos nada, la Tierra seguirá su ritmo, pero nosotros, nuestras vidas, actividades y economías desaparecerán. Hablamos de cambios que no se van a percibir mañana o pasado mañana, sino de aquí a décadas. Así que de lo que se trata es de actuar ahora, de encontrar un equilibrio de convivencia con el planeta para las generaciones venideras. 

Cuando hablamos de la Antártida, nos la imaginamos como un lugar inhóspito, alejado y ajeno a nosotros. Pero ¿qué trascendencia tiene el casquete antártico a nivel global?

Todo lo que sucede en la Antártida afecta a cualquier punto del planeta y viceversa. Estamos súper conectados. Los casquetes de hielo que hay en los dos polos son los grandes espejos del planeta, lo que significa que la radiación solar se refleja en las zonas polares y se devuelve al espacio. Eso mantiene el termostato de la tierra como lo queremos. Si ese hielo se derrite hacemos los espejos más pequeños y hay menos reflexión de la radiación: esto es un mecanismo de retroalimentación positiva porque aumentamos el calentamiento global. Por otro lado, es en los polos donde se forman las aguas profundas de los océanos, así que son un componente esencial de la circulación oceánica, que junto a la circulación atmosférica contribuyen a la distribución del calor en la Tierra. Si no estuvieran estas circulaciones el Ecuador sería inhabitable por el calor y los polos serían todavía más inhabitables por el frío. Luego tampoco podemos olvidarnos del papel que juegan los casquetes polares con el nivel del mar: si deshiciésemos todo el hielo de la Antártida, el nivel global del mar aumentaría 58 metros. 

«Todo lo que sucede en la Antártida afecta al resto del planeta»

Osos polares, pingüinos, focas… Son los animales que más identificamos con el continente y, sin embargo, más del 85% de la fauna y la flora endémica antártica está asociada al mar. ¿Por qué resulta tan importante proteger estos ecosistemas marinos?

Las zonas de la Antártida son los grandes criaderos de especies de los océanos, por eso es importante protegerlos. Ahora bien, como están unidas al resto de océanos, no sirve de nada conservar solo un trocito, porque la acidificación de los océanos, por ejemplo, no se soluciona protegiendo una parte del océano, sino dejando de emitir CO2 a la atmósfera. Proteger la Antártida depende de que haya una política global. Te pongo un ejemplo muy claro: si el océano se vuelve más ácido, todos los organismos que tienen conchas, incluidos el krill y el fitoplancton de la Antártica –esas algas microscópicas que no vemos, pero que son la base de la pirámide de alimentación del océano–, tienden a desaparecer progresivamente. 

La firma del Protocolo de Madrid del Tratado Antártico, que cumplió 30 años el pasado octubre, se considera un hito en la gobernanza medioambiental, ya que se declaró la protección integral de todo el continente antártico frente a la explotación. ¿Cómo ha afectado en la salud del territorio en este tiempo?

Ha afectado en todos los niveles, porque hoy se necesita un permiso para cualquier actividad que se realiza en la Antártida. Seamos los científicos o los turistas los que vayan, no podemos acceder a ningún sitio sin previamente declarar qué vamos a hacer, las muestras que vamos a coger y de dónde. Luego, si dejamos de lado los pescadores furtivos, países como Rusia y China tienen cuotas limitadas de pesca. Todos esos permisos salen de la Comisión para la Protección Medioambiental [CEP, por sus siglas en inglés], que lo controla todo y que se formó con el protocolo de Madrid. 

¿Qué podría haber cambiado si no se hubiese realizado el Protocolo?

Que hoy haríamos lo que hacemos en el resto del planeta: contaminar. Todas nuestras actividades, incluso las científicas, contaminan. Así que por suerte, con el protocolo tenemos unas reglas del juego muy estrictas que tienen la función de hacer que el impacto sea el mínimo.

«Sin el Protocolo de Madrid haríamos en la Antártida lo que ahora hacemos en el resto del planeta: contaminar»

Hace ya unos años que el acuerdo para decidir la designación de tres nuevas áreas marinas protegidas en el océano austral (el mar de Weddell, la Antártida oriental y la península Antártica) está bloqueado por parte de Rusia y China, que tienen intereses pesqueros en la zona. ¿Cómo afecta esa falta de protección al continente blanco? 

En el sistema antártico se actúa por consenso de todas las partes, lo que quiere decir que no se puede tomar una decisión si algún país no quiere. Y eso es lo que hace tiempo que pasa con Rusia y China, que realizan pesca extractiva en la zona, una actividad que obviamente amenaza a la biodiversidad de la zona. ¿Por qué? Pues porque sucede lo mismo que pasaría si cazases los ciervos del pirineo: que el ecosistema se desequilibra. Es importante proteger la zona y convertirla en un parque natural en su totalidad para que puedas tener ciertas reglas del juego que acaben con la pesca de krill, de ballenas o de lo que sea, y protejan el sistema. Ahora bien, luego hay otro problema, y es que, aunque protejas este ecosistema, hay muchos peligros que vienen de fuera. Y esos son más delicados de tratar, porque vamos de COP en COP, y en cada cumbre hay una esperanza que luego se desvanece. 

«Debemos pasar de la protección de la Antártida a la recuperación», sostenía Pascal Lamy, director del think tank Europe Jacques Delors y miembros de Antarctica 2020 durante el 30 aniversario del Protocolo de Madrid. ¿Cómo dar el salto?

A nivel de quienes toman las decisiones, deben tomar acuerdos científicos y no políticos. También hay que seguir implementando los compromisos que se adoptaron en el Acuerdo de París contra el cambio climático, porque los datos ya nos dicen que, incluso aunque los realizáramos todos los compromisos hoy, ya no llegaríamos a mantenernos por debajo de la temperatura pactada. O nos comprometemos más o será imposible. Se habla mucho, pero hay poca acción y cada vez tenemos menos tiempo para actuar. Para acelerar esas actuaciones todos los Gobiernos tienen que comprometerse a cumplir con los acuerdos. O, en lo que la protección de la Antártida se refiere, deben conseguir convencer a los dos que faltan.

Y a nivel particular ¿hay algo que podamos hacer?

Mucho. También tenemos que pasar de la protección a la conservación sin esperar a que alguien nos lo diga. Nos hace falta cambiar un poco nuestros estilos de vida. Eso no quiere decir que debamos volver a las cavernas, pero es que en muy poco tiempo hemos pasado, por ejemplo, a utilizar el plástico para todo. Como ciudadano, además de manifestarse, puedes tomar actuaciones en tu día a día contra el cambio climático, como apagar un interruptor.

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