Diversidad

52 años de Stonewall Inn, 52 años de Orgullo LGTBI+

Más de medio siglo después de las revueltas neoyorquinas que dieron comienzo al Orgullo LGTBI+, uno de cada cuatro países aún penaliza la homosexualidad o las realidades no heteronormativas. En otros muchos, el colectivo sigue sufriendo violencia extrema.

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26
junio
2019

La noche del 28 de junio de 1969 caía lentamente sobre las calles de Nueva York en lo que parecía el fin de un día de verano más. Envueltos en un manto pegajoso de calor estival, los vecinos del histórico Greenwich Village ignoraban que estaban a punto de pasar a la historia. Muy cerca de Washington Square, en el 53 de la calle Christopher, la modesta fachada de lo que parecía un local cualquiera escondía secretos que muchos no querían conocer: el Stonewall Inn llegó a ser un auténtico santuario para todas aquellas personas que «no encajaban» dentro de la sociedad de la época. Soraya Santiago era asidua a las noches de este pub a finales de los 60: «Había un grupo de puertorriqueñas comandadas por Silvia Rivera y por unas transexuales afrodescendientes que comenzaban a vestirse de mujer en plena capital del mundo, y allí nos reuníamos todos los fines de semana», recuerda. A sus 73 años, esta nativa de Puerto Rico, es colaboradora de las organizaciones de mayores LGTBI+ Sage y Waves Ahead y la primera mujer en someterse legalmente a una operación de reasignación de sexo en ese país.

La comunidad LGTBI+ respiraba aliviada dentro de las paredes de este bar neoyorquino. Sin embargo, la tranquilidad que brinda poder ser tú mismo (o tú misma) duraba un parpadeo: «La policía era muy represiva, abusadora y sometedora… Todos los fines de semana se daba a la tarea de intervenir a palo limpio con la clientela del Stonewall y arrestarnos», explica Soraya con resignación. Pero esa noche de finales de junio de hace cincuenta años un grupo de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales cambiaron el curso de la historia de la ciudad de Nueva York —y el mundo— para siempre.

El 28 de junio de 1969, la incursión policial se tornó en un levantamiento popular donde participaron más de 600 personas

Hubiese sido una redada más en la que las fuerzas del orden entraban al local porra en mano si no hubiese sido porque las cerca de 200 personas que se encontraban en el pub decidieron plantarse. Inspiradas en las protestas contra la guerra de Vietnam, el movimiento hippie y el afroamericano por los derechos civiles, la incursión policial se tornó, de pronto, en una rebelión, en un levantamiento popular: en pocos minutos, más de 600 personas se congregaron a las puertas del Stonewall. Durante tres días consecutivos se repitió la misma estampa, aunque con un matiz: el número de manifestantes se duplicó, al igual que el número de agentes. La revuelta pacífica se volvió violenta ante el hartazgo de la represión vivida a diario, alimentada por el clima beligerante que sumía al país. Hubo detenidos, heridos y muertos, pero Soraya admite que, si bien las revueltas tuvieron un saldo negativo, «también comenzaron a visibilizar a la comunidad trans, que se empezó a organizar, a empoderar y a reclamar no solo derechos, sino también el espacio social que todos hemos de tener», y lo mismo ocurre con el resto del colectivo. A pesar de que, como recuerda la activista, los eventos de aquellas noches «se pintaron con dolor y sangre», la lucha por los derechos LGTBI+ daba comienzo como una ola imparable de Orgullo, reivindicación y celebración.

A este lado del charco: el Orgullo en España

Mientras tanto, en España «la represión era tan grande que no permitía ni siquiera que una persona se pudiera plantear que su ser era distinto a lo común». Loren González, secretario de organización de la Federación Española LGTBI (FELGTBI) explica, así, cómo la dictadura franquista intentó eliminar todo trazo de homosexualidad a base de opresión. «Cualquier persona LGTBI que viviese esa época reconoce que había miedo a no poder mostrarse como uno era», añade. Además, la legislación y la sociedad española del momento «estaban tan centradas en lo masculino y en el hombre que las mujeres eran prácticamente invisibles de cara al régimen, de modo que nadie era capaz de plantearse que una mujer estuviera con otra mujer». La lógica social hacía que las realidades trans no se tuviesen en cuenta tan siquiera: ni se las respetaba, ni se les daba validez alguna. «Las mujeres transexuales eran vistas como una exaltación exacerbada de la homosexualidad de los hombres: no se reconocía como una identidad, sino que se veía al homosexual, al maricón y al muy maricón; es decir, las mujeres trans», asegura Loren.

Soraya Santiago: «Las revueltas comenzaron a visibilizar a la comunidad trans, que antes no se tenía en cuenta»

Por suerte, 50 años después, la lucha LGTBI+ ha avanzado tanto en normalización como en consecución de derechos y libertades tanto en España como en el mundo entero. Sin embargo, lejos de los triunfalismos, aún queda mucho camino que recorrer. «Hay muchos países que no penalizan formalmente la homosexualidad o las realidades trans, pero en los que las personas LGTB sufren casos de violencia brutales», explica Carlos Sanguino, responsable del trabajo sobre diversidad afectivo-sexual en Amnistía Internacional España. Para evaluar la situación de los derechos de esta comunidad no podemos solo hablar de legislación, es decir, de la ausencia de penalización, aunque se trate del un primer paso para la normalización de lo que es normal de cara a la sociedad. «A nivel legislativo avanzamos, pero es como un grifo que gotea lentamente, y que nunca deja de hacerlo», añade. En las últimas décadas, cada año hemos visto modificaciones en las leyes de países que se han encaminado hacia la igualdad, pero, a pesar de los avances, 1 de cada 4 países —un total de 70— todavía penalizan las identidades diferentes a la heteronormatividad.

En 1990, la Organización Mundial de la Salud dejó de considerar la homosexualidad como una enfermedad, —sin duda, uno de los grandes logros del movimiento originado en el Stonewall Inn—, pero «en pleno 2019, todavía estamos a vueltas para que cambie definitivamente el manual diagnóstico que considera la transexualidad como una enfermedad», recuerda Carlos. Tanto Amnistía Internacional como FELGTBI temen que el repunte del discurso del odio, antifeminista, homófobo y tránsfobo que traen de la mano los partidos de extrema derecha en Europa o Trump en Estados Unidos supongan un retroceso que impida normalizar la vida de las personas trans en particular. «Este tipo de discursos pueden contribuir a que se genere un cambio social que termine en delitos de odio graves», asegura Carlos Sanguino. Desde FELGTBI reconocen que, aunque existe preocupación, no existe miedo. «Somos muy conscientes de que la extrema derecha ha llegado y que se le han abierto las puertas, y frente a eso tenemos que ser un muro de contención», asegura Loren González. El colectivo LGTBI+ ha recorrido demasiado, sus mayores han perdido a muchos a manos de la violencia, el odio y el sida y, por eso, «no vamos a permitir que se pisoteen derechos, porque estamos hablando de derechos humanos y con los derechos humanos no hay medias tintas: o se protegen o no se protegen», reivindica Loren.

Loren González (FELGTBI): «Frente a la extrema derecha, tenemos que ser un muro de contención»

Hoy, la realidad de los jóvenes LGTBI+ no es la misma que la de los que sobrevivieron a aquel histórico 28 de junio del 69. Muy consciente de ello, y de lo mucho que se ha conseguido en relación a la aceptación, los derechos y la igualdad, Soraya Santiago lanza un mensaje de esperanza a las generaciones futuras. A ellas les pasa el testigo de la lucha y les aconseja que no dejen de soñar: «Si ellos creen que esa es la realidad y la verdad de su vida, deben correr tras ella y no tras aquello que la sociedad, equivocadamente, quiere imponerles», concluye. El Orgullo reivindica las diferentes realidades, las diferentes formas de sentir y vivir. Por eso, Soraya, como luchadora veterana, nos recuerda que «la cama de una, la legisla una misma».

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