Cultura

Freddie Mercury, ‘rockero’ infinito

El músico británico logró romper las formas establecidas hasta entonces en la música rock, pero a través de su figura (y su trágica muerte) también lograría convertirse en un icono de la lucha de algunos colectivos por la libertad más elemental.

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22
noviembre
2021

Hace casi 30 años, una noticia conmocionó al mundo: Farrokh Bulsara, más conocido como Freddie Mercury, acababa de fallecer de una broncopulmonía que había desarrollado a causa del sida que padecía desde años atrás. Tras su muerte, alrededor de su figura se han agolpado tanto fans como detractores de cuanto representó para la música y el desarrollo de la tolerancia hacia la homosexualidad y las minorías étnicas. Mercury, además de un genio perfeccionista, era fruto de la multiculturalidad en su versión noble: era británico, perteneciente a la minoría zoroastrista parsí, indio, y declaradamente bisexual; con su existencia demostró el hecho de que el talento, emane de donde mane, es difícil de detener. Quizás solo sea capaz la muerte e incluso ante ella el recuerdo, como al rey sumerio Gilgamesh, acaba convirtiéndolo en algo más que en memoria caduca: en leyenda.

De África a la eternidad

Farrokh Bulsara nació en la isla de Zanzíbar en 1946, cuando la región todavía era un protectorado británico. Hijo de padres parsíes originarios del Raj Británico, pronto amalgamó su educación familiar hindú y zoroastrista con la cultura colonial británica, estudiando durante dos años en un colegio anglicano de la isla. Más tarde, Bulsara pasaría a formar parte de un internado británico en la India, donde empezó a ser conocido como «Freddie», sobrenombre que adoptaría posteriormente en el desarrollo de su carrera artística. También fue en este internado británico –llamado St. Peter College– donde recibió su primera educación musical en el piano, en la cual destacó por su virtuosa capacidad para reproducir ‘de oído’ las canciones que sonaban en la radio.

Mercury era fruto de la multiculturalidad: era británico, perteneciente a la minoría zoroastrista parsí, indio, y declaradamente bisexual

A los 18 años, Bulsara y su familia se trasladan a Gran Bretaña tras el estallido de la Revolución de Zanzíbar, que daría origen a la actual Tanzania. Allí, concretamente en Londres, logró estudiar en la Escuela de Arte Ealing. Nada más terminar sus estudios se unió a la banda Ibex, de Liverpool, con la que daría su primer concierto el 23 de agosto de 1969. Pero su revolución artística –y personal– definitiva se desarrollaría en la década que estaba a punto de comenzar: en 1971 formó Queen junto con Brian May, Roger Taylor y el bajista John Deacon. Es en ese momento cuando completa su nombre artístico con el apellido «Mercury», el cual toma de un verso de la cuarta canción de la banda My Fairy King. Además, Mercury conocería entonces al que sería uno de los grandes amores de su vida, Mary Austin, tomando conciencia de su orientación bisexual; ello, sin embargo, conduciría años después a la ruptura de su relación. En 1985, Mercury declaró a People Magazine que Mary Austin era para él su única amiga, una suerte de esposa. Además de ser padrino de uno de los posteriores hijos de su ex pareja, el compositor británico le dedicó numerosas canciones destacando entre ellas la hermosa balada Love of my Life.

Lentamente, tanto Mercury como Queen fueron desarrollándose y adaptándose al cambio de las modas y al propio devenir social. Del largo cabello y las uñas pintadas de los inicios de 1970 evolucionó hacia una estética abiertamente gay que causaría gran controversia en la década siguiente: sus detractores más reaccionarios le lanzaban cuchillas de afeitar al escenario para que se afeitase el mostacho. 1980 sería su década decisiva: el desarrollo de Queen culminaría con su tendencia homosexual a partir de su álbum Hot Space y el definitivo abandono de todo prejuicio. Freddie Mercury grabaría entonces canciones –e incluso álbumes enteros– con artistas como Michael Jackson, Elton John o la soprano Montserrat Caballé, a quien conoció en su paso por España.

No todo el camino fue sencillo. Además de las controversias causadas por la abierta –y declarada– pose homosexual de la banda, el concierto celebrado en Sudáfrica en 1984, que desafiaba el boicot cultural impuesto por la ONU como presión contra el apartheid, causó un gran revuelo en la opinión pública internacional, que se dividió entre quienes vieron en ese gesto una simple provocación y quienes, en cambio, lo valoraron como un apoyo al régimen segregacionista.

Sus detractores más reaccionarios le lanzaban cuchillas de afeitar al escenario para que se afeitase el mostacho

Pero en 1987, según publicó en 2006 el periodista Tim Teeman en The Times, Freddie Mercury fue diagnosticado con la enfermedad del sida. El artista disimuló durante aquellos años los tratamientos que recibía para tratar de paliar la enfermedad. Su última aparición en los escenarios fue durante 1990, en los Premios Brit, donde se galardonó a Queen. Finalmente, el 24 de noviembre de 1991 Mercury falleció en Kensington a la temprana edad de 45 años. Su legado pasó a manos de Mary Austin y su hermana Kashmira, quien todavía vive con su familia en la casa de Mercury.

‘Bohemian Rhapsody’, elevación y leyenda

La vida de Mercury, su muerte a consecuencia del sida y la existencia de Queen supusieron mucho más que un capítulo de oro en la historia de la música. Tras su contribución a la música, Freddie Mercury se convirtió en un símbolo de la lucha LGTB. Su fallecimiento, además, se volvería un motivo de concienciación sobre la enfermedad en unos años en que su proliferación era creciente, y no sólo entre la población homosexual, como sostenía la creencia popular. En la primavera de 1992, los integrantes de Queen fundaron la Mercury Phoenix Trust, cuya misión es la lucha contra el sida y la recogida de fondos para la investigación. Al concierto tributo en el estadio de Wembley de ese mismo año se sumaron grupos como Metallica o Guns N’ Roses, alcanzando –además de aquellos presenciales– más de 500 millones de espectadores a través de la televisión.

Su legado cultural y simbólico aún reverbera en nuestros días como sinónimo de libertad; como un ejemplo de desbordante talento y exquisita brillantez. Prueba de ello es que su música ha cautivado ya a múltiples generaciones. El último biopic que se ha realizado sobre su figura, Bohemian Rhapsody, fue la película más taquillera del planeta durante 2018. Incluido en numerosas listas de los británicos más influyentes del siglo XX, Mercury ha trascendido de la condición humana a la extraordinaria condición de leyenda.

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