La próxima reunión del Comité intergubernamental de negociación sobre la contaminación por plásticos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente tendrá lugar en Busán, Corea del Sur, entre el 25 de noviembre y el 1 de diciembre de 2024 y será previsiblemente la última. Esta reunión aprobará (o no) la aplicación de un Tratado del Plástico. La ONU busca el acuerdo de más de 100 países, que incluyen a los principales productores.
La prohibición sugerida
Se ha sugerido que el tratado incluya una limitación global de la producción de polímeros sintéticos, las moléculas creadas en laboratorio que dan forma a los plásticos. La prohibición total es poco realista, pero sí parece urgente tomar medidas intermedias para que los plásticos que llegan al mercado sean seguros y sostenibles y no terminen diseminados como contaminantes en el medio ambiente.
Multiplicar por tres la producción de plástico para 2060
Actualmente se producen en todo el mundo algo más de 400 millones de toneladas anuales de plástico. Este indicador ha aumentado a un ritmo promedio del 2,4% anual durante la última década. Si la tasa se mantiene, el uso del plástico podría llegar a multiplicarse por tres en 2060, aunque el cálculo supone un crecimiento geométrico poco probable.
Proyecciones más moderadas estiman que el volumen podría aumentar entre una vez y media y dos veces, lo que sigue suponiendo un gran desafío para el objetivo de controlar la contaminación por plástico.
Un estudio reciente estima en 52.1 millones por año las toneladas de residuos plásticos que no reciben un tratamiento adecuado o ni siquiera se recolectan. Estos residuos terminan en el medio ambiente.
La limitación nos afecta a todos
La mayor cantidad de residuos plásticos sin tratamiento se producen en países de ingresos medios y bajos, pero los países desarrollados también participan del problema. Por ejemplo, en muchos países aún se envía una fracción importante a vertedero (en España podría ser más de un tercio). El envío de plástico a vertedero supone una forma de diseminación en el medio ambiente.
Intervenir en todo el ciclo de vida del plástico
En marzo de 2022, durante la quinta sesión de la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA-5.2) que tuvo lugar en Nairobi, Kenia, se adoptó una resolución histórica llamada «Fin de la contaminación por plásticos: hacia un instrumento internacional jurídicamente vinculante».
Este acuerdo busca establecer un tratado internacional vinculante para abordar la contaminación plástica en todas las etapas de su ciclo de vida, desde la producción hasta su disposición final.
Un estudio reciente estima en 52,1 millones por año las toneladas de residuos plásticos que no reciben un tratamiento adecuado o ni siquiera se recolectan
La resolución, respaldada en aquel momento por 175 países, marcó un hito en la lucha contra la crisis mundial del plástico que vivimos y otorgó el mandato al ya mencionado Comité intergubernamental de negociación jurídicamente vinculante para tratar a nivel internacional la contaminación por plásticos (INC).
El mensaje de toda la comunidad científica
El INC comenzó su labor en 2022, con cuatro reuniones ya finalizadas hasta la fecha. La última, INC-4, se celebró en Canadá en abril de 2024 y la próxima, (INC-5),es la que tendrá lugar a partir del 25 de noviembre de este año.
A estas reuniones no sólo asisten políticos y diplomáticos sino también científicos, coordinados a nivel internacional en la Coalición Científica para un Tratado Efectivo sobre los Plásticos con el objetivo de dar un mensaje único procedente de toda la comunidad científica especialista en el estudio del plástico.
Fruto de esta coordinación se ha establecido la «declaración de los científicos sobre la necesidad de una gobernanza de los plásticos a lo largo de su ciclo de vida» firmada por más de 400 científicos expertos en esta temática.
La declaración insta a una acción global para enfrentar la crisis del plástico mediante un tratado jurídicamente vinculante, fundamentado en el conocimiento científico, que permita implementar políticas y regulaciones estrictas para mitigar el impacto de la contaminación plástica. Propone enfoques basados en el ciclo de vida del plástico, priorizando la prevención, la reducción de usos innecesarios y el rediseño de productos, con el objetivo de salvaguardar los ecosistemas, la biodiversidad y la salud humana.
Medidas concretas: aumento del reciclaje químico
Hay una evidencia manifiesta de que la dispersión de residuos plásticos es un problema de gestión más que de volumen de generación, que es relativamente modesto en comparación con otros tipos de residuos, como los de construcción.
El principal uso del plástico es la producción de envases y estos constituyen la gran mayoría de los residuos plásticos que terminan en el medio ambiente, por lo que en ellos se deben concentrar los esfuerzos más importantes.
Las soluciones pasan por aumentar las tasas de reciclaje, especialmente el reciclaje químico, que actualmente es marginal, ya que el reciclaje mecánico, que ya representa más del 12% del plástico comercializado en la Unión Europea, está cerca de sus límites prácticos.
Hay una evidencia manifiesta de que la dispersión de residuos plásticos es un problema de gestión más que de volumen de generación
Además, es necesario aumentar el uso de bioplásticos compostables, especialmente en aplicaciones domésticas como el envasado de alimentos. De esta manera sería posible reutilizar la fracción orgánica de los residuos sólidos que actualmente está seriamente contaminada con plástico no compostable.
Los bioplásticos, además, se pueden producir a partir de materias primas no fósiles, lo que contribuye a la descarbonización del sector.
El margen de mejora es muy grande, ya que la producción actual de bioplásticos representa actualmente poco más del 1% del total de la producción de plástico en la Unión Europea. Aunque para estos nuevos productos se requiere ampliar las investigaciones que aseguren que no tengan una toxicidad mayor que los plásticos tradicionales, tanto en su vida útil como en el medio ambiente.
Sin secretos en los compuestos químicos peligrosos
Es crucial implementar medidas estrictas para limitar el uso de compuestos químicos peligrosos en los plásticos. Estos materiales suelen contener numerosos aditivos esenciales para su funcionalidad, muchos de los cuales tienen efectos tóxicos desconocidos o solo parcialmente estudiados.
Además, la composición de estos aditivos suele mantenerse en secreto, lo que complica su regulación. Esta falta de transparencia, junto con el difícil control del comercio internacional y la gran cantidad de compuestos implicados, hace que su control a través de legislaciones nacionales sea insuficiente.
La adopción de medidas encaminadas a limitar los plásticos de un solo uso, encarecer los usos triviales, mejorar el reciclaje con la implementación generalizada del reciclaje químico, fomentar el uso de los bioplásticos compostables y aumentar las exigencias de seguridad y transparencia en la formulación de productos plásticos es necesaria y podría ser suficiente para reducir la dependencia del plástico de origen fósil, así como invertir la tendencia a la diseminación de residuos plásticos en el medio ambiente.
Vivimos en una sociedad en la que eliminar el plástico y volver al mundo anterior no es una opción viable. Necesitamos el plástico para una gran variedad de usos. Sin plástico no funcionarían los hospitales. Tampoco los medios de transporte e incluso seríamos incapaces de conservar nuestros alimentos de forma eficiente, por mencionar unos pocos ejemplos.
Es fundamental implementar medidas que permitan aprovechar las ventajas del plástico como material útil, minimizando el impacto ambiental generado por sus residuos y las prácticas actuales de consumo.
La próxima reunión del Comité intergubernamental de negociación sobre la contaminación por plásticos comenzará el 25 de noviembre. La aprobación del Tratado del Plástico es decisiva. Nos la jugamos.
Roberto Rosal es catedrático de Ingeniería Química, Universidad de Alcalá y Daura Vega Moreno, Profesora Contratada Doctora de Química Analítica, Universidad de Las Palmas de Gran Canaria. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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