Tauromaquia, ese eterno debate
La tauromaquia es una de las tradiciones más antiguas y polémicas de nuestra cultura. Considerada por algunos como una forma de arte y un emblema del carácter nacional, otros la ven como una práctica cruel e inaceptable en la sociedad actual.
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La figura del toro emerge con enorme fuerza desde los albores del arte, portadora de una simbología que parece trascender el tiempo y el espacio. En las cuevas de Altamira, al abrigo de la penumbra, los artistas del Paleolítico inmortalizaron unos bisontes tan imponentes que los científicos del siglo XIX, cuando las pinturas fueron descubiertas, no podían creer que el hombre primitivo fuera capaz de realizar una obra tan impactante.
Un eco de esta veneración reaparece siglos después en la cultura minoica, en los frescos del palacio de Knossos, donde el toro es la figura central en la taurocatapsia, una danza entre el hombre y el animal que simbolizaba el equilibrio sagrado entre lo humano y lo divino. En la península ibérica, el toro reaparece en la cultura de los antiguos íberos, cuyas esculturas en bronce y piedra, como el toro de Porcuna, han sobrevivido al paso del tiempo, demostrando la importancia del animal en su cosmovisión.
Aunque efectivamente la tauromaquia tiene sus raíces en las antiguas civilizaciones mediterráneas, fue en España, a lo largo de la Edad Media, donde se consolidó como espectáculo. Es en esta época y después durante el Renacimiento cuando los primeros espectáculos taurinos empiezan a ocupar un espacio en las calles y las plazas dedicadas a este fin que empiezan a construirse en el siglo XVIII.
El espectáculo no solo «enganchó» al pueblo. Pronto algunos de los artistas más importantes de nuestra historia se vieron inspirados por él. Francisco de Goya exploró el mundo de la tauromaquia en su serie de grabados titulada La tauromaquia, 33 escenas a través de las que, más que idealizar el toreo, el pintor quiere mostrar su complejidad y despertar en la audiencia una reflexión sobre la naturaleza humana, la valentía y la relación con la muerte en el ruedo.
Figuras como Federico García Lorca, que veía en los toros una forma de arte cargada de «duende», o Pablo Picasso, quien reflejó en su obra la intensidad del momento en que el torero y el toro se enfrentan en la arena, contribuyeron a su popularización y al romanticismo que rodea al toreo. Por no hablar de Ernest Hemingway, que no era español pero ha sido seguramente el escritor que más ha contribuido a dar fama a la tauromaquia en el mundo a través de obras como Muerte en la tarde.
Para estos artistas, la figura del toro y su contienda en la plaza se convierten en un reflejo de las emociones humanas más intensas: el arrojo, la lucha y la tragedia. Para ellos el toro no solo simboliza el espíritu español, sino también la universalidad de la lucha y la pasión humanas. Heredan la misma fascinación ancestral que ya demostraron los hombres de la prehistoria.
La tauromaquia también ha tenido sus detractores entre los intelectuales españoles. Pensadores como Miguel de Unamuno y Gaspar Melchor de Jovellanos criticaron las corridas de toros ya en el siglo XIX, viéndolas como un símbolo de la decadencia y el atraso de España. Jovellanos, por ejemplo, llegó a denunciar el coste económico y moral que suponían las corridas, considerando que promovían la violencia y la brutalidad.
Cultura y arte versus la defensa de los animales
Quienes defienden la tauromaquia la consideran una parte indispensable del patrimonio cultural español, ya que es indudable su papel en la historia, pero los argumentos van más allá.
Fernando Gomá, jurista y vicepresidente de la Fundación Toro de Lidia, sostiene que la tauromaquia es un componente intrínseco de la cultura española, reconocido así tanto por el Tribunal Constitucional como por el Tribunal Supremo, y defiende que su práctica debe respetarse en el marco de la libertad cultural de los ciudadanos. En su opinión, sería peligroso que los poderes públicos decidieran unilateralmente qué es «cultura», pues eso podría acercarse a la censura.
Fernando Savater defiende la tauromaquia como una expresión cultural rica en complejidad moral y simbólica
Otra de las voces en defensa de la tauromaquia es la del filósofo Fernando Savater, quien ha argumentado en su ensayo Tauroética que el rechazo al toreo refleja un tipo de «barbarie compasiva». Para Savater, esta posición iguala a los animales con los humanos en un marco ético en el que se pierde la perspectiva humana. Defiende la tauromaquia como una expresión cultural rica en complejidad moral y simbólica, y afirma que la tauromaquia brinda un espacio de reflexión sobre la vida y la muerte que muchas sociedades modernas intentan evitar.
Pero sin duda el movimiento antitaurino ha ganado fuerza en las últimas décadas, señalando la crueldad implícita en el sufrimiento y la muerte del toro como espectáculo. La crítica al maltrato animal es el eje central de este movimiento, que ve la tauromaquia como una práctica arcaica e inhumana.
Manuel Arias Maldonado es una de las figuras visibles de esa postura crítica. Para él, ninguna tradición merece respeto solo por su antigüedad o simbolismo. Subraya que, en el contexto actual, la brutalidad innecesaria hacia los animales debería ser revisada, ya que en una sociedad moderna que promueve la protección animal y la sostenibilidad no hay lugar para espectáculos basados en el sufrimiento de un ser vivo.
El debate sobre la tauromaquia ha llegado al ámbito político, con gobiernos regionales que han prohibido las corridas
El escritor Daniel Gascón también ha defendido la necesidad de reevaluar esta tradición desde un enfoque ético. Sostiene que, aunque el arte y la literatura pueden surgir de estas prácticas, eso no las convierte en aceptables. Su opinión es clara: la prohibición de los toros debería ser un imperativo ético en el futuro.
El debate sobre la tauromaquia ha llegado al ámbito político, con gobiernos regionales que han prohibido las corridas, como es el caso de Cataluña, donde en 2010 se aprobó una ley que las vetaba. No obstante, el Tribunal Constitucional revocó esa prohibición en 2016, argumentando que las corridas de toros forman parte del patrimonio cultural español protegido por la ley.
La controversia más reciente tuvo lugar el pasado mes de mayo, cuando el Ministerio de Cultura decidió eliminar el Premio Nacional de Tauromaquia. De nuevo dos visiones encontradas, ya que inmediatamente la Fundación Toro de Lidia hizo pública su intención de luchar por recuperarlo, defendiendo que las corridas son una forma de arte que merece reconocimiento y protección.
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