¿Por qué sigue siendo cara la cesta ‘eco’?
Aunque cada vez son más asequibles y pueden encontrarse en numerosos supermercados, el acceso a los productos ecológicos aún supone un desafío económico para muchas personas.
Artículo
Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).
COLABORA2024
Artículo
Los productos eco comenzaron siendo una rara avis en los mercados urbanitas, además de contar con precios elevados. Ahora, en cambio, son mayoría las grandes cadenas de la industria alimentaria las que han establecido líneas de productos comprometidos con el planeta a precios más asequibles. En España, una multitud de marcas se ha sumado a proyectos o ha incorporado certificados que garantizan un origen y una producción éticos y sostenibles.
Desde 1987, cuando se crearon algunos tan conocidos como el de Rainforest Alliance (que garantiza un esfuerzo en la conservación de bosques, respeto hacia el clima y los derechos humanos y laborales), se han puesto en marcha diversas certificaciones impulsadas por la Unión Europea y sus Estados miembros. Por ejemplo, en los envases de los productos podemos encontrar el logotipo EU Organic (cada operador de la cadena de producción y distribución de productos como verduras y hortalizas es controlado al menos una vez al año en el cumplimiento de la normativa europea de producción orgánica), el Ecolabel (sello que otorga la Dirección General de Medio Ambiente a aquellos productos y servicios realizados con el mínimo impacto ambiental), el CCPAE en Cataluña, así como otras privadas como el Demeter (que otorga la asociación homónima de agricultores de diversos países europeos y americanos en agricultura biodinámica), el Agriculture Biologique en Francia o el de WWF, destinado a garantizar la protección de la fauna autóctona del lugar de producción. Asimismo, los propios fabricantes destinan esfuerzos adicionales para crear líneas de productos que, además de cumplir con la normativa europea en materia ecológica, la refuercen.
La búsqueda de un tipo de consumidor que busca incorporar productos saludables, ecológicos y con el menor procesamiento fisicoquímico posible es correspondida por una sociedad cada vez más concientizada con la relación directa entre cuidar nuestra salud y la del planeta. Sin embargo, a pesar de los esfuerzos continuos por abaratar costes de producción y de venta final al público, los productos eco aún marcan la diferencia en el momento de pasar por caja. Según la OCU en su informe de 2023, una cesta ecológica en España resulta un 62% más cara que una que no lo es. Cuando se atiende a las hortalizas de temporada, el porcentaje llega a ascender al 110%, teniendo a los huevos (80% de incremento) como parte de esta anomalía, ya que alimentos como el pescado o los diferentes tipos de carne con certificados ecológicos tienen un escueto sobrecosto (10% en el caso del pescado y 22% en la ternera y el cerdo). Sin embargo, cuando intervienen bienes emanados de la tierra, el sobrecosto vuelve a incrementarse. Es el caso del aceite de oliva (31%), cereales integrales (36%) y legumbres y lácteos (mínimo un 40%).
La cesta ecológica en España resulta un 62% más cara que una que no lo es, según la OCU
Los motivos de este sobrecosto tienen una relación directa con la producción agrícola. El principal motivo es la demanda de los productos ecológicos. Según el último informe del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación del Gobierno de España, el consumo de alimentos sostenibles creció un 0,65% por año en los hogares españoles. En 2022, el volumen consumido en el país de estos productos representó el 2,34%. Estas cifras son todavía lejanas del objetivo recogido en la Agenda 2030, en el que la UE se ha comprometido a que el 25% de las tierras de producción se destinen a la agricultura ecológica. España, la cuarta productora detrás de Francia, mantiene una cuota de casi el 11% de sus tierras destinada a este fin.
El perfil del comprador de alimentos sostenibles también está inclinado hacia las generaciones más jóvenes, siendo los miembros de la generación millennial quienes dicen estar más dispuestos a pagar un sobrecosto por los productos si mantienen un compromiso medioambiental. Aunque la previsión de consumo de alimentos ecológicos es alcista, el hecho de que más del 97% de los ciudadanos no consuman continuamente esta clase de productos representa el principal motivo de sus altos precios.
Hay otras razones evidentes de peso, y tienen que ver con el cumplimiento de la normativa europea, más estricta con cada revisión, y la inversión para adaptarse a las necesidades dictadas por la ley. Además, en buena parte de la producción de materias primas, como es el caso de las agrícolas, el cumplimiento de los certificados ecológicos implica una notable reducción en el volumen de producción al no abusar de pesticidas, plaguicidas ni fertilizantes a lo que se suma una evidente pérdida de competitividad, en especial frente a los productos importados de países que no pertenecen a la comunidad europea.
Según se deteriora la producción de proximidad, agrícola e industrial, lo hace la diversidad económica que ofrece sustento a las familias europeas y favorece, al mismo tiempo, el abandono de las tierras y recursos de subsistencia locales y el consecuente aumento de la huella de carbono al importarlos mediante camiones, barcos y aviones, que hoy por hoy utilizan combustibles fósiles en la mayoría de los casos. No obstante, grandes cadenas de alimentación están apostando por el compromiso de ofrecer a sus clientes productos con certificados ecológicos y de proximidad.
COMENTARIOS