Sociedad

La eterna adolescencia millennial

En ‘Millennials. Unha xeración entre dúas crises’ (Editorial Galaxia), Raquel C. Pico se adentra en el declive de una generación marcada por las promesas rotas por las crisis económicas y la precariedad.

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15
septiembre
2023

En el verano en el que estaba trabajando en este libro recorrí con una visita guiada el Museo del Romanticismo, en Madrid. La guía nos explicó en una de las salas lo importante que era que estuviésemos viendo retratos de niños. Hasta entonces, nos dijo, eran algo raro, porque a los niños no se les daba tanta importancia. Era tan probable que muriesen que la relación entre adultos e infancia era distinta. A los otros visitantes les sorprendió y horrorizó a partes iguales la idea, pero la verdad es que las percepciones sobre las etapas vitales son móviles. No permanecen inalteradas a lo largo de la historia y lo que ahora damos por sentado y obvio no lo ha sido siempre. Esto es, un poco, lo que pasa con la juventud. La juventud, tal como la conocemos y entendemos ahora, es un artefacto histórico reciente. Es posible, teniendo en cuenta lo que vivimos las millennial, que sea también uno que vaya a cambiar en no mucho tiempo.

Siempre se dice que el uso de la palabra teenager [adolescente] en inglés es sorprendentemente reciente. Jon Savage explica en Teenage que los estadounidenses no le dieron el significado que tiene ahora hasta 1944: la adolescencia moderna nace con el final de la II Guerra Mundial y la palabra fue «un término comercial empleado por los publicistas y las empresas que reflejaba la capacidad de consumo que acababan de descubrir entre los adolescentes».

La juventud, tal como la conocemos y entendemos ahora, es un artefacto histórico reciente

Esto no significa que la adolescencia haya arrancado como tal más o menos con el desembargo de Normandía. En castellano, la palabra adolescente ya se usaba desde mucho antes para definir el período de la vida vinculado a la juventud, por ejemplo. Lo que sí fue cambiando a lo largo de estos dos siglos fue lo que pasa en ese período de edad y cuánto dura, así como la percepción social de lo que supone. Savage defiende que la adolescencia moderna se inicia en el último cuarto del siglo XIX —el diario de Marie Bashkirtseff (1887) es casi un hito fundacional de las modernas angustia y frustración adolescentes, cuenta— y se va asentando con el paso de las décadas y la consolidación de la sociedad de consumo. Entre ser un escolar y una persona adulta con trabajo y responsabilidades se ha asentado una etapa intermedia, una especie de fase clave incuestionable de crecimiento. Es la juventud, con todas las cosas vinculadas tanto a ella como a cómo se vive la vida, ese período de descubrimiento, de preparación para la edad adulta.

El paso de las décadas la fue alargando, porque la gente se iba casando cada vez más tarde y ampliaba ese tiempo de formación. En los primeros años 2000, el sociólogo Jeffrey Arnett acuñó un término para hablar de un cambio social que se estaba produciendo. Hablaba de «emerging adulthood», la edad adulta emergente. Su material de estudio no eran los millennials, sino la generación que los precedió, la X (los mileuristas españoles). Aunque su análisis está centrado en Estados Unidos, esos cambios sociales también se estaban registrando en otros lugares. En 2001, un libro blanco de la Comisión Europea ya concluía que la idea de juventud estaba en proceso de transformación. Los jóvenes tenían vidas más diversas que las de los del pasado y también estaban retrasando las grandes decisiones vitales.

Volviendo a Arnett, en su libro se lee: «Para la gente joven de hoy, el camino hacia la edad adulta es una larga vía». Para Arnett, la gran diferencia entre la gente joven que estaba viendo y la que la había precedido era que en su ahora se estaban casando y teniendo hijos más tarde. Antes eran comportamientos que se realizaban en la primera mitad de los 20 años y en su momento ya estaban en el tramo final de esa década (insisto, hablamos de su muestra, la población estadounidense). El calendario de las grandes decisiones vitales se retrasaba, pero Arnett no defendía que hubiese que pensar que la adolescencia había comenzado a ser más larga. Él creía que simplemente había aparecido una nueva fase vital, que además también ponía en cuestión esos grandes hitos vitales. Esos adultos emergentes de la Generación X ya se estaban preguntando si aspirar a las mismas cosas que parecían incuestionables en la década de los 50 era realmente necesario y feliz.

Durante ese período extra vital que estaban creando, los adultos emergentes se centraban en explorar su identidad y veían el momento como una era de posibilidades. También vivían centrados en ellos mismos, sintiéndose en una tierra de nadie —ni adolescentes ni adultos— y asumían una elevada inestabilidad vital. Eso sí, tenían una especie de deadline claro, el de los 30 años. Era el momento que marcaba el fin de la juventud como tal. Si a los 30 años no tenías las cosas claras, mal andabas. Cuando leí los datos que aporta Arnett, comprendí toda esa obsesión de las protagonistas de algunas novelas románticas contemporáneas estadounidenses por casarse y tener hijos antes de los 30 —escritas, eso sí, por autoras que no son millennials— o cómo los 30 son un elemento que se usa como frontera psicológica en tantas series y películas. También me pareció que todas las cosas que Arnett contaba eran un tanto millennial, pero que para esa generación la data de caducidad estaba menos clara. Esa edad adulta emergente es casi el estado por defecto millennial. De hecho, esta es la generación que ha convertido la palabra adulting en una clave global para capturar ese zeitgeist.

Durante ese período extra vital que estaban creando, los adultos emergentes se centraban en explorar su identidad y veían el momento como una era de posibilidades.

La invención del adulting como concepto pertenece a la periodista estadounidense Kelly Williams Brown. Miles de listicles, artículos de clickbait y actualizaciones en redes sociales han acabado por convertirlo en un éxito absoluto, que ha salido del inglés para ser reconocido por los millennials de medio mundo como un elemento más del lenguaje online. La propia Williams Brown reconoce que la propia palabra ha acabado cansándola, porque se ha convertido en uno de estos términos cuquis que se emplean en todas partes y que han sido mrwonderfulizados. «Adulting como palabra ahora realmente me molesta», le dice la creadora a Kayleen Schaefer. Schaefer es la autora de But You’re Still So Young, un libro sobre justamente como los millennials que ya tienen 30 están redefiniendo lo que supone ser un adulto y especialmente tener treinta y tantos. Para los sociólogos, nos cuenta, ser adulto implicaba cumplir con una lista de eventos vitales, un listado que se asentó como tal en los años 50. Adulta es la persona que ha acabado los estudios, se ha ido de casa, es independiente en cuestiones económicas, se ha casado y tiene hijo(s). ¿Pueden entonces ser considerados adultos los millennials si se les aplican esos filtros? No se trata solo de que esos puntos vitales tengan cierto toque de sociedad patriarcal clásica, sino que en general a los millennials les ha sido imposible cumplirlos incluso si era lo que querían. Puede que no les interesasen algunos de esos requisitos porque no encajaban con su proyecto de vida gracias a los cambios sociales, pero ante otros les es difícil o imposible llegar por culpa del momento que les tocó vivir.

Una de las críticas habituales que se le hace al grupo es que son la generación Peter Pan, obstinados en no crecer y atrapados en una juventud eterna. Sin embargo, los millennials no solo son los herederos de los cambios sociales de las décadas anteriores, la confirmación de que un mundo de padre, madre y dos hijos como única opción de vida se ha acabado para siempre —lo que supone la cara positiva de toda esta historia, aunque a los grupos demográficos de más edad les cueste a veces visualizar que la edad adulta de sus hijos y nietos no deba ser necesariamente eso—, sino que además se vieron golpeados por la recesión, la precariedad y toda la resaca económica que el siglo XX le dejó al XXI. Es difícil sentir que eres una persona adulta cuando vives en casa de tus padres, cuando te tienen que ayudar a pagar el alquiler o cuando no paras de encadenar contratos de trabajos basura.

De hecho, incluso teniendo presente que la millennial es la generación heredera del cambio social de la juventud ampliada, la propia gente del grupo empieza a estar muy lejos por edad y por situación mental, por así decirlo, de ser adolescentes. Durante la primavera de 2021 se hizo viral, sirviendo como base para una avalancha de memes, tuits de enfado, artículos y listicles, el concepto del «millennial geriátrico». Erica Dhawan, una experta en liderazgo, acuñó el término en una publicación sobre trabajadores de la plataforma Medium para referirse a los nacidos entre 1980 y 1985. Para los propios millennials, la idea casi resultó ofensiva, pero también funcionó como un choque, una llamada de atención que les recordaba que no eran ya tan jóvenes. A mí ya me la había dado unas semanas antes una nota de prensa que hablaba de señoras de mediana edad cuando vi que esas señoras eran mujeres de más de 35 años y yo ya era una de ellas. Cada vez que los medios hablaban —para mal— de la juventud y el coronavirus, ni siquiera estaban hablando de la gente millennial.


Esto es un fragmento de ‘Millennials. Unha xeración entre dúas crises‘ (Editorial Galaxia), por Raquel C. Pico.

Esta es una traducción del gallego realizada por la misma autora.

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