Libertad, una historia de la idea
Preguntarse por la libertad es preguntarse por la condición humana, una pregunta que es la base del ensayo ‘Libertad. Una historia de la idea’ (Athenaica Ediciones, 2024) de Josu de Miguel Bárcena.
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El uso del adjetivo «libre» en las principales lenguas europeas es antiguo. El griego eleutheros –libertad– se encuentra en la obra de Homero, que se refiere al deseo de vivir de acuerdo con las patroi nomoi (las costumbres de los padres de perdurar entre las gentes del propio pueblo) y a no tener que someterse a la voluntad de un individuo demasiado engrandecido. En la poesía de Alceo de Mitilene la palabra «libres» se acredita de aquellos hombres nacidos de padres no esclavos. Por otro lado, el concepto de autonomía (autós + nómos) surgió de manera espontánea del sentimiento de falta de libertad del resto de ciudades por una política exterior, la de la Liga del Peloponeso, que estaba en manos de la ciudad de Atenas (siglo V a. C.).
Uno de los primeros testimonios del uso explícitamente político de «libre» se halla en Solón, quien instauró la Constitución a la que siempre habría que volver (Aristóteles), al contraponer las ciudades que se rigen por la democracia frente a aquellas que permanecen esclavas. En Platea, escenario de la última batalla terrestre de la segunda guerra médica, se instauró un «día de la libertad» (eleutheria) en memoria de la victoria contra los persas: lo mismo ocurría en Siracusa, donde la festividad venía a celebrar la caída del tirano Trasíbulo.
En el léxico griego la libertad es la condición de quien (persona o ciudad) no está al servicio de una potencia extranjera o bajo una tiranía
Así las cosas, en el léxico griego la libertad es la condición de quien (persona o ciudad) no está al servicio de una potencia extranjera o bajo una tiranía: tiene, diríamos, una dimensión defensiva. Asimismo, uno de los atributos de la democracia antigua era la posibilidad de tomar la palabra en las asambleas: la libertad de hablar de los ciudadanos se correspondería con la parresia (parrhesia), convertida después en una especie de derecho a la palabra pública (isegoría). Se ha observado que en Grecia (siglo IV a. C.) ya habría una cierta conexión entre libertad y democracia que después fue incorporada al lenguaje moderno por aquellos (Mill y Tocqueville) que veían en la «tiranía de la mayoría» una amenaza para las instituciones liberales.
Los griegos –desde Solón y Clístenes– aunque tenían como objetivo abrir a una mayor participación al conjunto de los ciudadanos, concebían la política como un programa igualitario: dejando al margen la polémica sobre la propiedad entre Platón y Aristóteles, la isonomía aparece como un vocablo que complementa a la eunomía –sistema en el que todos son iguales ante la ley–y justifica el igual reparto de poder entre las distintas clases sociales (recuérdese la artificiosa distribución territorial de Clístenes, base del Consejo de los Quinientos). Por lo demás, las leyes sobre herencia, la adopción y el matrimonio procuraban, en la medida de lo posible, impedir la acumulación de la propiedad que entonces se veía favorecida por tradiciones muy arraigadas.
Siempre debe recordarse, en cualquier caso, que en Grecia tanto aquellos que cobraban un salario por su trabajo –los llamados pelátai– como los esclavos, tenían una relación de dependencia económica y política con el patronus que era completamente incompatible con la noción actual de libertad. Dicha relación se desarrollaba en el contexto del oikos o casa donde se integraban los miembros de la familia y sus bienes, incluidos los esclavos. Asimismo, el ostracismo era un procedimiento que permitía al pueblo, reunido en asamblea y en casos de conflicto o controversia que se considerase insuperable, expulsar o desterrar a un ciudadano de la polis por diez años.
La libertas de los romanos en el periodo republicano tiene elementos comunes con la libertad griega, aunque parece abandonarse el vínculo con el libre uso de la palabra o parresia. Libre en la Roma republicana es quien vive en un régimen de libertad, desde el punto de vista de la independencia política y del correcto funcionamiento de las instituciones y de las magistraturas, que dejan también cierto espacio a la participación del pueblo. Tras la Guerra Civil y el ascenso al poder de César, la libertas se convierte en un régimen político que reconoce el poder de los privilegios del Senado, las prerrogativas de los magistrados y el status de los ciudadanos romanos primero y de los italianos en general después. El propio Digesto trazaba una forma de libertad de alcance aparentemente moderno: «La libertad es la facultad natural de hacer uno lo que le plazca, a menos que lo impidan la ley o la fuerza».
El filósofo Epicteto denunció la incongruencia de un régimen en el cual los ciudadanos presuntamente libres están sin embargo sometidos al poder arbitrario del principado
El filósofo Epicteto denunció la incongruencia de un régimen en el cual los ciudadanos presuntamente libres están sin embargo sometidos al poder arbitrario del principado. El ejercicio activo de la libertad política, típica de la concepción democrática griega y de la época romana de la República, se debilita en la época imperial. Se entiende mejor así el éxito de un estoicismo que hace suyo Marco Aurelio, para el cual la única y verdadera libertad es aquella del espíritu, la «ciudadela interior». El cuerpo de un hombre, sin embargo, no es libre enteramente porque puede ser sometido a vínculos que no dependen de su propia voluntad. Este es el sentido, probablemente, de la libertas que reciben los primeros cristianos y en particular San Pablo, en la que la libertad auténtica de espíritu se opone a la siempre ilusoria libertad mundana.
Por último, el término proairesis, tomado del griego antiguo y que significaba capacidad de escoger o deliberar, estaba en la base de la posibilidad –moderna– de conocer la verdad y el bien y de librarse de los errores y el mal. La palabra latina que traduciría este concepto sería arbitrium, presente en las reflexiones más contemporáneas sobre las distintas etapas de la emancipación del ser humano y la sociedad. La libertad como «liberación de espíritu» habría impulsado la reflexión tardomedieval de Lutero que alentó la relación entre libertad y poder temporal, aunque la primera siempre quedaba a la gracia recibida por Dios. Esta liberación interior adoptó un sentido ético o político (por ejemplo, calvinismo), por lo que buena parte de los significados de la noción de libertad en las lenguas neolatinas o germánicas cubrían con posterioridad el área semántica que en griego era asociada a la proairesis.
Este texto es un fragmento de ‘Libertad. Una historia de la idea’ (Athenaica Ediciones, 2024), de Josu de Miguel Bárcena.
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