Sociedad

«Los maestros de la red, incluido Elon Musk, se sienten como los nuevos emperadores»

Fotografía original

Giulia Natalia Comito
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21
noviembre
2024

Fotografía original

Giulia Natalia Comito

El reconocido escritor y periodista Aldo Cazzullo (Alba, Italia, 1966) acaba de publicar en castellano el ensayo ‘Roma. El imperio infinito’ (HarperCollins, 2024), un libro que continúa su labor como divulgador de la historia y cultura italianas. En este caso, este ensayo abarca el recorrido de Roma y su legado, palpitante y eterno, en nuestra civilización occidental.


En Occidente, ¿seguimos siendo romanos? ¿En qué aspectos lo somos?

Los pueblos latinos −españoles, italianos, franceses, portugueses…− no podemos pretender ser descendientes directos de los antiguos romanos, ya que nos hemos mezclado con otros pueblos. Pero sí podemos reclamar su herencia, que es un hecho de leyes, de símbolos, de pensamientos. Y de palabras. Todo el lenguaje de la política procede de Roma: rey y pueblo, dictador y ciudadano, emperador y presidente, socialismo y comunismo, nacionalismo, Senado, República… Todas ellas son palabras romanas. Incluso los nombres de los meses, los signos del zodiaco, los días (excepto el sábado) son nombres romanos. Desde los vestigios antiguos hasta la arquitectura renacentista y neoclásica, desde el cine hasta el cómic, desde el arte hasta los videojuegos, todo nos habla de Roma, se inspira en Roma.

Roma fue mucho más que conquista, grandes batallas y pugna por el poder. Fue, ante todo, civilización. Sin embargo, gran parte de sus avances provinieron del mundo griego y de los filósofos e instructores que llegaron a través de la Magna Grecia. ¿Qué mejoras civilizatorias podemos atribuir en exclusiva a Roma? Como decían en La vida de Brian, ¿qué han hecho los romanos por nosotros?

«Democracia» es una palabra griega, pero la primera verdadera democracia fue Roma. En Grecia, el «poder del pueblo» se ejercía dentro de los muros de la ciudad. Pero Roma no debe considerarse una ciudad, sino una civilización. Todos los ciudadanos al sur del río Rubicón −es decir, de todo el centro y el sur de Italia− podían votar. Era el pueblo, no el Senado, quien hacía las leyes, elegía a los magistrados y declaraba la paz y la guerra. Y César llevó al Senado a los notables españoles. Se podía llegar a ser romano. Por ejemplo, dos grandes emperadores, Trajano y Adriano, y el mayor filósofo [romano], Séneca, eran españoles. Los romanos resolvieron el problema de la inmigración mediante la integración. Solo este legado bastaría. Pero hay muchos más. Los romanos han hecho mucho por nosotros. Por supuesto, también cometieron errores y a veces crímenes.

«“Democracia” es una palabra griega, pero la primera verdadera democracia fue Roma»

¿Y cuál es la influencia de Roma sobre nuestra manera de hacer política y de entender el mundo globalizado hoy?

¿Recuerda cómo terminaba la película Gladiator? El hispano, antes de morir, dice: «Había un sueño, que era Roma: se hará realidad». ¿Cuál era el sueño romano? La paz universal. Un gobierno mundial. Una comunidad tan vasta como el planeta, en paz no por débil y dividida, sino por fuerte y cohesionada. ¿No es este el momento adecuado para soñar tal sueño?

Hay también otra cuestión muy interesante que abarca en su libro, la concentración de poder de los magnates digitales. ¿En qué aspectos los próceres de la era digital están influenciados por el legado romano? ¿Existe riesgo de tiranía, de abuso de poder? ¿Lo estamos viviendo acaso ya?

No lo digo yo, lo dice Priscilla Zuckerberg: «Cuando fuimos de luna de miel a Roma, parecía que éramos tres, Mark, yo y Augusto, porque mi marido se hacía fotos junto a todas las estatuas de Augusto que veía». Los maestros de la red, incluido Elon Musk, se sienten como los nuevos emperadores, porque dirigen comunidades de personas que no se conocen, pero se reconocen en un lenguaje, en un código. Sí, los amos de la red tienen demasiado poder. Y pagan muy pocos impuestos.

El Imperio romano cayó en 1453, cuando Mehmed II entra en Constantinopla. Era una ciudad –y civilización– en abandono: salvo algunas pocas huestes mercenarias genovesas y aragonesas, nadie más acudió en auxilio de la ciudad, mermada en habitantes y en absoluta decadencia. ¿Por qué la Europa feudal de occidente deseaba el fin de Roma? ¿Qué significó para el pueblo otomano y su dinastía la toma definitiva de la ciudad?

Se trata de una cuestión muy interesante. Los occidentales los llamábamos bizantinos, pero ellos se llamaban a sí mismos romanos. Mehmed II se autoproclamó qaisar-i-rum, es decir, «César de los romanos»: no un usurpador, sino el nuevo emperador, el fundador de una nueva dinastía. Puede que la causa de Bizancio pareciera indefendible en Occidente. El hecho es que el imperio romano solo cayó realmente entonces. Pero tal vez nunca cayó. Cada emperador de la historia se ha sentido el nuevo César, y cada revolucionario se ha sentido el nuevo Espartaco.

«Cada emperador de la historia se ha sentido el nuevo César, y cada revolucionario se ha sentido el nuevo Espartaco»

Aun así, tiempo antes de que cayese Constantinopla hubo numerosos esfuerzos de eruditos bizantinos para copiar y trasladar la cultura grecorromana a tierras más seguras, como fueron Florencia y Bolonia. ¿Cuánto le debemos a la Roma bizantina en la recuperación de obras clásicas?

A Florencia, capital del humanismo, los eruditos de Bizancio ­–en particular [Basilio] Besarión­– llevaron los textos y las ideas de la Antigüedad griega, que Occidente había perdido y, por tanto, desconocía. Esto explica el nacimiento del pensamiento neoplatónico y el redescubrimiento de la Ilíada y la Odisea. Tras la caída de Bizancio, Besarión donó a Venecia en 1468 su colección de códices griegos y latinos, entre ellos el manuscrito más antiguo de la Ilíada. Al fin y al cabo, Venecia, con su pequeño imperio adriático, había surgido de una costilla del Imperio bizantino. El Renacimiento vino de Bizancio.

Roma mantuvo una admiración hacia Egipto, considerada ya por los griegos una tierra de saberes pretéritos e insondables. ¿Qué significó la derrota del bando de Marco Antonio y Cleopatra por Octaviano? ¿En qué medida Roma contribuyó a la pérdida final de las bibliotecas de Pérgamo, en Anatolia, y de Alejandría, en el delta del Nilo?

Egipto fue tierra de conquista para los romanos, y fue en tiempos de César cuando se quemó ­–durante los combates– la legendaria biblioteca de Alejandría, más tarde reconstituida, esta vez intencionadamente, por los conquistadores árabes. Es cierto, sin embargo, que Cleopatra sometió tanto a César como a Marco Antonio, mientras que fracasó en su intento de seducir al vencedor final, Octavio. En la Eneida, Virgilio narra [los combates navales en] Accio como una batalla entre Occidente y Oriente, en la que los dioses griegos y romanos luchan contra Anubis y los dioses egipcios. En realidad, hubo un sincretismo. E Isis se convirtió en la diosa favorita de los romanos.

Regresando a la gran urbe, ¿cómo era la vida en la antigua ciudad de Roma, que llegó a tener un millón de habitantes alrededor del siglo I? Virgilio canta en sus Bucólicas una oda al medio rural en oposición a la ciudad, pero claro, él había sufrido los estragos de una guerra civil…

Virgilio era ante todo un hombre tímido. No le gustaba la corte y mucho menos las multitudes. Roma era una metrópoli de contrastes, un crisol de etnias y religiones: la mitad de la población era de origen norteafricano. De vez en cuando, el emperador reprimía y expulsaba a los que no tenían trabajo. Era una ciudad tolerante, aunque persiguiera a los cristianos porque no los entendía: el cristianismo fue el derrocamiento del mundo romano, la pobreza de desgracia se convirtió en virtud, el cuerpo de maravilla en pecado, la cruz de símbolo de la muerte más dolorosa y humillante pasó a ser el símbolo de la salvación.

«Roma era una metrópoli de contrastes, un crisol de etnias y religiones: la mitad de la población era de origen norteafricano»

Por otra parte, ¿estaba respetado el rol de filósofos e intelectuales, más allá de su pertenencia a las clases aristocráticas y a la política, como el hombre nuevo que fue Cicerón, por ejemplo? ¿Cómo era la financiación a escritores y eruditos? Es más, ¿fue Roma la culpable de que se popularizara el uso del formato libro frente al papiro y al pergamino? ¿Y del tuit?

Fue César quien inventó los libros, o más bien quien importó a Roma y difundió por el mundo conocido la técnica que había visto en Egipto: no enrollar papiros, sino plegarlos, para poder hojearlos. Su escritura, sin embargo, seguía siendo la de cuando uno no podía extenderse demasiado: Gallia omnis divisa est in partes tres, o incluso solo veni vidi vici: tres palabras, doce caracteres; no se me ocurre un tuit más eficaz que ese. Por otro lado, César admiraba a Cicerón, su enemigo, y perdonaba a Catulo, que le había dedicado versos ofensivos, aludiendo incluso a su bisexualidad. Pero paradójicamente César, el verdadero fundador del imperio, era el líder de los populares, que hoy consideraríamos como la izquierda. Mientras que los senadores, incluidos hombres de letras como Cicerón, eran los líderes de los optimates, hoy diríamos la derecha.

«Veni vidi vici: tres palabras, doce caracteres; no se me ocurre un tuit más eficaz que ese»

Por último, ¿a qué desafíos semejantes a los que vivió Roma nos enfrentamos en el Occidente de nuestro tiempo? ¿Estamos atravesando una época de esplendor o de crisis de nuestra civilización?

Nos enfrentamos a los mismos grandes problemas que tenían los romanos, desde la inmigración hasta la guerra permanente. El imperio romano de hoy es el imperio americano. Que no es tan decadente como dicen: si hay un descubrimiento científico, un avance tecnológico, un éxito literario o de una serie de televisión, un medicamento… viene de América. China compra o copia. Los americanos, como los romanos, saben que el verdadero poder no está en la ocupación de territorios, sino en influir en las almas y en la economía.

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