Cultura

Thomas Mann, literatura y democracia

El escritor alemán Thomas Mann, uno de los más ilustres de la historia de la literatura, fue también uno de los mayores valedores del espíritu democrático durante el convulso período de entreguerras.

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27
septiembre
2024

Hans Castorp tal vez buscaba una cura y, sin apenas darse cuenta, se internó en la enfermedad y pudo mirar de frente su rostro agrietado. Cuando el joven llegó al lujoso Sanatorio Internacional Berghof, en los Alpes suizos, para hacer una breve visita a un primo que se curaba allí de una tuberculosis, no era consciente de que no abandonaría el lugar hasta pasados siete años. Durante ese largo período, conoció a muchos de los pacientes del centro y se enredó con ellos en disquisiciones políticas, sociales, culturales y filosóficas de gran calado que configuraron en él un nuevo modo de pensar.

Seguramente, el alemán Thomas Mann tampoco imaginaba, cuando en 1913 inició la escritura de La montaña mágica con la intención de hacer un relato breve, que acabaría entregando a la imprenta, once años después, un volumen que rondaría el millar de páginas y que quedaría como una de las obras más importantes de la literatura universal. Una novela que disecciona la decadencia de la burguesía europea, que caminaba sin querer saberlo hacia la Primera Guerra Mundial y sus terribles consecuencias. Durante el tiempo de escritura, su autor, como el joven protagonista, también cambió su modo de pensar.

Thomas Mann, nacido en 1875, creció en el seno de una adinerada familia alemana que, a pesar de proporcionarle estudios en reputados centros educativos, no logró que el futuro Premio Nobel de Literatura obtuviese importantes calificaciones académicas. No obstante, él sintió desde joven un desmesurado interés por el arte y la literatura, y de forma absolutamente autodidacta comenzó a escribir breves relatos que le facilitarían numerosas colaboraciones en la prensa de la época. A principios del siglo pasado ya gozaba de un enorme prestigio literario que quedó firmemente apuntalado con la publicación de La muerte en Venecia en 1912.

Mann adoptó una postura política ferozmente nacionalista y apoyó con firmeza la necesidad de la guerra

Antes de que estallase la Primera Guerra Mundial, el literato se adhería a movimientos nacionalistas moderados. Pero iniciada la conflagración, y durante los años que duró, Mann adoptó una postura política ferozmente nacionalista y apoyó con firmeza la necesidad de la guerra y el despotismo de la monarquía prusiana. Una postura que sufrió un viraje radical finalizado el conflicto, cuando Thomas Mann comenzó a hacer pública su adhesión a la República de Weimar. Tal adhesión culminaría el 13 de octubre de 1922, cuando pronunció su conferencia «Sobre la República alemana» en Berlín. Esta conferencia, dirigida a los jóvenes universitarios, supuso una firme invitación a estos para que apoyasen la República, abrazasen los ideales del humanismo y defendiesen los postulados democráticos.

¿Cómo se había producido tal cambio de posicionamiento político? Los motivos más íntimos pueden extraerse del largo período de tiempo que invirtió en escribir La montaña mágica, y también encontrarse entre sus páginas. Thomas Mann inició el proyecto antes de que estallase la guerra, que provocó que el autor no lo recuperase hasta 1919. El proceso de escritura, por tanto, fue paralelo al de la metamorfosis política del autor, y justamente en el plano político la novela supone un profundo análisis de los orígenes ideológicos del conflicto y de los desafíos que su finalización suponía, no solo para la naciente República de Weimar sino para toda Europa. En la novela, dicho análisis queda en manos de dos de sus personajes, que enfrentan sus puntos de vista en cada una de las numerosas discusiones que mantienen: Settembrini, defensor de la democracia liberal, y Naphta, portavoz de la intolerancia y el totalitarismo. En la novela ninguno de los dos logra vencer con sus argumentos. En el caso de Thomas Mann, los postulados democráticos resultaron victoriosos.

Thomas Mann continuaría evolucionando hasta erigirse como uno de los principales opositores al nazismo

Pero la defensa de la libertad y la democracia emprendida por Thomas Mann continuaría evolucionando hasta erigirse como uno de los principales opositores al nazismo. Una oposición clara y firme desde el primer momento y que defendió la socialdemocracia frente al fascismo alemán. El 18 de octubre de 1930, esta oposición cristalizó en su conferencia «Un llamamiento a la razón», en la que reclamaba la constitución de un frente común de la clase trabajadora y la burguesía culta para enfrentarse al fanatismo inhumano del nacionalsocialismo.

Cuando en 1993 Hitler fue nombrado canciller, Mann emprendió un periplo por Europa en el que dio varias conferencias y no dejó de denunciar el régimen nazi, que ya había incluido su obra literaria entre aquella considerada «antialemana». En 1936, se le retiró de manera oficial la ciudadanía alemana, y Mann permaneció exiliado en Suiza y, posteriormente, en los Estados Unidos, donde siguió difundiendo sus ideas democráticas y combatiendo, por escrito y de viva voz, la sinrazón del totalitarismo.

En 1952, finalizada ya la Segunda Guerra Mundial, Thomas Mann regresó a Europa y se afincó en Suiza, donde permanecería hasta su muerte, tres años después. Su defensa de la libertad y la democracia siguió conformando su corpus ideológico y el de una obra literaria memorable que no dejó de crecer.

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