Pensamiento

Freud y el malestar en la cultura

El libro ‘El malestar en la cultura’, de Sigmund Freud, trata el conflicto entre los intereses individuales y las exigencias de la sociedad. Se trata de una obra de gran calado cuya repercusión en el pensamiento mundial ha sido enorme. El propio título pone de manifiesto la incomodidad que necesariamente siente el sujeto a la hora de vivir en sociedad.

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19
septiembre
2024

Cuando habla de «cultura», Sigmund Freud hace referencia a la cultura como civilización. La palabra civilización proviene del latín «civis» (ciudadano) y «civitas» (ciudad), por lo que, cuando hablamos de civilización, nos referimos a culturas altamente desarrolladas, a culturas urbanas. Todo pueblo, tribu, nación, cuenta con una cultura, pero no toda cultura es equivalente a una civilización. Cuando Freud habla aquí de cultura hace referencia a una cultura sofisticada, compleja y tecnificada. Básicamente, lo que hace en el texto es analizar la situación de la persona que vive en el seno de la civilización occidental moderna y su malestar derivado.

Según Freud, el ser humano cuenta con determinados instintos que chocan con las exigencias de conformidad y adaptación asociadas a una vida civilizada. Aquí entraría en juego la clásica segmentación freudiana en lo que concierne a la psique humana. Esta estaría constituida por el yo (mente consciente), el superyó (norma social y moral) y el ello (impulsividad inconsciente). Ya en el seno del propio individuo, pues, surge una conflictividad insuperable entre diferentes ámbitos de la psique, que es generadora de gran ansiedad e infelicidad. Cada uno de estos segmentos empuja en una determinada dirección, orientación que varía en cada caso, creando un conflicto padecido por el sujeto en la forma de un desgarro moral y psicológico. Pongamos un ejemplo prosaico: el yo puede desear convivir monógamamente con una pareja, pero el ello exige tener relaciones sexuales con una amante, al tiempo que el superyó genera sentimientos de culpa. La cantidad de ejemplos de este tipo de tensión interna podría ser infinita. De este modo, el ser humano se ve atrapado, crucificado, por diversas necesidades, todas ellas imperiosas y de algún modo legítimas.

Freud pone de manifiesto la incomodidad que siente el sujeto a la hora de vivir en sociedad

En el caso de una psique inserta en la civilización, la impulsividad atávica ha de ser reprimida para poder convivir en sociedad, algo que necesariamente crea malestar y descontento en las personas. En esta obra, Freud pone de manifiesto cómo la represión sexual es estrictamente necesaria para poder desarrollar una civilización (el ser humano ha de sublimar su sexualidad para crear la civilización, nos dice); y, aunque Herbert Marcuse señalase que la «revolución sexual» acontecida en Estados Unidos en los años 60 podría contradecir las teorías del maestro, lo cierto es que, a pesar de cualquier supuesta revolución, la represión sexual sigue operando a día de hoy como lo hizo antaño (con algo menos de intransigencia, quizá).

Para Freud, aunque cultura y civilización sean herramientas diseñadas para combatir la infelicidad, representan, paradójicamente, nuestra gran fuente de miseria psicológica. Para el psicólogo, la gente es neurótica a causa de la frustración que suponen las exigencias sociales y culturales que nos son impuestas a diario. De ahí que la propia psicología freudiana surgiese a finales de la época victoriana, que concluye en 1901, dos años después de la publicación de La interpretación de los sueños (libro que sirvió de pistoletazo de salida a la fulgurante carrera del psicoanalista austriaco). Aunque la primera edición cuenta con 1900 como fecha de salida, en realidad fue publicada en noviembre de 1899. La época victoriana estaba abonada de neurosis a causa de la gran represión sexual que supuso dicho periodo histórico, por el conflicto surgido entre necesidades sexuales y exigencias sociales. Curiosamente, se cree que el origen material de esa extrema represión pudo ser la proliferación de enfermedades venéreas como la sífilis, llegadas a Europa tras la conquista de América. Naturalmente, en la visión de Freud, el instinto sexual cuenta con una primacía absoluta a la hora de explicar la neurosis y su fenomenología. De acuerdo con las tesis freudianas, es principalmente la represión del instinto sexual la que genera el malestar en la civilización.

Podríamos decir que la situación a la que hace referencia Freud se ha visto exacerbada desde 1930 –cuando este libro clásico fue publicado– pues nos encontramos con una muy incrementada tensión neurótica en la ciudadanía occidental. A pesar de que hoy la represión sexual es, en principio, menor, las formas hoy habituales de relacionarnos (mediadas por nuevas formas tecnológicas totalmente ajenas a la naturaleza humana, a nuestro desarrollo como homínidos) han sido fuente de múltiples neurosis. Vivimos, sin duda, la era dorada de las terapias psicológicas, que representan, naturalmente, una reacción al malestar generado por la cultura en la que vivimos. Lo peor de todo, de acuerdo con el análisis freudiano, es que no tenemos escapatoria, pues es nuestra propia naturaleza y el mundo que habitamos lo que sirve de base a nuestros desajustes psicológicos. La solución estribaría, quizás, en ser más fieles a nuestra propia naturaleza, de ahí que tanta gente, principalmente desde los años 60, haya rechazado la vida urbana y trate de hallar una nueva felicidad en entornos rústicos, practique el yoga o consuma ayahuasca periódicamente para resintonizar con su «ser interior».

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