Medio Ambiente

«Necesitamos trabajar más activamente en la regeneración de los océanos y no solo en su conservación»

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09
septiembre
2024

Su pasión por los mares y océanos le viene desde pequeño. Nacido y criado en Alemania, rodeado de asfalto y bosques, Markus Reymann, codirector de la Fundación Thyssen-Bornemisza, pasó los veranos de su infancia y adolescencia con su abuela en Escocia. Al hacerse adulto, y después de probar suerte como actor, concluyó que nada le producía mayor satisfacción que la protección y defensa del medio ambiente, especialmente del entorno marino. Así, en 2011 fundó, junto a Francesca Thyssen-Bornemisza, TBA-21 Academy, el brazo educativo y de investigación de la Fundación que pone el foco en los océanos, su protección y su conservación. Convencido acérrimo de la necesidad de cambiar el modelo de consumo para mejorar los ecosistemas, trabaja con ahínco por que la protección de los océanos y el medio ambiente trascienda y llegue a ser una práctica cultural. Charlamos con él sobre el papel del arte y los artistas para conseguirlo, el rol de la ciudadanía y el panorama internacional en el mantenimiento de una superficie que ocupa casi tres cuartas partes de la Tierra.


Uno de los motores de la Fundación Thyssen-Bornemisza es que el arte y la cultura pueden ser importantes agentes de transformación social y medioambiental. ¿Cómo pueden estas disciplinas provocar cambios en la sociedad y el medio ambiente?

Tenemos que remontarnos a la primera expresión [artística], las pinturas de las cavernas, que solían relatar escenas de la vida diaria. Somos animales contadores de historias y, normalmente, nos convertimos en las historias que contamos. Necesitamos empezar a contarnos mejores historias y creo que ese es el papel del arte y la cultura: crear imágenes de un planeta donde merezca la pena vivir y por el que merezca la pena luchar. En la actualidad, la historia que nos contamos es que estamos inmersos en una multicrisis; ninguno de los modelos actuales funciona, pero ese es el imaginario en el que estamos estancados. Las crisis, de alguna manera, siempre implican que podemos avanzar y salir de ellas, aunque muy pocas personas se imaginan cómo hacerlo y lo que significaría. Y ese es precisamente el papel que el arte y la cultura pueden ocupar.

«La manera en la que entendemos la relación entre arte y ciencia es la de añadir valor»

TBA21-Academy surge en 2011 como la pata educativa y de investigación científica de la Fundación Thyssen-Bornemisza. ¿Qué relación existe entre arte y ciencia?

De alguna manera, el camino que trazamos está basado en el conocimiento que, a su vez, está basado en la ciencia. Pero no solo, pues también [puede estar basado] en sistemas de conocimiento ancestral, tradicional, indígena. La Academia es un lugar para que todos estos sistemas coexistan, conversando, informándose mutuamente, beneficiándose los unos de los otros. El rol que el arte juega en este contexto es el de una disciplina constructora de conocimiento en sí mismo y la manera en la que entendemos esta relación entre arte y ciencia es la de añadir valor, que no se limite a un mero intercambio. La pregunta realmente es qué pasa cuando se juntan estas dos formas de entender el mundo y darle sentido.

Hace unos años, TBA21 fundó la organización Ocean Archive, un archivo digital que reúne información sobre los océanos y otros cuerpos de agua al que pueden contribuir desde entidades oficiales hasta investigadores y particulares. ¿Cuál es el principal objetivo de esta iniciativa?

Ocean Archive surge de nuestra experiencia en grandes conferencias como las COP, donde durante mucho tiempo fuimos la única organización de arte y cultura. Nos dimos cuenta de que siempre se preguntaban por qué estábamos ahí y qué hacíamos, y dicha curiosidad nos llevó a darnos cuenta de algo interesante: reunía alrededor de una mesa a gente que, de otra forma, nunca se hubiese juntado. Concluimos que era necesario que más gente se uniera a la conversación, pero el problema era que no se encontraban y quisimos propiciar ese encuentro. Ocean Archive es una plataforma digital basada en el usuario, donde todo el mundo tiene la posibilidad de subir contenido sin que exista jerarquía disciplinar (porque, en esta plataforma, el conocimiento de un pescador tiene el mismo valor que el de un científico). Empezó a fascinarme la idea de fracaso, de todas esas ideas que nunca se han publicado porque el experimento no se terminó o no salió bien. Nuestro mundo se rige por la idea de éxito, que implica monetización, y la pregunta que surgió fue cómo podíamos hacer que las personas pudieran publicar sus fallos y errores en la esfera pública para que otros pudieran continuarlos. Todo lo que está en el archivo se rige por Creative Commons, de forma que ningún contenido puede ser monetizado por una tercera persona. Luego, algunos no se pueden tocar y deben quedarse como están y otros se pueden modificar, cambiando o añadiendo cosas. La idea es no solo encontrarse, sino colaborar.

«Nuestro mundo está dirigido por la idea de éxito, que implica monetización»

En 2025, TBA21 liderará la parte de arte y ciencia de la III Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos. Uno de los objetivos es promover la financiación del ODS 14 (conservar y utilizar sosteniblemente los océanos, los mares y los recursos marinos). ¿Cómo se puede involucrar más a los distintos actores implicados para lograr las metas estipuladas para 2030?

Esta conferencia la organizan Costa Rica y Francia, que han determinado cinco temas en los que se quieren enfocar: minería en alta mar, biodiversidad, plásticos, transporte marítimo y pesca. Francia es el primer país desarrollado que ha pujado por una moratoria en la minería en alta mar (de hecho, Emmanuel Macron ha dicho que este es el objetivo de la conferencia) y ahora lo está haciendo por la prohibición. Hay que tener en cuenta que no es lo mismo minería en alta mar, aguas internacionales –que se rigen por la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos– y las zonas económicas exclusivas. Por ejemplo, Noruega está pujando por minar sus propias aguas, algo donde la comunidad internacional tiene poco que decir. En esta conferencia, como en las COP, las conclusiones no son vinculantes; así que esto puede quedarse en otra reunión que acaba con un montón de declaraciones y buenas intenciones o ser una en la que se acuerda que hay una biodiversidad que proteger, más allá de los tratados de jurisdicción nacional, como el que regula las aguas de alta mar y que tardó 20 años en concluirse. Esperamos que esta sea una conferencia transformadora, porque estamos a mitad de camino de los ODS y vamos todavía muy por detrás.

Mencionas el Tratado Global de los Océanos de Naciones Unidas, firmado a principios del año pasado por unos 200 países, para proteger el 30% de la zona de alta mar de aquí a 2030. Es un compromiso que los expertos tildáis de histórico. ¿Por qué ha sido tan relevante? Pero, sobre todo, ¿por qué se ha tardado tanto tiempo en llegar a un acuerdo?

Creo que por una cuestión de intereses. En alta mar se pesca de forma muy intensa, pero solo pueden hacerlo unas siete u ocho naciones. Por eso costó tanto llegar a un acuerdo. Este tratado es importante porque, dentro de la Agenda 2030, uno de los principales aspectos es el llamado 30 por 30: proteger el 30% de la superficie de la Tierra y los océanos para 2030. Muchos científicos han declarado que este es el mínimo porcentaje necesario para no perder más biodiversidad. Puesto que el 60% de los océanos del mundo se encuentra en alta mar, es absolutamente necesario que estas aguas estén reguladas por este tratado.

«El 60% de los océanos se encuentran en alta mar; es necesario que estas aguas estén reguladas por el Tratado Global de los Océanos»

Además de los entes públicos y privados que mencionábamos antes, ¿qué papel juega la sociedad civil para alcanzar los objetivos marcados?

Como ciudadanos, nuestra primera y más potente herramienta es nuestro derecho al voto. También hacer que nuestros políticos tomen buenas decisiones. Además, podemos involucrarnos y apoyar organizaciones que trabajen por la regeneración y restauración de los ecosistemas marinos, por ejemplo. Y, por supuesto, las elecciones que llevamos a cabo, como el tipo de pescado que pescamos o comemos. Carlos Duarte, uno de nuestros miembros del Consejo, es un biólogo marino que trabaja mucho con cocineros Michelin investigando nuevas dietas de pescado saludables. Cuando analizas comunidades con buena salud y longevas, descubres que sus dietas se basan en pescado y mariscos. Y te das cuenta de que la idea no es tanto que todo el mundo pare de comer pescado como aprender qué tipo de pescado debemos comer. Cuantos más peces y moluscos comamos de la parte más baja de la cadena (mejillones, pequeños crustáceos, incluso pulpo o calamar) mejor será para nuestra salud, porque las toxinas que contienen [procedentes de la comida que ingieren] serán menores respecto a los animales más arriba de la cadena (como el atún o el pez espada).

Mencionabas antes el poder que, como ciudadanos, tenemos con nuestro voto. Me imagino que, como consumidores, también tenemos un gran poder eligiendo lo que comemos.

Por supuesto. Pero también pienso: como consumidores, ¿por qué tenemos que ser responsables de la botella de plástico y no lo es el productor de la misma? Tenemos el poder de llevar a cabo elecciones que impacten de forma directa o indirecta en la cadena y de elegir qué comemos y cómo, pero esto está muy relacionado con las situaciones socioeconómicas de las personas.

¿Crees, entonces, que necesitamos más información para llevar acabo elecciones más acertadas?

No creo que necesitemos más información. De hecho, creo que tenemos una sobrecarga de información. Lo que necesitamos es entender el significado de todo lo que nos llega. Piensa en nuestro consumo en términos de estaciones: ¿necesitamos comer aguacates todo el año o fresas en invierno? Este es el tipo de contextualización de la información que necesitamos para que las cosas tengan sentido. Aprender lo que significa producir fresas en invierno y luego exportarlas a los distintos países para que la gente pueda comerlas todos los días.

«Hay muchos ejemplos positivos que muestran lo que se puede conseguir cuando se colabora a gran escala»

La protección de la biodiversidad marina es condición sine qua non para la supervivencia del planeta. Aun así, la temperatura de los océanos sigue subiendo. ¿Cuáles son las principales asignaturas pendientes en este campo?

La temperatura de los océanos aumenta, porque son los mayores absorbentes de carbono y otros gases de efecto invernadero. Necesitamos trabajar de forma más activa en la regeneración, no solo en la conservación. No es suficiente solo con conservar los ecosistemas, [teniendo en cuenta] la velocidad a la que se degradan. Necesitamos regenerar e intentar encontrar soluciones basadas en la naturaleza, como la captura de carbono. Existe una narrativa un tanto contradictoria: por un lado, se dice que vivimos en un planeta saturado y que no hay suficiente comida para todos los habitantes pero, por otro, desperdiciamos una cantidad de comida sin precedentes. Las narraciones no cuadran. Tenemos que analizar nuestro consumo y eso es economía. Y no a todo el mundo le gusta hablar de economía.

Por el contrario, ¿cuáles son los mayores logros que se han alcanzado en los últimos años en la protección y conservación de la vida submarina?

El Tratado de Alta Mar, COP 21, el Tratado Antártico (en el que todas las naciones acordaron que no se podía explotar este territorio), la prohibición en la pesca de ballenas (gracias a la cual se ha recuperado la población). Creo que hay muchos ejemplos positivos que muestran lo que se puede conseguir cuando se colabora a gran escala. Necesitamos trabajar en la colaboración. Uno de los problemas es cómo están estructuradas las organizaciones, organizadas para competir y no para colaborar. También el actual clima político, tan polarizado, que nos está haciendo perder la capacidad para discutir de forma civilizada. El futuro del planeta está íntimamente ligado al de nuestras sociedades. El tejido cultural de nuestra sociedad se resquebraja, así como nuestra capacidad para tener desacuerdos y, pese a eso, seguir trabajando juntos.

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