Agua

Astronautas en el océano

En ‘Somos agua’ (Penguin Random House), la periodista Laura Madrueño se sumerge como buceadora en las maravillas del océano para reflejar el profundo daño que el ser humano está provocando en él a pesar de necesitarlo para sobrevivir como especie.

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08
junio
2021

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«La tierra suspendida en el espacio da idea de su indefensión. Debemos extremar nuestro ingenio y nuestra prudencia para evitar desguazarla». La tierra herida, Miguel Delibes. Siempre me ha llamado la atención que el ser humano haya investigado mucho más por encima de sus cabezas que en las profundidades de su propio planeta. Ha corrido más por salir al exterior, por volar, por llegar a la Luna, a Marte…, y sin embargo, apenas se ha llenado de sal para descubrir ese mundo extraterrestre y desconocido que tenemos justo ahí delante, en el horizonte, brillando bajo el sol. Seguramente, sin saber que en el océano también puedes sentirte como un astronauta flotando en el espacio exterior.

Es curiosa la desconfianza y el miedo que generan los océanos en la mayoría de las personas, y lo poco que conocemos nuestros mares a estas alturas. Hay cientos de especies que se siguen descubriendo cada día, otras tantas que desaparecerán sin que las hayamos hallado siquiera…, e incluso de muchas de las que tenemos catalogadas, os sorprendería lo poco que sabemos sobre sus migraciones, comportamiento y reproducción.

La inmensidad de los océanos siempre ha sido la barrera que nos ha impedido conquistarlos, y quizá el no poder ver qué hay más allá nos ha generado ese temor que se ha trasladado de generaciones en generaciones. Una aprensión que a su vez ha provocado sentimientos de rechazo y en general de poco interés por lo que ocurría en los mares, que parecían infinitos y se lo tragaban todo. Seguramente esa sea la raíz de todos sus problemas —y en consecuencia de los nuestros—, quizá ese desconocimiento haya sido el culpable de que no hayamos cuidado nada nuestros mares durante siglos.

«El océano me ha enseñado que a veces no eres capaz de ver especies porque ni siquiera puedes imaginarte que existen»

Sin embargo, a mí el mar me ha dado la oportunidad de sentirme verdaderamente feliz, y hoy estoy aquí escribiendo este libro con la esperanza de quitar ese miedo a la gente y contagiarle mi pasión por las profundidades marinas. El ser humano normalmente tiende a convertir su día a día en una rutina poco especial, y en general nuestros cumpleaños nos regalan prudencia, sensatez y poca improvisación. Lo cierto es que a medida que crecemos cada vez es más complicado que nos sorprendan cosas en la vida, por desgracia con los años perdemos esa inocencia y frescura tan maravillosas y nos olvidamos incluso de que hubo una primera vez para todo. A mí el mar me da la grandiosa oportunidad de vivir una primera vez casi a diario regalándome ese instante, el inicial, el nuevo, el que recordaré siempre.

El océano me hace sentir como una niña cada día que me sumerjo, algo que creo verdaderamente único en la vorágine que hemos convertido nuestra existencia. Los mejores momentos de mi vida me los ha regalado el océano. De mis primeros recuerdos en el mar, cuando mi padre me llevaba a lo negro enganchada a su cuello con apenas tres o cuatro años en Altea, sigo conservando en la memoria aquella luz, los rayos de sol partiéndose en el agua, las verdes praderas de posidonia meciéndose delante de nuestros ojos… y las estrellas de mar de un rojo que no he visto en ningún otro lugar treinta años después.

Desde pequeña he estado metida en el agua hasta salir con los labios morados, sin importar si era invierno o verano. Mis padres han sido buceadores desde los años setenta y me han llevado en muchas de sus travesías desde que nací. He crecido muy vinculada al mar y no he dejado de bucear desde que tengo uso de razón. El buceo me ha permitido conocer muchos lugares del planeta, sus fondos y sus especies únicas. Cada una de las inmersiones que he hecho en mi vida me ha enriquecido. Desde que empecé a bucear he ido escribiendo y dibujando religiosamente un diario de buceo que por primera vez va a ver la luz en este libro, en el que deseo compartir cada uno de esos momentos mágicos en los que el océano ha conseguido dejarme sin aliento.

Me gustaría que a través de estas páginas hicierais ese viaje conmigo, que os embarcarais en una aventura apasionante que espero que os acompañe para siempre. Ojalá sea este el principio de una bonita amistad con el océano y marque un antes y un después en vuestras vidas. Me gustaría compartir con vosotros lo que se siente al volar en el azul profundo. Lo que se siente al explorar a pulmón un barco hundido que combatió en la Segunda Guerra Mundial. O lo que sentí cuando se cruzó delante de mí una ballena de catorce metros en medio del océano Atlántico.

Lo que he tenido la oportunidad de vivir en los rodajes para nuestros documentales, buceando de noche, en apnea, con tiburones de cuatro metros de longitud rodeándome. O lo que he sentido ante crías de ballena que te miran fijamente y te analizan cara a cara, porque probablemente nunca antes hayan visto a un ser humano. Cuánto me he emocionado ante pequeños crustáceos de apenas milímetros, ante peces con patas, ante seres vivos totalmente marcianos. El océano me ha enseñado que a veces no eres capaz de ver especies, de reconocerlas, porque ni siquiera puedes imaginarte que existen.

«Lo que me ha impulsado a estar hoy aquí es lo que he sentido al ver arrecifes completamente muertos»

También me gustaría contaros lo que se siente buceando en total oscuridad, como un astronauta suspendido en el espacio. Lo que se siente recorriendo cuevas de agua cristalina moldeadas durante cientos de millones de años… O la indescriptible sensación de salir de bucear en mitad del océano en la noche más estrellada que te puedas imaginar. Pero quizá lo que de verdad me ha impulsado a estar hoy aquí escribiendo este libro es lo que he sentido al ver arrecifes completamente muertos. Lo que he sentido al ver cientos de pequeños plásticos flotando en el mar. O cómo se me ha partido el alma al ver a tortugas con el caparazón deformado por haber crecido atrapadas a un plástico, a peces y a otros seres vivos inmovilizados por redes kilométricas que se habían quedado pegadas al fondo, a tiburones aprisionados en horribles trampas de plástico. Lo que se siente al ver los fondos de nuestro mar Mediterráneo totalmente desolados y cubiertos de nuestros residuos, o llenos de peces asfixiados por los vertidos descontrolados. O lo que se siente al ver tantos plásticos flotando en la superficie del inmenso mar mientras navegas. Cuántas veces he llorado de rabia, de pena, de impotencia… en playas y en zonas costeras plagadas de plástico, imposible de recoger. Lo que he sentido en islas remotas que también estaban cubiertas de botellas de plástico. Lo que te destroza ver con tus propios ojos lo dañinos que somos como especie para este planeta. Lo que se siente buceando ahora en nuestros mares, cada vez más solitarios, sucios y cálidos.

Los océanos son nuestros pulmones y se están deteriorando muy rápidamente. Están desapareciendo especies, las condiciones del agua están cambiando y los plásticos ya forman parte de nuestra dieta aunque no lo sepamos. Y hoy en día, aunque parezca mentira, nos falta mucha información sobre nuestros mares y las especies que los habitan. En los últimos años también he compaginado mi trabajo en televisión con la realización de documentales submarinos, charlas y ponencias, con el objetivo principal de divulgar y dar herramientas para que entre todos podamos frenar la crítica situación que viven nuestros océanos.

Como dijo el comandante Cousteau, conocer, amar y proteger van siempre de la mano, y ese lema es hoy la moraleja de nuestros documentales. En este ensayo comparto por primera vez todas esas experiencias con las que me ha obsequiado el océano, y cómo y por qué gracias a ellas mi compromiso para conservarlos se ha convertido en el motor de mi vida. El planeta Tierra, en apariencia inquebrantable, es un sistema frágil y fascinante en el que todo está conectado, funciona a la perfección y es autosuficiente desde hace miles de millones de años.

Los humanos hemos conseguido encontrar su talón de Aquiles y desequilibrarlo de forma monstruosa en un tiempo récord. Se podría decir que el mayor de sus problemas somos nosotros, que en los últimos cien años hemos consumido más que nunca, hemos generado más basura que nunca, nos hemos reproducido como nunca, y hemos contaminado la atmósfera y los mares hasta límites alarmantes que incluso están cambiando el clima global del planeta.

«Más de 11.000 tiburones mueren cada hora por culpa del ser humano, la mayoría capturados mediante la práctica del aleteo»

En este libro analizo en profundidad y expongo de forma sencilla aquellos que considero los principales problemas a los que se enfrentan los océanos en particular, y el planeta y la humanidad en general: el calentamiento global, el uso masivo de plásticos y la sobrepesca. El calentamiento global es una realidad que está alterando la armonía de los ecosistemas terrestres y marinos, está modificando la duración y las temperaturas de las diferentes estaciones, está transformando los océanos —debido a la acidificación que estos sufren a consecuencia de las cantidades ingentes del CO2 que producimos—, está derritiendo los polos y haciendo que la subida del nivel del mar sea cada año más brusca, está contaminando el aire que respiramos, la tierra de la que nos alimentamos, está poniendo en peligro países enteros y zonas costeras, está generando fenómenos meteorológicos cada vez más extremos, la desertificación de vastos terrenos, sequías devastadoras, la extinción masiva de especies que a su vez dispara el riesgo de pandemias y nuevas enfermedades… En este libro veremos con detalle por qué se está calentando la Tierra más rápido de lo normal y cuáles serán las consecuencias a largo y a corto plazo para el planeta y para los humanos que lo habitamos.

En los últimos años también hemos inventado un material flexible, duradero, ligero, barato y prácticamente indestructible… Tanto es así, que ninguno de nosotros vamos a estar aquí lo suficiente para saber cuánto tiempo va a permanecer en el mar una botella de plástico de las que usamos a diario. Y el problema es que hemos hecho un uso tan desmedido de este material que en la actualidad existen millones de toneladas de plástico descomponiéndose en los mares, rompiéndose en pequeños trozos diminutos que están contaminando toda la cadena trófica oceánica hasta llegar a nuestros mercados. Otra gran amenaza de magnitudes colosales que está provocando la contaminación, muerte y desaparición de millones de especies, y que a su vez probablemente causará nuevas enfermedades a los humanos debido al consumo de nanoplásticos. Una factura muy preocupante porque aunque hoy mismo dejáramos de fabricar este material, ya existe tanto en los océanos que resultará imposible de limpiar en las próximas décadas, por lo que nuestra principal fuente de proteínas está en peligro crítico y, a su vez, una de las principales industrias del mundo, la pesquera, podría desaparecer si seguimos por este camino.

En los últimos años también he conocido de cerca otro de los frentes abiertos sobre los que apenas nos llega información y del que debemos estar informados cuanto antes: la sobrepesca a la que son sometidas cientos de especies tan vulnerables como los tiburones. Actualmente, y según las cifras más conservadoras, más de once mil tiburones mueren cada hora por culpa del ser humano, la mayoría capturados mediante la práctica del aleteo o finning. En este libro os contaré por qué esta es una de las especies más importantes de los océanos, imprescindible para el equilibrio marino y para mantener nuestro bienestar.

En las próximas décadas más de diez mil millones de seres humanos poblaremos la Tierra y ejerceremos una tremenda presión sobre los ecosistemas, sin duda un desafío para la humanidad en todos los sentidos. ¿Dónde y de qué manera vamos a vivir? ¿Cómo vamos a alimentarnos? ¿Cuáles van a ser nuestras fuentes de energía? Nos enfrentamos a nuevos retos que obligatoriamente traerán consigo cambios radicales en el sistema capitalista y de consumo en el que vivimos hoy, sobre todo porque las soluciones para mitigarlos harían necesario poner patas arriba el sistema económico mundial.

Pero también tendremos que lidiar con situaciones desconocidas y dilemas muy espinosos en las próximas décadas. El problema del cambio climático o el de la basura plástica es una externalidad de alcance mundial —que estamos causando todos los seres humanos que poblamos el planeta a través de nuestras actividades cotidianas— que ocurre en un periodo relativamente largo de tiempo. Esto significa que es muy complejo apuntar con el dedo a los culpables y a los que se tienen que ocupar más o menos de mitigarlo. En la actualidad los países que más dióxido de carbono (CO2) y más basura producen son precisamente los que menos sufren las consecuencias de ambas crisis. Por tanto, se trata de un verdadero reto ante el que no hay precedente y que pone en duda y riesgo el futuro de la humanidad en este planeta. ¿Qué haremos cuando no haya petróleo para todos? ¿Cómo podemos dejar de usar los combustibles fósiles? ¿Cómo podremos limpiar nuestros océanos de plásticos?


Este artículo es un fragmento del libro ‘Somos agua‘ (Penguin Random House), por Laura Madrueño.

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