Cultura
El insólito Nobel de Literatura de Winston Churchill
Como uno de los mayores estadistas del siglo pasado, Winston Churchill fue una figura clave para el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y, aunque se pensó que obtendría el Premio Nobel de la Paz, fue galardonado con el de Literatura.
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Winston Churchill ha pasado a la historia como uno de los políticos más importantes del pasado siglo. Al frente del Reino Unido, fue determinante para la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial. Políticos, pensadores e historiadores no han dejado de mencionarle como artífice de la resistencia. Su capacidad de oratoria logró alimentar la esperanza, no solo de los ciudadanos de la nación de la que fue primer ministro entre 1940 y 1945 y, después, entre 1951 y 1955, sino de gran parte de europeos consternados ante el asedio de las tropas nazis.
Nacido en Londres, en 1874, este político, militar y estadista también desempeñó labores periodísticas y de escritura que, muy posiblemente, fuesen la base de sus famosos discursos. De ideología liberal y capitalista, militó en las filas del Partido Conservador, y en su primer discurso como primer ministro ante la Cámara de los Comunes arengó a la nación asegurando: «No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor». La frase se hizo mundialmente célebre en su variante de «sangre, sudor y lágrimas», aunque no se trataba de una idea original, sino que ya aparecía en una novela de Henry James, en un poema de Lord Byron y en discursos de Theodore Roosevelt y de Giuseppe Garibaldi. Pero tal vez su potente oratoria y la importancia de aquel discurso que inauguraba un período clave de la historia británica lograron que se le atribuyera la autoría.
Durante su mandato, Churchill asumió con audacia numerosos riesgos con la única intención de acabar con Hitler. Riesgos y decisiones que sabía no contentarían a toda la población, pero que tenía la certeza de que eran imprescindibles para la nación. No titubeó al sostener que era imprescindible el combate, y no despreció los errores cometidos, sino que los consideró siempre fermento imprescindible para futuros aciertos. Justamente, los innumerables errores que había cometido antes de iniciar su mandato como primer ministro valieron que en aquel momento numerosos ciudadanos y detractores se mofaran de él. Previamente había sido ministro del Interior, primer lord del Almirantazgo, secretario de Estado para la Guerra y ministro de Hacienda. Toda una serie de cargos que no le valieron gran reconocimiento entre sus pares y que, además, sirvieron para mostrar sus contradicciones.
A pesar de haber pasado a la historia como el gran enemigo de la Alemania nazi, apoyó a Mussolini y se opuso a la aplicación de sanciones internacionales a Italia cuando invadió a Etiopía. Durante la Guerra Civil española, defendió la política de no intervención adoptada por el Reino Unido, basándose exclusivamente en su antipatía hacia los republicanos españoles. Defendió la superioridad británica ensalzando la colonización de la India como necesaria para el bienestar de sus habitantes, «primitivas, pero agradables razas». Criticó el derecho a voto exigido por las sufragistas asegurando que las únicas mujeres que podían desear el voto eran «las de naturaleza más indeseable». Una serie de posicionamientos que contradicen la imagen de político defensor de la libertad con que ha pasado a la historia.
En su obra, Churchill se erige como protagonista absoluto y recorre el conflicto ensalzando sus virtudes
Pero un hecho sorprendente y menos conocido es su obtención del Premio Nobel de Literatura en 1953. La Academia Sueca justificó el galardón por «su dominio de la descripción histórica y biográfica, así como por la brillante y exaltada oratoria en defensa de los valores humanos», llegando a compararle con Julio César.
¿Qué méritos literarios ostentaba Churchill, aparte los que subyacían en sus discursos?
Si bien escribió crónicas periodísticas en India, Cuba, Sudán y Sudáfrica, antes de entrar en política, tuvo una única obra. En los seis volúmenes de La Segunda Guerra Mundial, publicados entre 1948 y 1951, Churchill hacía un recorrido histórico por los principales acontecimientos ocurridos durante el sangriento conflicto, ensalzando sus propias virtudes y erigiéndose como personaje principal. Aparte de dichos volúmenes, Churchill escribió un breve ensayo sobre la posible existencia de vida extraterrestre que nunca publicó.
Según parece, los fideicomisarios del Nobel deseaban otorgar a Churchill uno de sus premios, y durante un tiempo pensaron en que fuese el Nobel de la Paz. Pero era difícil defender tal candidatura para una persona que había hecho de su vida política el escenario continuo de conflictos armamentísticos de gran calado. Fue por ello que, en última instancia, decidieron otorgarle el de Literatura.
Aún se debate si el hecho de que el galardonado no acudiese a la ceremonia de entrega del premio tuvo que ver con su enfado porque el general estadounidense George Marshall había obtenido el Nobel de la Paz, o con que por aquel entonces había sufrido el primero de una serie de derrames cerebrales que conducirían a su muerte en 1965. El caso es que su esposa, al recoger el galardón en su nombre, pronunció un discurso escrito por Churchill en el que afirmaba estar «orgulloso, pero también, debo admitir, pasmado por su decisión de incluirme. Espero estén en lo correcto. Siento que corremos un considerable riesgo y es que no lo merezco. Pero no tendré recelos si ustedes no tienen ninguno».
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