Pensamiento

La sincronicidad según Carl Jung

Cuando no podemos explicar por qué dos hechos aparentemente aislados se conectan, solemos llamarle casualidad. Sin embargo, desde la teoría junguiana, no se trataría de meras coincidencias.

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Eugenia Loli
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07
agosto
2024

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Eugenia Loli

Pensar en una persona y cruzarte con ella en la calle. Recordar a un amigo con el que no hablas hace meses y que te llegue un mensaje suyo. Que un desconocido pase hablando de ese libro que querías comprar. A este tipo de situaciones se les ha llamado de diferentes formas: coincidencia, azar, casualidad. Pero para el psiquiatra suizo Carl G. Jung recibe otro nombre: sincronicidad.

Estamos bastante familiarizados con la causalidad: de acuerdo con la ley de causa y efecto, una cosa sucede debido a otra que la hace suceder. Y, por lo general, todo lo que se salga de esa explicación –tan presente en las ciencias naturales– recibe comúnmente el nombre de casualidad. Una probabilidad que ocurre entre tantas otras. En La interpretación de la naturaleza y la psique, Jung sostiene que este «obviamente ha de ser susceptible de explicación causal y solo se lo denomina “azar” o “coincidencia” porque su causalidad no se ha descubierto hasta ahora».

Sin embargo, ¿qué pasa cuando no existe una causalidad que explique que algo haya sucedido? ¿Cuando se da una conexión entre dos hechos que no responde a la causa y al efecto? ¿Cuando definitivamente consideramos que eso que acaba de pasar(nos) no puede ser una mera coincidencia, una simple muestra de la azarosidad del mundo?

«En la mayoría de los casos se trata de cosas que no suelen mencionarse en voz alta por no parecer ridículo», escribe el psiquiatra, quien encontró en su observación clínica, sin embargo, que este tipo de situaciones tenían un «hondo significado para la experiencia interna» de sus pacientes.

A pesar de que la había incluido implícitamente en gran parte de su obra, fue solo hasta mediados del siglo XX que Jung definió la sincronicidad como «la simultaneidad de dos sucesos vinculados por el sentido, pero de una manera acausal». Es decir, se entiende que hay una conexión entre un hecho y el mundo externo, pero todo estaría ligado al estado psicológico del paciente, de aquella persona que ha vivido la sincronía.

Según Jung, la supuesta coincidencia surge de la atracción inconsciente del individuo entre sus circunstancias y su entorno

Así, la teoría junguiana es que esa supuesta coincidencia surge de la atracción inconsciente del individuo entre sus circunstancias y su entorno. Entonces, a esa conexión se le concede un significado simbólico, pues el contenido significativo es idéntico o muy semejante. En otras palabras, la clave radica en que se percibe la existencia de un significado profundo.

Para dotar de base científica su teoría de la sincronicidad, además de la observación clínica, Jung colaboró estrechamente con el físico teórico y Premio Nobel de 1945 Wolfgang Pauli. También conocido como el padre de la mecánica cuántica, Pauli fue un referente para los postulados junguianos sobre la acausalidad en los eventos sincrónicos. Incluso es el coautor del libro La interpretación de la naturaleza y la psique, en el que aparece un artículo suyo titulado «La influencia de las ideas arquetípicas en las teorías científicas de Kepler».

No obstante, el planteamiento sobre la sincronicidad no ha estado exento de controversia, y ha sido especialmente debatido desde los paradigmas convencionales que abogan por la evidencia empírica. Por esto, una de las principales críticas ha sido el sesgo de confirmación, entendido como la tendencia a darles a los hechos una explicación que se corresponda con nuestras creencias, interpretar nueva información de manera que esta confirme las ideas preconcebidas.

No hay duda de que la sincronicidad es altamente abstracta y que tiene mucho que ver con la subjetividad. Nuestro estado mental debe estar abierto para reconocer que dos sucesos simultáneos coinciden temporal o espacialmente, independientemente de su causa, o de las condiciones de espacio y tiempo. Además, como todo hecho psicológico, depende no solo de lo que sucede sino, principalmente, de su interpretación.

Hay quienes sostienen que esta teoría se basa en los propios sesgos cognitivos o que se trata simplemente de pensamiento esotérico. Pero lo cierto es que nadie está exento, así sea una vez, de experimentar de alguna forma la sincronicidad junguiana. Porque hablar de sincronía es hablar de relato mental.

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