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Bienestar, la condición irrenunciable para un nuevo futuro

El evento «Ciencia e innovación al servicio del bienestar», organizado por Ethic junto a Bayer, en el marco de su 125º aniversario en España, ha reunido a expertos para reflexionar sobre los avances científicos y los cambios del último siglo en materia de salud, alimentación y medio ambiente.

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Cuando el argentino Enrique Santos Discépolo escribió: «El siglo veinte es un despliegue de maldad insolente, ya no hay quien lo niegue», apenas era 1934. La letra de Cambalache, un tango legendario e inmortalizado para las masas por Carlos Gardel, ni siquiera pudo tener en cuenta el resto de sucesiones de barbaries y tragedias que estaban por venir y ya había retratado con aquel lenguaje lunfardo todo el sufrimiento e inmoralidad que deparaba el resto del siglo. Nueve décadas después de aquella canción, una serie de progresos nos han traído hasta una nueva realidad. En España, la esperanza de vida en los años 30 era de aproximadamente 50 años; hoy es el país de la Unión Europea con mayor esperanza de vida: 84 años de edad. A nivel global, estamos experimentando una curva ascendente en estas cifras y, de momento, no parece que eso vaya a revertirse.

Por esto no hay que olvidar que en el siglo XX también ocurrió algo extraordinario: el desarrollo de la medicina moderna gracias a la ciencia, y un cóctel de avances científicos en la alimentación y la industria farmacéutica. El descubrimiento de la penicilina, pasando por la anestesia, la estructura del ADN o, por supuesto, las vacunas son apenas algunos de los hitos más importantes que dispararon nuestra esperanza de vida y redujeron drásticamente la mortalidad infantil. Asimismo, la investigación y desarrollo de la medicina así como la implementación de los estados de bienestar han ayudado a democratizar el acceso a los fármacos para quienes los han necesitado. La potabilización del agua también fue clave para brindar a la humanidad una calidad de vida hasta entonces desconocida.

Concretamente, en el caso de la medicina oncológica, una de las principales afecciones de nuestra era, son las biopsias líquidas, así como la cirugía robótica a través de sus quirófanos inteligentes. Por otro lado, en el tratamineto de las enfermedades cardiovasculares los nuevos y pequeños dispositivos de asistencia ventricular han mejorado la salud cardíaca de millones de pacientes en el mundo. Y muchas cirugías cardiacas, hoy día, pueden realizarse a través de procedimientos mínimamente invasivos.

Altas expectativas en las nuevas generaciones

En nuestra sociedad moderna, los conceptos de bienestar, calidad de vida, salud o felicidad son elementos irrenunciables en nuestras reflexiones y acciones individuales y colectivas acerca de cómo construir el futuro que queremos. No hablamos de caer en el conformismo de aceptar un futuro a secas, sino de superar nuestras expectativas. Por esto, en el marco de la celebración de los 125 años de Bayer en España, el evento «Ciencia e innovación al servicio del bienestar» reunió a un grupo de expertos para discutir sobre los logros del pasado y los retos presentes y futuros. 

Baliña: «No tiene sentido pensar en ciudades sostenibles en un horizonte de 30 años si no entendemos qué población vamos a tener»

Los jóvenes no contemplan una vida sin un bienestar garantizado por la salud de todas las personas y los ecosistemas, ni tampoco una existencia desprovista de felicidad dedicada en exclusividad a la productividad económica. «Puede ser que mi generación fuese más feliz porque tenía menos expectativas, mientras que las generaciones de ahora son más exigentes y, por consiguiente, tienen más riesgo de frustrarse», reflexionó Julián Briz Escribano, catedrático emérito de la Universidad Politécnica de Madrid.

Tras la pandemia, Europa impulsó dos líneas para definir las políticas del mañana: la digitalización y la transición ecológica. Para Sara Baliña Vieites, directora de la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia del Gobierno de España, hay dos tendencias que hay que incorporar para diseñar políticas de largo plazo: el cambio demográfico y la concentración de población en las grandes ciudades. «Mirar estas grandes transformaciones nos sitúa en una buena disposición para entender dónde podemos generar bienestar, es decir, generar valor en la intersección de esas tendencias», apuntó. «No tiene sentido pensar en ciudades sostenibles en un horizonte de 30 años si no entendemos qué población vamos a tener», añadió. No obstante, también hay que tener en cuenta el tipo de ramificaciones que tendrán estas tendencias en cuanto a la modificación de estructuras familiares, la sostenibilidad de los estados de bienestar e incluso el capital social de las sociedades del mañana.

Preservar la democracia y priorizar las soluciones conjuntas

Si bien los problemas actuales y los desafíos del mañana tienen ejes transversales, no afectan a todos por igual ni con la misma urgencia. «Cuando me hablan del cambio climático y el mensaje es que dentro de 50 años los mares van a subir, eso puede no interpelarme tanto, porque algunos de nosotros para ese entonces no vamos a estar aquí; por otro lado, el cambio climático que actualmente está provocando migraciones africanas porque no hay cultivos, es un argumento que a mí sí me llega», analizó Escribano. En esa línea, el catedrático enfatizó la importancia de que cada comunidad priorice los desafíos según su necesidad. 

En un mundo interconectado e interdependiente, los retos del futuro son globales, y por ende sus soluciones también

Ese trayecto de búsqueda de soluciones comunitarias pasa inevitablemente por uno de los pilares centrales tras la Segunda Guerra Mundial: la expansión del modelo de gobernabilidad democrática. «No hay otro remedio más que apostar con firmeza por las sociedades libres, la alternancia de los gobiernos y el cumplimiento de la ley; a partir de ahí habrá gente que pueda ser libre y feliz y encontrar su bienestar y habrá gente que no, pero esas serán las condiciones más justas para todos», señaló Luis del Olmo Flórez, secretario de Medio Ambiente para la Asamblea de Madrid.

Pero no es solo la democracia lo que hay que cuidar, sino también la democratización de los éxitos cosechados gracias a la inteligencia humana, su creatividad y su capacidad innovadora. En un mundo interconectado e interdependiente, los retos del futuro son globales, y por ende sus soluciones también. Esto pudimos comprobarlo durante la pandemia de la covid-19. El freno a la expansión del virus solo podía realizarse de forma conjunta, porque la afectación era global y sus efectos a la salud y a la economía, también.

En ese sentido, el próximo siglo ya vislumbra avances esperanzadores, como la agricultura regenerativa, cuyo enfoque es restaurar los suelos degradados a través de diversas técnicas de cultivo ancestrales. En el campo de la medicina, una de las mayores revoluciones serán las terapias génicas, que utilizan genes para tratar, prevenir o curar una enfermedad. 

Iñaki Imaz, director de la Escuela Nacional de Sanidad del Instituto de Salud Carlos III, no duda de la capacidad tecnológica de los próximos cien años, sino que las soluciones sean de amplio alcance: «Mi mayor preocupación es hacer que los cambios biotecnológicos sean extensibles a sociedades que no han conseguido el nivel de desarrollo tan equitativo que se ha logrado en Europa». En ese sentido, Laura Diéguez, directora de Comunicación y Asuntos Públicos Corporativos y Sostenibilidad de Bayer, coincidió en la importancia de cooperar. «Podemos mirar al futuro desde la generosidad, la visión compartida y el trabajo conjunto, que es como se consiguen los logros verdaderamente transformadores». Las eternas incógnitas humanas sobre de dónde venimos o adónde vamos, fuente de insomnio de los filósofos a lo largo de los siglos, hoy más bien dan la pista de un cómo: solo llegaremos a un futuro mejor si lo hacemos juntos.

Bienestar

Laura Diéguez, Luis del Olmo Flórez, Sara Baliña Vieites, Iñaki Imaz, Julián Briz Escribano y Raquel Roca

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