Medio Ambiente
Cosmética y algas, ¿un binomio sostenible?
La industria del cuidado corporal y la belleza ha incorporado estos ingredientes a buena parte de sus productos. La función de las algas en los ecosistemas es de vital importancia y una extracción desmedida supondría múltiples amenazas a la sostenibilidad medioambiental.
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El universo vegetal está cobrando cada vez mayor protagonismo en sectores clave como el de la alimentación. Nutrientes variados y beneficios, tanto en la dieta como en la salud, han propiciado que las plantas se hayan situado en la cúspide de las preferencias alimenticias. Y este no es el único sector en el que el verde y sus variantes se abren camino, aunque no se trate específicamente de vegetales.
Las algas se han convertido en un ingrediente clave en el mundo de la cosmética gracias a sus innumerables beneficios. Vitaminas, minerales y aminoácidos inician la larga la lista de nutrientes que proporcionan, ayudando a mejorar el aspecto y la salud de la piel. Pero uno de los motivos clave para que se alcen como ingredientes predilectos de cremas y bálsamos es su elevado contenido en antioxidantes, sustancias que ayudan a proteger la piel de los radicales libres, elementos clave en el envejecimiento y deterioro de la epidermis. Pero aún hay más. El catálogo de productos actual incluye, entre muchos otros, champús, jabones, lociones para el cabello, tintes o lápices de labios.
Buceando entre este nuevo fondo mercantil se puede comprobar que proliferan los extractos de algas marinas (o macroalgas), también conocidos como Kelp Extract, productos derivados de estas y que se emplean en distintas industrias, entre ellas la de la cosmética. Existen tres tipos, cada una con sus características propias: las algas rojas tienen propiedades antiinflamatorias y aportan luminosidad; las verdes rebosan vitaminas, hidratan y relajan la piel; las pardas hidratan y ayudan a prevenir la celulitis. La cuarta variante, las verdes-azuladas son las populares microalgas y se conocen por su alto contenido en proteínas y su capacidad regenerativa. En cualquier caso, todas ellas tienen algo en común: al tratarse de extractos naturales se consideran seguras y con pocos efectos secundarios.
Las macroalgas absorben del océano distintos nutrientes inorgánicos presentes en exceso, como el nitrógeno y el fósforo, además del carbono
En cuanto a la perspectiva empresarial, este negocio emergente tiene múltiples beneficios para quienes deciden apostar por él. En el mercado existen alrededor de 20.000 especies diferentes de algas. Algunas se recolectan durante todo el año, pero otras solo están disponibles durante un corto período de tiempo y son difíciles de conseguir. He aquí la pregunta clave: ¿no tiene ningún efecto para el medio ambiente la proliferación de esta industria? Como cualquier recurso que comienza a extraerse de forma desmedida y sin tener en cuenta el entorno, sí puede tener consecuencias, y no precisamente a largo plazo.
En su hábitat natural, las macroalgas absorben del océano distintos nutrientes inorgánicos presentes en exceso, como el nitrógeno y el fósforo, además de otros compuestos como el carbono, lo que contribuye areducir la acidificación de los océanos. Además, transforman el dióxido de carbono (CO2) en oxígeno y producen biomasa a partir de la energía del sol. Pero desde hace algunos años, la distribución de las algas en el fondo marino está sufriendo una importante transformación y los ecosistemas están perdiendo su capacidad para regenerarse. Algunas especies se han vuelto invasoras y no permiten el crecimiento de otras autóctonas.
En China, el mayor productor de macroalgas del mundo, casi la totalidad de la producción proviene de «alguicultura»; en Europa solo el 4%
No es necesario hacer un análisis demasiado pormenorizado de lo que podría ocurrir si este negocio, cual petróleo vegetal, se expande y la rentabilidad se convierte en la meta a toda costa. Al ya importante descenso de la población de algas que estamos experimentando, habría que añadir esta extracción con fines alimenticios o cosméticos. Para preservar la diversidad natural, lo idóneo parece optar por otras alternativas de cultivo, y se puede llevar a cabo a través de distintas vías: en agua, tierra, estanques, invernaderos y sistemas de canales. La clave es que este formato podría convertirse en sostenible, mientras que su recolección directa del océano supondría importantes amenazas.
En este punto, la experiencia supone una ventaja evidente: en China, el mayor productor de macroalgas del mundo, casi la totalidad de las algas que se producen proviene de la «alguicultura». En Europa, el 96% procede de recolecta directa. El mercado tiene todavía poco recorrido y el método tradicional se impone en esta parte del globo. Aunque es habitual recurrir a la importación. Habrá que esperar y confiar en que la investigación y la evidencia científica revelen posibilidades amables con el medio ambiente. ¿Será el futuro verde-azulado, rojo y pardo?
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