Cultura

Madame Bovary y el silencio roto

El destino de Emma, la protagonista de Gustave Flaubert, la convirtió en un símbolo de la lucha interna, uniéndose a otros personajes femeninos de la literatura que han sufrido un trágico final.

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06
mayo
2024

El suicidio de Madame Bovary, la protagonista de la obra maestra de Gustave Flaubert, ha sido objeto de análisis desde su publicación en 1857. La historia de Emma Bovary, una mujer atrapada en un matrimonio insatisfactorio y obsesionada con la búsqueda de la pasión romántica, culmina en un acto desgarrado: su propio suicidio. Este evento no solo marca el clímax de la novela, sino que también deja una profunda impresión en los lectores, quienes se ven obligados a reflexionar sobre la insatisfacción, la ilusión y las consecuencias de la búsqueda obsesiva de la felicidad.

Pero este no es simplemente un trágico final: representa la culminación de los sueños rotos y su incapacidad para reconciliar sus expectativas con la realidad. Emma, seducida por las novelas románticas que idealizan el amor y la aventura, se encuentra atrapada en un matrimonio monótono en la provincia francesa. A medida que sus fantasías se desmoronan y sus deudas aumentan, se enfrenta a un abismo de desesperación del que cree que solo puede escapar mediante la muerte.

El impacto del acto suicida va más allá de la trama de la novela, ya que plantea cuestiones más amplias sobre la naturaleza humana y la sociedad. La obra de Flaubert sugiere que la insatisfacción crónica y la búsqueda desesperada de la felicidad pueden llevar a consecuencias devastadoras, especialmente en un mundo que promueve ideales inalcanzables.

También refleja una crítica profunda a la sociedad de la época. Flaubert retrata una sociedad provinciana que sofoca a las mujeres y las relega a roles predefinidos, sin espacio para la individualidad o la realización personal. Emma Bovary es víctima de estas limitaciones impuestas y su tragedia sirve como un recordatorio de las consecuencias de la opresión.

Pero este final no es exclusivo de la obra de Flaubert. De hecho, el suicidio de personajes femeninos ha sido un tema recurrente en la historia de la literatura, lo que refleja las complejidades de las presiones sociales y personales a las que las mujeres han estado expuestas a lo largo del tiempo. Desde los dramas griegos hasta las novelas modernas, escritoras y escritores han explorado las razones detrás de los actos suicidas femeninos, a menudo vinculados con la opresión social, la enfermedad mental, amores no correspondidos o la falta de opciones frente a las circunstancias adversas.

Anna Karenina, Emma Bovary y Ofelia son algunos personajes que han representado la desesperación en la literatura

En Anna Karenina, la novela homónima de León Tolstói, la protagonista lucha contra su infelicidad en un matrimonio sin amor y se ve atrapada en una red de convenciones sociales y expectativas irracionales. Su suicidio es un acto de liberación, una forma de escapar de un mundo que le niega la posibilidad de ser verdaderamente ella misma.

Imposible no mencionar también a Ofelia en Hamlet, de William Shakespeare, quien, abrumada por la desesperación tras la muerte de su padre y la traición de Hamlet, se ahoga, un acto simbólico de su angustia y la falta de control sobre su destino.

Y también hay ejemplos en los que la realidad y la literatura se entremezclan. Es el caso de Virginia Woolf, la influyente autora británica cuya vida estuvo marcada por la lucha contra la depresión antes de suicidarse en 1941. A lo largo de su obra, Woolf exploró los temas de la identidad, el género y la alienación, y su propia experiencia influyó profundamente en su escritura. En su novela Las olas, Rhoda, uno de los personajes principales, representa el tormento interno y la desconexión emocional que a menudo preceden al acto suicida. Aunque nunca se menciona directamente, su doloroso viaje interior resuena como la propia lucha de Woolf contra la enfermedad mental y la sensación de estar al margen.

Asimismo, el suicidio de Sylvia Plath, la prolífica poeta y novelista estadounidense, es otro caso insignia, por su íntima conexión con la exploración del dolor en la obra literaria. Plath se quitó la vida en 1963. A pesar de su muerte prematura, a la edad de 30 años, su obra continúa resonando en generaciones posteriores, sirviendo como un recordatorio de las complejidades de la experiencia humana y la importancia de abordar abiertamente las enfermedades mentales, tanto socialmente como en la actividad artística.

Estas narrativas no solo arrojan luz sobre las realidades sociales y emocionales que enfrentan las mujeres, sino que también invitan a una reflexión sobre cómo la sociedad ha evolucionado en su comprensión y tratamiento de la salud mental.

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