Cultura

Breve historia de la zarzuela

El teatro lírico español se desarrolló en paralelo a la ópera europea y ha pasado por etapas tan diferentes como la ópera española, la zarzuela grande y el género chico.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
10
abril
2024

La zarzuela es un género que se caracteriza, entre otras muchas cosas, por los prejuicios que existen hacia él: para los no aficionados al teatro cantado, es algo antiguo y casposo; para los melómanos, es música menor, populachera y de escasa calidad. Lo cierto es que la palabra «zarzuela», término que nace porque las primeras representaciones del género se hacen en el Palacio de la Zarzuela, sirve como paraguas para diversas manifestaciones de teatro lírico que, en realidad, tienen como único punto común cantarse en castellano.

Los primeros usos de la palabra «zarzuela» para referirse a un espectáculo teatral cantado se remontan al siglo XVII, pero es lo largo del siglo XVIII, con el desarrollo en Europa de la ópera como género, cuando se desarrolla en España la zarzuela. En el siglo XIX se produce un estallido de popularidad del género, y empiezan a representarte cientos de títulos. Aunque muchas zarzuelas presentaban temas regionalistas y música de carácter popular, algunas eran más cercanas a la ópera italiana o francesa serias: es el caso, por ejemplo, de las obras de Francisco Asenjo Barbieri, con títulos como El barberillo de Lavapiés o Los diamantes de la corona.

Este tipo de zarzuela seria acaba desarrollándose en la «zarzuela grande», con compositores como Amadeo Vives con su Doña Francisquita. Se caracterizaba por tener una estructura en varios actos que la hacía similar a la ópera europea, aunque, a diferencia de esta, a menudo intercalaba escenas cómicas entre temas serios.

Las zarzuelas de ‘género chico’ inicialmente no fueron más que una estrategia comercial de los empresarios teatrales

A finales de siglo, la zarzuela grande empieza a convivir en los teatros con obras cortas de carácter ligero, las zarzuelas de «género chico», que inicialmente no fueron más que una estrategia comercial de los empresarios teatrales: como las obras de género chico duraban una hora o menos, se podían hacer más representaciones al día, y por lo tanto doblar los ingresos. La popularidad del género chico, con títulos tan emblemáticos como La gran vía de Federico Chueca o La revoltosa de Ruperto Chapí, acabó desplazando a las zarzuelas de tema serio, hasta tal punto que hoy en día, si hablamos de «zarzuela» a secas, parece que nos referimos exclusivamente a una obra corta y cómica. Es en estas composiciones donde la fusión entre ritmos populares y técnica compositiva alcanza su cénit, con melodías pegadizas que aún hoy tarareamos, como el célebre Dónde vas con mantón de Manila de La verbena de la Paloma de Tomás Bretón, uno de los compositores de zarzuela grande que se lanzó a experimentar con el género chico elevando así la calidad musical de este tipo de obras.

El género se convirtió en un símbolo cultural del franquismo y de la España del régimen, sambenito todavía hoy

Hasta la Guerra Civil siguieron trabajando en España grandes compositores de zarzuela. Es el caso de Federico Moreno Torroba o de Pablo Sorozábal, quizá el último gran maestro del género. Sorozábal cubrió todo el espectro posible de los subgéneros de la zarzuela, desde las melodías casi hechas para Broadway y Disney en Katiuska hasta el drama social de Adiós a la bohemia y la ópera de estilo verista en Juan José. Después de su muerte, los estrenos de nuevas zarzuelas se convirtieron en un goteo, y en los teatros se empezó a preferir la revista, heredera del género chico y antecesora en España del musical. Además, e igual que sucedió con la copla, el género se convirtió en un símbolo cultural del franquismo y de la España del régimen, sambenito que aún hoy muchos le siguen aplicando como acto de menosprecio.

Tras la desaparición de los compositores, la supervivencia de la zarzuela en la segunda mitad del siglo XX se debe en gran parte a la industria del disco y a la popularización de versiones cinematográficas y televisivas de las obras más famosas: imposible no pensar en las antologías de la zarzuela de José Luis Moreno  y José Tamayo o en películas como La verbena de la Paloma, con Concha Velasco, o La corte del faraón, con Antonio Banderas, entra otras. Las versiones en disco o en casetes son un clásico en cualquier casa familiar y, hoy en día, el streaming facilita el acceso a versiones nuevas y renovadas de estos títulos.

En las últimas décadas, parece que el auge del musical de Broadway ha sustituido a la zarzuela en la cultura popular como género de teatro lírico accesible a todos, con melodías pegadizas y producciones espectaculares aupadas por grandes campañas de márquetin. Los prejuicios hacia la zarzuela, tanto por ser considerada como música del régimen como por el snobismo de algunos melómanos, todavía siguen haciendo mella, y la zarzuela es un género minoritario incluso dentro del mundo de la música clásica.

En cualquier caso, y aunque no lo parezca, el teatro lírico español sigue vivo con estrenos como la ópera María Moliner o la zarzuela contemporánea Trato de favor, y a veces también a través de espectáculos como Barbián de Rodrigo Cuevas, que mezcla piezas de zarzuela con música electrónica. Casi todas estas presentaciones vienen del Teatro de la Zarzuela de Madrid, casa y centro de difusión del género, pero también existen otras iniciativas en más puntos de España: el Festival de Teatro Lírico Español de Oviedo, el documental Tiempo de Zarzuela o la inclusión de títulos de zarzuela en temporadas como la de Tenerife o la de Valencia. Todo ello ayuda a refrescar un género que, a pesar de haber sido reconocido recientemente como «Manifestación Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial», sigue siendo la gran deuda pendiente de industria cultural española.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

La (otra) España a la que volver

Guadalupe Bécares

En medio de la guerra contra la despoblación se juega una batalla para salvaguardar el patrimonio cultural inmaterial.

¿Qué nos hace felices?

Luis Suárez Mariño

Pensemos qué sería de nuestras vidas sin museos, sin música, sin teatro o de qué modo quedarían reducidas sin ellos.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME