Sociedad
Narcisismo: ¿patología o signo de los tiempos?
Hoy en día, las redes sociales se han convertido casi en el principal modo de relación social. Hay una presión por ofrecer una imagen perfecta, aprobada y admirada por los demás, algo que va más allá de la mera vanidad. Desde este punto de vista, el narcisismo emerge más como un fenómeno social que como un rasgo de personalidad.
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Narciso es un personaje de la mitología griega. Era tan hermoso que se enamoró de sí mismo al verse reflejado en el agua, lo que provocó su muerte. De este mito deriva el concepto moderno de narcisismo.
Las personas narcisistas son aquellas que presentan un sentido exagerado de su importancia. Demandan una continua atención y admiración; su capacidad de empatía está disminuida.
Diagnóstico: narcisismo patológico
A nivel popular, se habla de narcisismo para describir la excesiva vanidad y la imperiosa necesidad de mostrar una imagen personal positiva. Esta forma de ser puede transformarse en un patrón de grandiosidad, o sea, cuando la sobreestimación de las propias capacidades, la exageración de los logros y la obsesión por lograr los objetivos interfieren con una adaptación adecuada al entorno. En ese caso, el narcisimo es patológico.
Esta característica podemos encontrarla sola o en relación con otros dos rasgos psicológicos de especial importancia en el terreno de las relaciones sociales: la llamada «triada oscura». Se trata de un conjunto de características psicopáticas, narcisistas y maquiavélicas que, sin ser consideradas patológicas, tiñen la personalidad de ciertos individuos. Existen interesantes estudios que relacionan la violencia sexista con este tipo de personalidad.
¿Vivimos en una sociedad narcisista?
Hoy en día, las redes sociales se han convertido casi en el principal modo de relación social. Hay una presión por ofrecer una imagen perfecta, aprobada y admirada por los demás, algo que va más allá de la mera vanidad. Desde este punto de vista, el narcisismo emerge más como un fenómeno social que como un rasgo de personalidad.
El problema se plantea cuando el anhelo de reconocimiento y validación se convierte en el objetivo a alcanzar, no en un medio. Si ese empeño condiciona las demás esferas de la persona hasta el punto de llevarle a realizar comportamientos desadaptativos, acaba siendo un trastorno. Entonces, las relaciones más superficiales adquieren una importancia exagerada. El miedo a ser ignorado y a la cancelación condicionan el bienestar emocional.
La imagen social se ha convertido en un factor tan transcendental que está en la base de numerosos comportamientos, e incluso en la transformación de los valores prosociales. Hasta el acoso escolar puede tener una base narcisista.
El narcisismo va a la oficina
De lo que no cabe duda es de que el narcisismo patológico es nocivo para las relaciones humanas. La evidencia científica corrobora que altos niveles de estos rasgos generan entornos tóxicos, caracterizados por la falta de empatía, la manipulación e, incluso, la agresión.
No se pueden señalar oficios específicos en los que las personalidades narcisistas tengan una mayor presencia. Lo que sí podemos afirmar es que los rasgos propios de esos individuos, como la búsqueda de poder y la necesidad de admiración, son muy valorados en ciertos entornos laborales.
Ahí tenemos, por ejemplo, las profesiones cara al público, que precisan cultivar una imagen positiva. Aparecen nuevos trabajos, como los influencers, que se dedican a asesorarnos para mejorar lo que mostramos a los demás. Los filtros informáticos manipulan esa imagen hasta distorsionar la realidad. Cuanta más exposición, más se trabaja la imagen propia, dando más fuerza al sentido social del narcisismo.
No obstante, entre los rasgos narcisistas socialmente valorados y los patológicos hay una importante distancia. Solo lo consideraremos un trastorno cuando las disfunciones personales y emocionales son claras y necesitan un abordaje clínico.
Una búsqueda obsesiva por la aprobación
En definitiva, la sociedad actual no puede entenderse sin el afán por compartir todas las esferas vitales en busca de aprobación, tanto en persona como en el entorno virtual.
No obstante, tratar de poner una etiqueta a los modos de mostrarse ante los demás quizá no sea la mejor estrategia para comprender la socialización actual. El contexto digital traspasa fronteras y proporciona un público de tal dimensión para nuestros actos que cuesta abarcar todas sus repercusiones psicológicas y sociales. El narcisismo se convierte en una actitud, pero también es una herramienta social. Como todo, quizá en el equilibrio esté la virtud.
Agustina María Vinagre González es coordinadora académica del MU en Victimología y Criminología Aplicada, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja y Juan Enrique Soto Castro es coordinador Académico del Máster Universitario en Investigación Criminal, UNIR – Universidad Internacional de La Rioja. Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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