Sociedad

Confirmado: la juventud bebe menos alcohol

Las estadísticas no engañan con respecto a un fenómeno global, que apunta a los gustos y hábitos de una generación, los ‘centennials’, que no muestran el mismo interés por el alcohol que las generaciones precedentes.

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08
marzo
2024

«La juventud y la vejez no están dadas, sino que se construyen socialmente en la lucha entre jóvenes y viejos. Las relaciones entre la edad social y la edad biológica son muy complejas». Así sentenciaba sobre el relevo generacional el sociólogo Pierre Bordieu (1930-2002) en su ensayo Sociología y cultura (1990), donde cuestionaba las mismas fronteras cronológicas de la juventud y la construcción de esta en base a rechazar determinadas actividades que pasaban de este modo a ser consideradas propias de la adultez o la vejez.

Una de las evidencias de hacerse mayor es cuando te das cuenta de que aquello que para tu generación era una diversión, no lo es para las siguientes. En mi adolescencia, tomar un carajillo de brandy y bailar canciones lentas era una diversión «de viejos», porque lo que estaba de moda eran los ritmos rápidos y beber combinados de licor no aptos para estómagos sensibles, amén de que nuestros ídolos musicales e intelectuales tenían ese punto canalla obligado para resultar interesante. El término enfant terrible era como el santo grial de la modernidad y existían una serie de referentes musicales y culturales transversales, compartidos por varias generaciones a lo largo de más de tres décadas, que podrían incluso alargarse a cuatro. Los fines de semana mantenían unos rituales casi inamovibles que habían quedado fijados en el inconsciente colectivo por un taquillazo de los 70: Fiebre del sábado noche.

Las celebrities de los X, xennials y millennials (y si apuramos, también de boomers tardíos) bebían, fumaban, tenían cara de alimentarse mal y ojeras de haber acabado la noche del viernes en un after roñoso un domingo de madrugada. Kate Moss era la musa de la modernidad y solía divertirse acompañada del músico Pete Doherty, que vivía en un estado de embriaguez continuo, mientras que Amy Winehouse (incluso su apellido era alcohólico) fue la mártir millennial que se echó a perder por culpa de sus adicciones. El cuerpo escombro no era algo tan malo como ahora, que se ha convertido en contracultural, pues la salud y su correspondiente aspecto saludable es el nuevo símbolo del éxito. Qué cosas.

Algo avisaba de un cambio de hábitos importantes no solo por la creciente presencia de veinteañeros y adolescentes haciendo deporte en el gimnasio los domingos por la mañana –una franja horaria antaño reservada a la clientela vigoréxica- sino por la proliferación de espacios dedicados a zumos naturales y smoothies, comida veggie, pasteles caseros y espacios donde puedes acudir en compañía de tu gato. La tendencia, que empezó a hacerse evidente con el relevo generacional en los espacios de ocio tras el confinamiento de 2020, dejó al descubierto una serie de cambios que han venido para quedarse. Tanto los locales de restauración que cerraron o se reconvirtieron como el interés creciente en el deporte, parecen constatar que esta tendencia va más allá de la obsesión por la salud que generó la pandemia.

El consumo de alcohol en adolescentes europeos ha descendido un 23% desde 1980 hasta la década actual

Este cambio de tendencias con respecto al consumo de alcohol es, en parte, atribuido a las políticas de salud pública implementadas. Además, se constata el cambio de hábitos que está diferenciando a la generación Z, que no necesita salir tanto para socializar y divertirse. Según los datos facilitados por el informe EDADES 2023 sobre los hábitos de consumo de alcohol y otras drogas, los motivos por los que se bebe ya no van tan ligados a desinhibirse y encajar en grupos como en generaciones precedentes, sino como una actividad más de diversión. El consumo de bebidas energéticas y el botellín de agua en festivales compite con el alcohol, y aunque los centennials sigan perpetuando una costumbre –la de beber– muy consolidada desde tiempos inmemoriales, la disminución en su consumo habitual es un dato notorio.

Se calcula que el consumo de alcohol en adolescentes europeos ha descendido un 23% desde 1980 hasta la década actual. En España, este consumo se ha reducido en 2 puntos en solo una década, pasando de un promedio de 9,8 litros en 2010 a 7,8 litros de alcohol por persona en 2020, calculado para adolescentes de alrededor de 15 años, según datos de OECD Health Statistics 2022 y WHO Global Information System on Alcohol and Health (2019).

El hecho de que el consumo de alcohol haya descendido entre los centennials no significa tampoco que sean abstemios. Lo que han cambiado son los hábitos, que se han desplazado de un consumo habitual de alcohol, a un consumo menos frecuente pero más intenso. Es lo que se conoce como binge drinking o atracón de alcohol. No es una práctica nueva, pero sí tiene un nuevo anglicismo para referirse a ella.

Los hábitos creados por las modas no son algo trivial, sino un factor al que dan gran importancia algunos sociólogos, como el mencionado Bourdieu, que afirma que son una manera de rechazar algo para diferenciarse, pues los gustos son la «afirmación práctica de una diferencia inevitable». Mucho más radical es el sociólogo Gilles Lipovetsky (1944), conocido por sus ensayos sobre la hipermodernidad y su crítica hacia la figura de los Peter Pan, que en su manifiesto Contra la juventud (1992) ya acusaba a los jóvenes millennials de «bebedores de refrescos, manchita de impotentes» y arremetía «contra los que se obsesionan con el cuidado del cuerpo».

Los ídolos de los jóvenes actuales también tienen que pasar el filtro del ‘healty lifestyle’

En su más reciente Ensayo sobre la sociedad de la seducción (2020), Lipovetsky habla de una nueva cultura de consumo del capitalismo tardío caracterizada por un «fuerte aumento de los miedos y las preocupaciones relativas al cuerpo y la salud». Según él, «detrás del fun adolescent progresa un consumidor vigilante y ansioso. No se trata de una cultura de carácter infantil, sino de una cultura de prevención y sensibilización ante los riesgos de ‘mantenimiento sanitario’ y autovigilancia». De hecho, un estudio monográfico sobre el consumo de alcohol (2021) del Ministerio de Sanidad español, evidenció que una mayoría de los estudiantes de secundaria (76,8%) considera el consumo de alcohol de fin de semana como problemático, frente al 56,1% que pensaba lo mismo en 2016.

No es descabellado afirmar que la manera de diferenciarse de las generaciones precedentes no iba a pasar por beber o fumar más –lo que ya se llevaba haciendo desde 1980– sino siendo más sanos. Los ídolos de los jóvenes actuales también tienen que pasar el filtro del healty lifestyle, donde caben actividades deportivas, rutinas de belleza, helados con toppings de frutos secos y zumos verdes con superalimentos. En cualquier caso, es un buen dato que cambia el antiguo paradigma de que para ser aceptado y cool el hígado tenía que padecer resaca.

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