Cultura

El síndrome de Stendhal (tomados por la belleza)

Lo bello es deleite y goce estético, pero sus estímulos pueden ser abrumadores. Se trata de una afección psicosomática capaz de desatar reacciones fisiológicas como palpitaciones o vértigo.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
30
enero
2024
Sandro Boticelli, ‘Retrato de Simonetta Vespucci’, 1480-1485

Stendhal entró a la iglesia de la Santa Croce de Florencia sin saber que saldría de ahí al borde del desmayo. Como él mismo escribió después en su libro Roma, Nápoles y Florencia, «había llegado a ese punto de emoción en el que se encuentran las sensaciones celestes dadas por las bellas artes y los sentimientos apasionados». Le latía fuerte el corazón, sentía vértigo y palpitaciones, y caminaba con miedo a caer. La belleza de la basílica lo había turbado profundamente.

Más de un siglo y medio después de la experiencia vivida por el escritor francés, la psiquiatra Graziella Magherini, entonces directora del departamento de Salud mental del Hospital de Santa Maria Nuova, observó más de cien casos de visitantes que habían sentido vértigo, temblor, palpitaciones y desvanecimientos al ver el arte de las galerías y los museos florentinos. Ante sus hallazgos, denominó a ese repertorio de reacciones específicas como «síndrome de Stendhal», en honor al seudónimo de Henri-Marie Beyle (1783-1842), autor de Rojo y negro.

Lo que la especialista italiana describió por primera vez en los años 90 se trata de una enfermedad psicosomática que surge cuando una persona se expone y reacciona a algo particularmente bello. Ante obras de arte o maravillas arquitectónicas, quien sufre el síndrome de Stendhal se ve absolutamente sobrecogido por el goce estético, hasta el punto de que la exuberancia de la belleza puede desatarle un malestar físico. Quedar enfermo de emoción.

Quien sufre el síndrome de Stendhal se ve absolutamente sobrecogido por el goce estético, hasta el punto de desatarle un malestar físico

Conocido también como «síndrome de Florencia» o «síndrome del viajero», este sucede esencialmente entre turistas con alta sensibilidad ante la expresión artística que visitan ciudades con extraordinaria tradición cultural. Aunque no se trata de una afección catalogada en los manuales diagnósticos de la psicología o la medicina, esta emoción desaforada frente a algo excesivamente hermoso puede sobrecargar mentalmente a una persona hasta producir síntomas como la elevación del ritmo cardiaco, presión en el pecho, mareos o visión borrosa, e incluso desmayos, delirios o alucinaciones.

En la película de misterio El síndrome de Stendhal (1996), el director italiano Dario Argento muestra cómo una detective de policía queda presa del vértigo en la sala donde están expuestas la Medusa de Caravaggio y La primavera de Botticelli. El psicópata al que está investigando sabe que ella padece el síndrome así que la dirige hasta la galería para tenderle una trampa. El objeto artístico que atrae y seduce hasta dejar capturado al cuerpo.

Pero no se trata solo de ficción, ni de un malestar de décadas pasadas. De acuerdo con la presidenta de la organización Amigos de Florencia, Simonetta Brandolini d’Adda, se dan entre 10 y 20 casos del síndrome de Stendhal anualmente. En 2018, se conoció la noticia de un hombre de 68 años que había sufrido un infarto en la Galería de los Uffizi mientras contemplaba El nacimiento de Venus.

Al respecto, Eike Schmidt, director de la galería, afirmó que, aunque no es médico y no puede hacer diagnósticos, sabe que un museo como los Uffizi –que alberga a algunos de los exponentes más importantes del arte renacentista, como Sandro Boticelli, Caravaggio, Tiziano y Leonardo da Vinci– puede constituir «una posible causa de estrés emotivo, psicológico y también físico». Según le contó al periódico Corriere della sera, el museo ha visto múltiples casos de turistas que desarrollan malestar y aturdimiento, e incluso, en 2016, el de un joven que sufrió un ataque epiléptico mientras contemplaba la obra de Boticelli.

Pero, aunque la cuna del Renacimiento es la ciudad por excelencia donde los viajeros quedan tomados por la belleza, diversos lugares alrededor del mundo son considerados potenciales para producir el síndrome de Stendhal. El Taj Mahal (India), Angkor Wat (Camboya), Machu Picchu (Perú), Petra (Jordania), la Mezquita-Catedral de Córdoba, la Capilla Sixtina en los Museos Vaticanos y la Alhambra de Granada son solo algunos ejemplos.

Apreciar la belleza, ya sea del arte, de la arquitectura o de la naturaleza, es una de las cualidades más humanas. Está claro que lo que se considera «bello» puede variar según la subjetividad de quien observa, pero existen en el mundo algunas obras y paisajes que definitivamente contienen una significativa carga estética que, en ocasiones, es capaz de poner al observador, como dicen investigadores del Departamento de Neurociencia de la Universidad del Rosario, «al borde mismo de la existencia».

Y es que, en palabras de Apollinaire, «la belleza, ese monstruo», es capaz de producir un placer psíquico que puede llevar a la descompensación física y emocional. Pero, como bien dice el poeta francés, no es eterna. Y tampoco su sobredosis.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

La búsqueda de la belleza

Esther Peñas

Aunque parezca evidente, definir lo bello sigue siendo complejo. ¿Es lo bueno y lo verdadero o, en cambio, es estética?

El poder curativo del arte

Mariana Toro Nader

Escuchar música o ver una película puede conseguir estimular nuestro cerebro, mejorar nuestra salud y reducir el estrés.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME