Salud

Animales, fuente de bienestar

Compartir la vida con un animal o la simple interacción con ellos ofrece una serie de beneficios tanto físicos como psicológicos para nuestra salud, que están siendo confirmados por la investigación científica.

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25
enero
2024

Quienes conviven con algún compañero de más de dos patas conocen bien el secreto. Los animales, en especial los considerados domésticos, como es el caso de los tradicionales perros y gatos, proyectan un sentimiento de amor incondicional difícil de encontrar en las relaciones humanas. Ya sea en la infancia o en la vida adulta, la atención que recibimos de nuestros compañeros y la necesidad de cuidado que requiere su vida junto a la nuestra exige un compromiso pragmático que, muy a menudo, sirve de impulso cuando se sufren enfermedades mentales, físicas u otro tipo de traumas.

Por esta misma razón, las terapias con animales están multiplicándose entre los centros e instituciones que las ofrecen. La investigación científica parece avalar sus efectos: convivir con animales es una grata fuente de bienestar para el ser humano. ¿Hasta qué punto es así?

De la convivencia…

El impacto más investigado por los especialistas es el que nos proporcionan los animales de compañía. Algunos de los trastornos más comunes, como el estrés, la ansiedad o la depresión se ven aminorados junto a un animal. Y no solo mejoran el desarrollo de las afecciones psicológicas, sino que ayudan en una buena evolución de enfermedades fisiológicas como enfermedades cardiovasculares, alteraciones hormonales y del metabolismo, la epilepsia o el alzhéimer. Así lo atestiguó en 2007 el metaestudio La influencia de las mascotas en la vida humana realizado por el grupo de investigación Centauro, de la Escuela de Medicina Veterinaria de la Universidad de Antioquía, en Colombia.

No es una impresión subjetiva, por tanto, que la convivencia con animales nos haga sentir mejor. El juego con los animales reduce nuestros niveles de adrenalina, combatiendo los síntomas de los trastornos nerviosos, al mismo tiempo que nos hacen sentir mejor y queridos. Frente a enfermedades como la depresión, las atenciones que requieren los animales ayudan a mantener una serie de rutinas que impiden el progreso negativo de la enfermedad. Un claro ejemplo es salir a pasear con el perro. De hecho, durante los tres meses de confinamiento en España durante la pandemia en 2020 los breves paréntesis de paseo al aire libre y de juego junto con los canes ayudó a muchas personas a reducir los efectos de deterioro anímico durante aquel periodo, como atestiguan los resultados obtenidos por el equipo del investigador Nicolás Sánchez, de la Universidad de Málaga, publicados en 2021.

En la infancia, la convivencia con animales ayuda a construir la propia identidad, aportando autoestima y seguridad

En la infancia, la convivencia con animales en casa también es una fuente de beneficios, especialmente en fases tempranas del desarrollo cognitivo. Son conocidas las actitudes vigilantes de perros y gatos del bienestar de los bebés y su actitud protectora frente a peligros y agresiones que los más pequeños pueden llegar a sufrir. Sin embargo, la integración de un ser vivo no humano en el ambiente familiar ayuda a los niños a adquirir una mayor responsabilidad al tener que compartir tareas de asistencia al animal, mejora su capacidad para relacionarse socialmente a través de las actividades y juegos con ellos y, entre otras ventajas, la convivencia impulsa la edificación de su propia identidad, aportando autoestima y seguridad frente a periodos vitales más convulsos, como la adolescencia. Una investigación realizada en enero de 20202 por la Universidad de Jaén reúne las conclusiones de algunas de las principales investigaciones en torno a la infancia y a la convivencia de un animal en comparación con los niños y adolescentes que han crecido sin uno en casa. Todos ellos llegan al mismo fin: la presencia de un animal doméstico ayuda en el desarrollo psicológico y en la madurez de niños y de adolescentes en un grado significativo.

… a la terapia

No en vano, la evidencia científica ha llevado a incorporar a diversas especies animales en dos campos de terapia clínica.

Por un lado, se encuentra el aprovechamiento de ciertas aptitudes de determinados animales para detectar enfermedades. Es el caso sorprendente de un ave cotidiana en nuestras ciudades, las palomas. Tan amadas como despreciadas según el sesgo de la población, las palomas, entrenadas para ello, son capaces de acertar en un 72% de los casos en la detección de cánceres de mama mediante la observación de fotografías de tejidos gracias a su peculiar visión, lo que podría ayudar a mejorar la detección precoz de una enfermedad que causa más de 90.000 muertes al año solo en Europa occidental. Además, también se han podido adiestrar hormigas y perros para detectar muestras cancerígenas e incluso a personas enfermas durante la pandemia del coronavirus, como se llevó a cabo en este último caso en Estados Unidos.

En auge se encuentra la incorporación de perros, gatos y caballos como medio de terapia con personas con diversos síndromes, en hospitales y unidades psiquiátricas, y en residencias de mayores y centros de día. En todos los casos, el contacto estrecho con los animales favorece la reducción de la ansiedad, la preocupación frente a los problemas y una notable mejora de la sociabilidad. En el caso de los ancianos, la percepción de la soledad, que es uno de los grandes retos que la sociedad mantiene con las personas mayores, se ve apaciguada en las atenciones a los animales de compañía. De entre las muchas instituciones que facilitan estos servicios, una las fundaciones que más premios ha recibido por la calidad y número de sus proyectos y terapias es Fundación Centauro Quirón, en Murcia, comprometida con las personas con discapacidad funcional y psíquica y que apuesta en especial por la terapia con caballos y perros. Porque los animales (no nos quepa duda) son fuente de ineludible bienestar.

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