«Lo que se vive en nuestra sociedad es una ínfima parte de lo que ocurre en el resto del planeta»

El emprendedor, escritor y fundador de NASCO Feeding Minds, Ousman Umar, reivindica un cambio de estrategia en la ayuda humanitaria actual, así como la necesidad de incentivar una cooperación basada en el respeto y la humildad.

Artículo

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA

Artículo

El emprendedor, escritor y fundador de NASCO Feeding Minds, Ousman Umar, reivindica un cambio de estrategia en la ayuda humanitaria actual, así como la necesidad de incentivar una cooperación basada en el respeto y la humildad.


En el año 2005, una mujer lo saca de la calle. Se llama Montse. Se sienta a cenar con ella y su familia. Ousman habla árabe, inglés, además de los dos dialectos correspondientes a las tribus de sus padres, pero nada de catalán o castellano. Sin embargo, en aquella mesa todos se entienden. Tras una ducha y un plato caliente, Montse le acompaña a la que va a ser su nueva habitación. Lo mete en la cama y le da un beso en la frente. Al apagar la luz, Ousman se echa a llorar. ¿Qué hice mal? ¿Por qué tanto dolor?, se pregunta. Sin embargo, pronto descubre que la cuestión no es por qué, sino para qué. Si sigue pisando el mundo después de todo es para evitar que otros como él caigan en una patera rumbo al «paraíso».

Ousman Umar (Fiaso, Ghana) tiene unas cuantas cicatrices. Dos visibles en la mano. Se las hizo de pequeño soldando barcos y camiones en la ciudad de Techiman (Ghana). También guarda cicatrices de los 21.333 km que recorrió hasta llegar a Barcelona. Marcas de su travesía a pie por el desierto del Sáhara; de las persecuciones e incontables veces que fue encarcelado en Libia, porque durante la dictadura de Gadafi ser negro era un delito; de los dos naufragios que sufrió en el mar Mediterráneo; de las esposas y las detenciones al llegar a España; de los dos meses durmiendo en las calles de Barcelona. Esas cicatrices van ancladas a él. Pero no se ven. Hay que preguntar por ellas, escucharlas. Entonces, afloran. Ousman las enseña para que nadie más las lleve consigo. Las comparte a través de sus dos autobiografías Viaje al País de los Blancos (Debolsillo, 2019) y Desde el País de los Blancos (Plaza & Janés, 2021), pero sobre todo mediante las bases de su ONG NASCO Feeding Minds. La Organización proporciona, desde hace ya 11 años, educación digital a las generaciones más jóvenes de Ghana con el propósito de desarrollar su talento, así como ofrecerles oportunidades con las que poder diseñar un futuro en sus comunidades. Actualmente, el proyecto cuenta con 17 aulas establecidas en 58 escuelas de Ghana, las cuales reciben un volumen anual de 6000 alumnos. El proyecto ha sido reconocido y premiado a nivel nacional e internacional, siendo galardonado en los WSIS Prizes por el organismo especializado en telecomunicaciones de la ONU, ITU (International Telecommunication Union). En 2019, Umar cerró el círculo creando NASCO Tech, una empresa social que genera oportunidades laborales a los estudiantes graduados. Hoy en día, cuentan con 19 programadores trabajando en remoto para 5 empresas europeas.

«Creemos que lo sabemos todo y tendemos a decir a los demás cómo deben vivir sin saber quiénes son»

En numerosas ocasiones has comentado que habías querido ser «blanco, piloto, ingeniero, todo menos negro». ¿Por qué? Por aquel entonces, ¿qué suponía para ti ser una persona blanca?

Ser blanco implicaba ser ingeniero, piloto de avión, médico. Un dios. Hay que tener en cuenta que de donde venía, la aldea de Fiaso, tan solo éramos 100 habitantes y allí, en mitad de la selva, no teníamos televisor, radio o acceso a ningún tipo de información que no fuera la que nos ofrecía la persona que se iba a la ciudad y volvía. Lo poco que conocíamos era que los blancos sabían construir aparatos extraños, especiales. Recuerdo de pequeño ver por primera vez un avión volando en el cielo y preguntar quién lo hizo. Me dijeron que los blancos. Fue entonces cuando pasaron a convertirse en seres superiores.

Un continente, durante tantos años, vive una ardua historia de humillación, violencia y esclavitud, quedan huellas. Y después de seis generaciones sometidas al discurso de que los negros son inferiores, la idea acaba calando. Esta es la historia de siempre. ¿Por qué un grupo humano consigue oprimir a otra? A base de convencer a los oprimidos de que lo son. 

Con 9 años ya estabas trabajando como chapista y es después, con tan solo 13 años, cuando decides ir en busca de la «tierra de blancos» e iniciar un viaje hacia Europa. ¿Eras consciente de los riesgos que conllevaba aquel tipo de travesía?

No era para nada consciente de lo que me esperaba. Por otro lado, me gustaría destacar que el concepto de edad que hay en Occidente no es el mismo que en África. Para nosotros la edad pierde sentido en este tipo de contextos. En Ghana, el trabajo infantil está íntegramente asentado en el sistema. Las familias protegen a sus hijos cuando son pequeños –como hace cualquier animal–, pero luego el niño o la niña debe contribuir a la ayuda familiar. De pequeño, tenía que luchar para ganarme la vida. De alguna forma, nosotros ya nacemos adultos, como Benjamin Button. 

En Occidente se tiende a creer que todo el mundo vive igual, pero lo que se vive en nuestra sociedad es una ínfima parte de lo que ocurre en el resto del planeta. La cultura que conocemos es muy pequeña. Fuera, existen realidades muy distintas. Ni peores ni mejores, tan solo diferentes. Y si hiciéramos el esfuerzo de conocerlas, estoy seguro de que todo iría un poco mejor.

¿Nos cuesta escucharlas?

Sí, pero porque creemos que lo sabemos todo y tendemos a decir a los demás cómo deben vivir sin saber quiénes son. Hoy en día, la sociedad ha perdido los valores de la humildad y el respeto. Juzgamos a los demás sin saber. No somos lo suficientemente humildes como para preguntar, sino que estamos convencidos de tener respuesta para todo. Sin embargo, la persona más sabia es la más humilde y la que, a pesar de saberlo todo, no da respuestas, sino que sigue preguntando y escuchando.

Deberíamos aprender a ponernos en los zapatos del otro… Hay que practicar la vista de pájaro. En mi tribu, cuando una mujer muere dando a luz, culpan al bebé. Creen en la existencia del alma y que, durante el día del parto, batallan la de la madre y la de la criatura. Es una especie de guerra por la supervivencia. Por lo tanto, si muere la madre, para ellos esto quiere decir que el bebé tiene un alma muy poderosa, tanto que, si ha sido capaz de matar a su madre, hará lo mismo con cualquier persona que se le ponga por delante. Y para evitar que eso ocurra y proteger a la comunidad, hay que matar al bebé. Aunque es algo horrible, si partes de su contexto y haces el trabajo de ponerse en sus zapatos, verás que tiene su sentido. No estoy a favor ni mucho menos, sobre todo porque mi madre murió durante el parto y yo hubiera muerto si mi padre no me hubiera salvado al ser el chamán de la tribu. Lo que digo es que tenemos el mal hábito de criticar sin conocer de cerca los hechos. No escuchamos. Solo opinamos. 

«Primero hay que escuchar, luego preguntar y, como mucho, actuar»

Cruzaste el desierto del Sáhara a pie durante tu viaje a Europa y, de 46 personas, tan solo sobrevivisteis seis. Todos conocemos la tragedia migratoria en el mar Mediterráneo, pero no la del desierto. ¿Es también este un ejemplo de no querer escuchar? O, en este caso, ¿de no querer mirar?

Primero de todo, creo que la sociedad no es plenamente consciente de lo que realmente implica este viaje. En segundo lugar, considero que tan solo ponemos el foco en lo que ocurre en nuestra frontera y lo cierto es que la tragedia que se está dando en ella es consecuencia de lo que está teniendo lugar más allá. Imagínate un pueblo de 50 habitantes en el que hay un río. Un día, cuando alguien va a buscar agua, se encuentra con un cadáver flotando. Todo el mundo llora, lo saca y lo entierra. Los siguientes días van llegando más y más cadáveres, y el pueblo empieza a sentirse sobrepasado. Pero, de repente, aparece alguien que se niega a perder más tiempo cavando y decide ir río arriba donde se encuentra con un puente en mal estado que cuando la gente intenta cruzar, cae al agua. Así pues, lo repara y, al hacerlo, consigue que dejen de llegar cuerpos al río. Entonces, yo pienso: ¿no hay nadie capaz de preguntarse por qué no deja de morir gente en las fronteras? Tenemos que preguntarnos qué ocurre en las casas de todas aquellas personas que deciden abandonar sus hogares y tomar el riesgo de adentrarse en el mar. Cuando llegué a Barcelona, entendí que, si no se hacía nada, nuestros hijos y nietos seguirían persiguiendo lo mismo, y que si yo había sobrevivido al desierto, a la cárcel y a dos naufragios, no era por ser el más fuerte, sino para cumplir dos propósitos: ser la voz de los que no lograron llegar con vida y evitar que otros sufran lo que yo he sufrido.

¿Es aquí donde nace NASCO Feeding Minds?

Exactamente.

¿Cuál es la hoja de ruta que se plantea el proyecto para poder impulsar el cambio?

Primero debemos ser conscientes de que hay un problema, de que hay algo que no está funcionando. Hoy en día, existen muchas organizaciones que defienden estar mucho mejor que hace unos años, pero no es cierto. Te pongo un ejemplo: se calcula que 10,7 millones de personas fueron víctimas de esclavitud hasta el siglo XIX, y que de ellas 8 millones lograron llegar a su destino y 2 millones murieron en el camino. Hoy, siglo XXI, de 46 personas que cruzamos el desierto, solo llegamos vivas seis. Además, se calcula que el último barco de esclavos, el Clotilda, que salió de Benín hasta Georgia (EE. UU.), tardó en llegar a su destino 45 días. Yo tardé 5 años en llegar a mi destino. ¿De verdad hemos mejorado? 

Una vez detectado el problema, ¿cómo atacamos?

Yendo al origen, porque una vez se llega al mar, la batalla está perdida. En NASCO Feeding Minds no alimentamos estómagos, sino mentes. Es tan claro como que si me das un plato de arroz tendré comida para un día, mientras que, si me alimentas la mente, tendré comida para más de 100 años. Y todo esto tan solo puede conseguirse a través de la educación. Los blancos no son pilotos de avión o médicos por ser blancos, sino por la educación que han recibido. El talento no es una cuestión de color, sino de oportunidades. Empezaba diciéndote que yo llegué aquí para cumplir un propósito: ser la voz de los que no han llegado y evitar que otras personas caigan en esta trampa. ¿Y por qué caí yo? ¿Por qué cayó mi mejor amigo, Musa? Por falta de formación, información y oportunidades. Así pues, había que abordar estos tres puntos, y en NASCO Feeding Minds cubrimos los dos primeros a través de nuestras aulas de informática. Pero entonces, nos faltaba una pata. Si no dábamos oportunidades laborales, iban a subir a la patera. Y, ¿cómo creamos estas oportunidades? Con el proyecto NASCO Tech, que surgió con el objetivo de dar trabajo a los jóvenes de Ghana en su país y comunidad, cortando así la necesidad de cruzar el mar. Esta es la única solución para acabar con el problema. No podemos continuar aplicando los mismos modelos de ayuda humanitaria que hace 76 años porque desde entonces no hemos mejorado.

¿Es necesario un replanteamiento de la ayuda humanitaria?

Totalmente. La ayuda humanitaria de hoy se basa en la caridad y no en la prosperidad. Desde la elaboración del Decreto de los Derechos Humanos en 1948, se han destinado 2,7 trillones de dólares en la ayuda humanitaria. ¿Para qué ha servido todo este dinero? África es hoy más pobre que hace 50 años. Hay que cambiar la estrategia.

Cuando hay una urgencia como lo que ha ocurrido ahora en Marruecos o en Libia, hay que llevar ropa y comida. Pero en el caso de África, no podemos estar en estado de urgencia más de 70 años. Es absurdo. Por otro lado, la cooperación actual consiste en irse de voluntariado dos semanas a África y pensar que al niño de allí le vas a ser de más ayuda que su propia madre, que lleva toda la vida con él. Este son el tipo de hipocresías a las que recurrimos para alimentar nuestro ego. Las organizaciones viajan a África para decirle a la gente de allí cómo tienen que vivir. Primero hay que escuchar, luego preguntar y, como mucho, actuar. Por otro lado, es importante saber si piden ayuda porque no siempre es así y lo único que quieren es que les dejen en paz. Cuando vienen personas europeas al continente africano y ven a un niño yendo a buscar agua para sus hogares, se echan las manos a la cabeza y lo primero que hacen es ponerse a construir un pozo sin preguntar. ¿Tú verías normal que yo fuera a la Plaza de Cataluña a ponerme a cavar para hacer un pozo? Repito: falta de humildad y respeto.

NASCO Feeding Minds

ARTÍCULOS RELACIONADOS

Ethic

El humano tras la pantalla

Raquel C. Pico

Las pantallas o los algoritmos deben ser soluciones a los problemas, no el fin último de la transformación digital.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME