Digitalización y sostenibilidad ambiental, condenadas a entenderse

La inteligencia artificial puede jugar un papel determinante también en la adaptación al cambio climático, siendo capaz de prever fenómenos meteorológicos extremos con mayor precisión.

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La digitalización en general y la inteligencia artificial en especial han sido consideradas tradicionalmente aliadas de la transición ecológica. Por un lado, en la medida en que ayudan a cambiar productos por servicios —como ocurre por ejemplo con los servicios de vehículos compartidos—, se pueden considerar un factor de desmaterialización y, por tanto, de descarbonización de la economía.

Por otro lado, la mejor información que ofrece la digitalización, que llega en algunos casos a poder disponer de un buen número de datos en tiempo real, ayuda a gestionar de manera más eficiente aspectos que incluyen desde la logística hasta el tráfico o la red de distribución de aguas de una ciudad. Eficiencia es sinónimo de ahorro y en ese sentido, más digitalización significa mayor ahorro.

La digitalización es, además, un factor clave de la innovación, especialmente a través de mecanismos cooperativos como la inteligencia colectiva y la experimentación abierta, imprescindibles para seguir avanzando en sostenibilidad.

Junto a estos aspectos que tienen que ver con la mitigación, la inteligencia artificial puede jugar un papel determinante también en la adaptación al cambio climático, siendo capaz de prever fenómenos meteorológicos extremos con mayor precisión, ayudando a anticipar y gestionar mejor las crisis, implementar medidas de protección de la población, crear nuevos modelos a utilizar, etc. 

El debate de la sostenibilidad debe formar parte del desarrollo de la inteligencia artificial

En este sentido, la inteligencia artificial sigue siendo clave para avanzar en sistemas de sostenibilidad. Sin embargo, el debate de la sostenibilidad a nivel ambiental, como se aborda en esta tribuna, pero también en materia social, debe formar parte del desarrollo de la inteligencia artificial. De ahí que autores como Wynsberghe (2021) estén planteando pensar en dos sentidos: el de la inteligencia artificial para la sostenibilidad y el de la sostenibilidad de la inteligencia artificial. Por tanto, la noción de inteligencia artificial sostenible haría referencia a una forma de producir inteligencia artificial desde los parámetros de sostenibilidad, incorporando «justicia inter e intrageneracional y, entre medio ambiente, sociedad y economía».

Teniendo en cuenta estos puntos, y otros que se derivan de ellos, no es extraño que la revolución digital y la transición ecológica hayan sido consideradas aliadas. Sin embargo, en los últimos años, se ha abierto paso un debate que pone en evidencia cómo estos dos fenómenos no siempre caminan en la misma dirección. Es más, de no intervenir para que así sea, la tendencia de cada uno de los dos es contraria. Mayor digitalización y desarrollo de la inteligencia artificial sin tener en cuenta el imperativo de la sostenibilidad ambiental, desembocará en mayor consumo y contaminación, ya que «la nube es una tecnología de extracción intensiva de recursos, que convierte agua y electricidad en poder computacional, dejando tras de sí una cuantiosa cantidad de daños medioambientales que luego oculta a la vista» (Thun-Hui Hu, 2015). Tres son los grandes handicaps que se han identificado como puntos sensibles al respecto: el consumo de energía, el consumo de agua y la gestión de recursos.

Conscientes de la necesidad de esta alianza, se viene desarrollando una reflexión colectiva desde la academia, centros de investigación y entidades sociales, que puede ayudar en esta dirección. Un ejemplo de ello es la Declaración de Bilbao Green Digital, elaborada por un grupo multidisciplinar de personas expertas, que desarrolla un decálogo de propuestas.

Para ello se plantea, en primer lugar, actuar de acuerdo con criterios de minimalismo digital, valorando en cada momento la pertinencia y necesidad de desarrollar sistemas de digitalización y evitando la tecnología banal. La eficiencia es otra de las palabras clave, tanto en el uso de la energía como en el del agua —sin olvidar por eso la paradoja de Jevons— y alcanzando al conjunto de la cadena de valor con criterios de ecodiseño. 

Sería fundamental priorizar el desarrollo de algoritmos que tengan como objetivo la mejora de la gestión ambiental y recursos naturales en cualquier organización

En materia de energía, es clave que se garantice que la que sea imprescindible, una vez optimizada, proceda de fuentes renovables, y que las empresas tecnológicas tengan cero emisiones en su balance. La extracción de materias primas deberá ser especialmente cuidadosa con la protección de individuos, poblaciones, especies y entornos vulnerables, haciendo real, en todos los países en que opere, el principio de transición justa. 

Finalmente, sería fundamental priorizar el desarrollo de algoritmos que tengan como objetivo la mejora de la gestión ambiental y recursos naturales en cualquier organización, pública o privada, incorporando un correcto análisis global de impacto económico, social y ambiental y dentro de los estándares de la economía circular. 

La sostenibilidad necesita encontrar una aliada en la digitalización. De lo contrario, si tomaran caminos diferentes y divergentes, ambas resultarían inviables, y no lo podemos permitir. Aprovechemos, por tanto, la oportunidad, convirtiéndola en uno de los pilares de la sostenibilidad.

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