Cultura

Un museo para recordar las lágrimas berlinesas

El conocido como Palacio de las Lágrimas sigue llenándose de visitantes en Berlín. Este lugar, dedicado a la historia de la separación física que vivió la capital alemana en tiempos del muro, fue parte de una estación de la extinta República Democrática de Alemania (RDA). A través de ella se mantenía con cuentagotas, en el mejor de los casos, el contacto entre las dos Alemanias.

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28
noviembre
2023
Maqueta de la terminal de la RDA, actual estación de metro y tren de Friedrichstraße, Berlín.

En un día cualquiera, 34 años después de la caída del muro de Berlín, lo que se conociera como Palacio de las Lágrimas continúa recibiendo numerosas visitas. No es de esos lugares históricos vaciados de afluencia de gente. Familias de toda Alemania y turistas internacionales vienen a la pequeña y acristalada terminal para salidas en tren hacia el oeste que construyera en 1962 el régimen comunista de la RDA. Era otra gran infraestructura pensada para separar a berlineses y resto de alemanes. Desde 2011, este espacio es un museo que alberga una exposición gratuita sobre la división física y política que sufrió la metrópolis germana.

La gran particularidad de ese espacio es que fue parte del complejo de lo que es hoy la estación de metro y tren de Friedrichstraße. Se trata de una de las grandes estaciones de metro y tren de la capital alemana. Actualmente, lo que queda de la terminal de la RDA y la estación están separadas. La primera es un lugar para enseñar la historia del desaparecido régimen comunista alemán. La segunda es uno de los más concurridos espacios de tránsito de Berlín.

En el museo, aún es muy posible conectar con el triste pasado que dejó la Guerra Fría en Alemania. Se preservan en el Palacio de las Lágrimas abundantes objetos, logística, parafernalia e instalaciones fronterizas del tiempo en que, mayormente, venían a despedirse los alemanes que volvían al Oeste después de una visita por la Alemania del Este. También hubo alemanes orientales que lograron escapar al «mundo libre» a través de esta estación.

Como tal, la terminal comenzó a funcionar en 1962, apenas un año después de que se levantara el muro de Berlín. La estación de Friedrichstraße era parte de esa infraestructura para separar a la población en un momento en que, debido a las huidas de alemanes del Este a occidente, la RDA se estaba quedando demográficamente exangüe.

Un lugar, inolvidable y estresante

El lugar es conocido como el Palacio de las Lágrimas por las despedidas entre alemanes y berlineses del Este y del Oeste que aquí sucedían. El historiador británico Neil McGregor, premiado por la Academia Alemana de la Lengua por su libro Germany: Memories of a Nation (Ed. Allen Lane, 2014), describe así el sentir alemán que generaba la estación de Friedrichstraße: «La experiencia de dejar o entrar en el Berlín oriental a través de la estación de Friedrichstraße fue para una generación de alemanes una experiencia inolvidable y emocionalmente estresante».

Tal vez sean las reacciones de los visitantes que recoge la muestra lo más llamativo que hay en el Palacio de las Lágrimas. Esas reacciones, expuestas también en la exhibición, dan cuenta de que muchos de quienes vienen aquí siguen llorando las penas de haber vivido en dos Alemanias, en dos Berlines.

«Salir o entrar en el Berlín oriental a través de la estación de Friedrichstraße fue para una generación de alemanes una experiencia inolvidable y emocionalmente estresante»

«Viví en Berlín como estudiante hasta 1972 y estaba enamorada de otro estudiante del Berlín occidental. Cuántas veces le dije adiós con profunda tristeza. Siento dolor aún hoy. Estoy muy contenta de que este sitio siga como un lugar para la memoria y como aviso», recoge el libro de visitas de la muestra del Palacio de las Lágrimas.

«Aquí dejé la RDA en 1984, con todas mis cosas. Estaba completamente solo, me separaba de mi familia. ¿Cuándo iba a volver a verlos? Una situación terrible», señala otro testimonio. Quien escribe iba a Berlín Oeste en busca de un mejor futuro al que ofrecía el régimen comunista. No era, ni mucho menos, un caso aislado.

«En 1983, atravesé este vestíbulo con mis dos hijos. Estaba en shock por tener que dirigirme hacia la incertidumbre con ellos. Pero pude reencontrarme con mi marido. Los soldados de la frontera me miraron una última vez y mi decisión fue correcta. Hoy tuve el tiempo y la fuerza para entrar en este espacio de nuevo. Fue muy emotivo», se lee en otro testimonio.

Un fortín lleno de espías

La muestra cuenta, entre otras cosas, con una instalación de los estrechos compartimentos en los que los ciudadanos se veían cara a cara con la policía fronteriza de la RDA. Ellos eran los guardas de una terminal y una estación convertida en un fortín lleno de espías. La STASI o Ministerio para la Seguridad del Estado, órgano del Gobierno responsable de la policía secreta de la RDA, monitorizaba los movimientos de quienes entraban en la estación. Cada movimiento de los ciudadanos del Este y del Oeste estaban separados y controlados en todo momento.

Los viajeros, sin embargo, tenían que conocer bien el lugar para no caer en la desorientación. No en vano, Sabine Beneke, investigadora del Museo de la Historia de Alemania, ha descrito el lugar como un espacio diseñado para perderse. «La estación fue construida de un modo deliberadamente complejo. Los espacios están divididos por muros muy altos para dar imagen de laberinto. No había una orientación clara», según Beneke.

Hacer fotografías en este lugar estaba prohibido. Algunos valientes de las dos Alemanias, sin embargo, retrataron el lugar, tomando fotografías mientras burlaban las medidas de seguridad. Detlef Matthes y Michael Magercord son dos ejemplos de alemanes que osaron tomar imágenes para documentar cuanto pasaba en la estación. Otras fotos expuestas en el Palacio de las Lágrimas de Jürgen Gebhardt, ciudadano de la RDA, muestran a gente llorando tras largas esperas a una visita del otro lado de los pasadizos de la estación. El Palacio de las Lágrimas tiene un nombre más que merecido.

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