Cultura

Veni, vidi, vici

Veni, vidi, vici es una frase latina con una larga historia. ¿Es realmente alcanzar logros por la vía rápida lo que nos acerca a la felicidad?

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13
octubre
2023

Veni, vidi, vici es una frase latina con una larga historia, se cree que surgida en la Antigua Roma. En castellano podría ser traducida como «vine, vi y vencí». Ha sido empleada tradicionalmente para hacer referencia a una victoria o éxito conseguido con facilidad y rapidez. Muchos la han empleado erróneamente, quizás por mejorar su sonoridad o por acercar su morfología a la del español diciendo «veni, vidi, vinci». La frase se atribuye popularmente a Julio César quien, según Apiano, la usó en una carta al Senado romano alrededor del 47 a.C., después de haber logrado una rápida victoria en su corta guerra contra Farnaces II del Ponto en la Batalla de Zela. También Plutarco y Suetonio, famosos historiadores de la Antigüedad, atribuyen a César esta sentencia, aunque ambos cambian la historia y el contexto de su empleo.

No cabe duda de que dicha expresión ha tenido un enorme éxito en la historia occidental, donde ha sido empleada comúnmente desde hace siglos. No es de extrañar que haya calado tanto, puesto que los éxitos, victorias y conquistas suelen exigir mucha dedicación, esfuerzo y trabajo. El ser humano siempre ha anhelado el logro de éxitos por la vía fácil, pero lo cierto es que se trata de un fenómeno poco común. De hecho, la psicología sabe que este tipo victorias, como ganar la lotería, por ejemplo, procuran una felicidad transitoria y, en algunos casos fatal, como les ocurre a las personalidades adictivas.

Existen muchos casos de personas ganadoras de la lotería que acaban con su vida totalmente destrozada por sus excesos una vez se hacen con mucho dinero por la vía fácil. Lo que de veras procura la felicidad, al menos de acuerdo con la psicología experimental, empírica, es trabajar en aquello que nos apasiona; afirmación que tiene mucho sentido, puesto que el trabajo es una de las tareas vitales que más tiempo nos exige.

También hay experimentos según los cuales ganar cierto dinero proporciona más felicidad, pero solo hasta llegar a una cifra concreta. A partir de ahí, ya no dota de mayor felicidad. Esto vendría a significar que la felicidad que procura el dinero está vinculada al nivel de seguridad que nos garantiza. El lujo no estaría ya relacionado con mayor bienestar subjetivo o emocional. Esto queda claro si analizamos la historia de la cultura popular. Muchas celebridades de toda condición han muerto como consecuencia de sus excesos y a edades tempranas. Suelen ser aquellas personas que han triunfado jóvenes, sin un largo recorrido previo. Se ha dicho a menudo que la ratio de suicidio es mayor entre personas famosas que entre el común de los mortales.

Lo que de veras procura la felicidad, según la psicología experimental, es trabajar en aquello que nos apasiona

Entre la población joven es mayor la inclinación a querer «venir, ver y vencer», entre otras razones, por su impaciencia connatural y por su desconocimiento profundo de la realidad y sus procesos. Esta impaciencia se ha visto acelerada en los últimos tiempos por los propios ritmos de aceleración y adicción que genera la sociedad digital, en la que domina una inmediatez extrema. Esta inmediatez radical genera aún más impaciencia en la sociedad que, quizás, se ve infantilizada a causa de ello.

Es por ello que, a día de hoy, la construcción de la identidad trata de realizarse por vía del mero deseo, de una voluntad mental: «Yo soy quien deseo ser, aquel o aquella que me represento ser». Este es el último límite de la «omnipotencia de las ideas», de la que hablaba Freud. Para conquistar no basta con ver, ser victorioso exige un trabajo prolongado y una lucha denodada con la realidad material; no basta imaginar las cosas para que estas se hagan realidad. Que se lo pregunten al propio César, que tuvo que ganar una dura guerra civil para lograr coronarse emperador. No es ese venir, ver y vencer el que predomina a la hora de lograr los resultados deseados, sino cruzar el Rubicón. Aquí tenemos otra frase vinculada a la figura de César, quien mucho antes de lograr sus objetivos lloró amargamente ante una estatua de Alejandro Magno al no haber materializado los éxitos de este, a pesar de tener una edad más avanzada.

Las ideas no son omnipotentes, ni muchos menos, sino el germen a partir del cual iniciar un proyecto que resultar satisfactorio tras confrontar miedos, dificultades y muchos otros obstáculos que nos permitan ser las personas que, en nuestro fuero interno, deseamos ser.

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