Sociedad

¿Somos la suma de todos los que nos precedieron?

Antes que nosotros pasaron por el planeta muchas otras personas, una infinidad de ellas. ¿Somos los herederos de todo lo que fueron e hicieron o tenemos derecho a un borrón y cuenta nueva cada vez que ponemos el contador a cero?

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27
octubre
2023

Suele decirse que para conocer nuestro presente y futuro es preferible saber de nuestro pasado. Es un tópico, pero como casi todos los tópicos y clichés, encierra parte de verdad, si no una verdad entera. No obstante, la historia es en el fondo escueta, puesto que conocemos el pasado poco y mal (consecuencia necesaria de las limitaciones evidentes de toda historiografía), por no hablar de la prehistoria y otros tiempos pretéritos mucho más alejados del presente. Aunque, naturalmente, aprendemos mucho del pasado, día a día, este no deja de ser mayormente un continente oscuro.

Lo que es seguro, es que antes que nosotros pasaron por el planeta muchas otras personas, una infinidad de ellas. ¿Somos los herederos de todo lo que fueron e hicieron o tenemos derecho a un borrón y cuenta nueva cada vez que ponemos el contador a cero? Lo cierto es que, seamos o no conscientes del pasado, somos el producto de este. No se puede hacer borrón y cuenta nueva o poner el contador a cero. Toda cultura, como herramienta para la interpretación y conducta colectivas es producto de infinitas influencias; influencias que se hallan encadenadas cronológicamente hasta pasados remotísimos.

Nuestros mismos cuerpos y cerebros, nuestros instintos, han sido creados evolutivamente en procesos insertos en tremendos lapsos temporales, en los que innumerables individuos y comunidades han tomado parte. Sobre nuestra herencia y memoria, Ortega dijo en Rebelión de las masas: «El chimpancé y el orangután no se diferencian del hombre por lo que, hablando rigorosamente, llamamos inteligencia, sino porque tienen mucha menos memoria que nosotros. Las pobres bestias se encuentran cada mañana con que han olvidado casi todo lo que han vivido el día anterior, y su intelecto tiene que trabajar sobre un mínimo material de experiencias […] El hombre, en cambio, merced a su poder de recordar, acumula su propio pasado, lo posee y lo aprovecha. Este es el tesoro único del hombre, su privilegio y su señal».

Toda cultura es producto de infinitas influencias encadenadas cronológicamente hasta pasados remotísimos

Todos saben que en los últimos tiempos se ha puesto de moda renegar del pasado y de figuras históricas pretéritas. Pero lo cierto, es que nosotros somos el producto de esas corrientes e hitos históricos. Al igual que existe el relativismo cultural, existe el relativismo histórico: los valores actuales son distintos de los previos y cada valor moral y cultural tiene sentido en un contexto y momento histórico dado. Este hecho queda recalcado en la película El planeta de los simios (1968), cuando un humano viaja al futuro sin ser consciente de ello y se topa con el propio planeta Tierra, que ha sido transformado por completo, también en términos morales, estéticos, etc. Los que antes detentaban el poder son ahora esclavos de sus antiguos siervos.

Cada época cree ser poseedora de la moral absoluta, solo que, con el paso del tiempo, esa moral cambia y deja de ser valorada (y mucho menos como absoluta). Es por ello por lo que los moralistas de la actualidad han de ser prudentes, conscientes de que su propia moral, aquella que defienden con vehemencia, será rechazada por los tiempos venideros (sin lugar a duda). A pesar de de ello, ambas formas de ver el mundo estarán intrínsecamente vinculadas: la una no existirá sin la otra. El tiempo es uno: el pasado fue futuro y el futuro será pasado, y el pasado es uno e inamovible.

A causa de todo ello, es importante no tomarse demasiado en serio los valores, modelos y costumbres de la actualidad, puesto que son transitorios y pasarán a mejor vida; es seguro que sean ridiculizados y despreciados por los humanos de los siglos que vienen por delante. Siglos, por otra parte, que vendrán solo si dios quiere, como suele decirse coloquialmente.

Los moralistas de la actualidad han de ser prudentes, conscientes de que su propia moral será rechazada por los tiempos venideros

El pasado es parte de nosotros y la realidad es un proceso en constante transformación. Ya Heráclito afirmó que «todo fluye», «nadie puede bañarse dos veces en el mismo río» y que «la guerra es el padre de todas las cosas». Estos principios heracliteanos fueron luego recogidos por Hegel (y los historicistas), quien entendió el mundo como un constante fluir sujeto a una dialéctica, o lucha entre principios antitéticos. Otro elemento a tener en cuenta sobre la actualidad es que lo original no existe tampoco en términos absolutos, todo ha sido pensado con anterioridad, lo que difiere, si acaso, es la aplicación concreta y novedosa de un mismo principio a momentos diversos.

Podemos conocer la historia, pero es una pequeña isla en el seno de un océano muchísimo más amplio de acciones que sirven de fundamento a nuestro ser presente. Representamos el producto final (germen de realidades futuras) de una titánica serie de nudos y hechos entrelazados que son totalmente inconscientes para nosotros. Como dijo Jim Morrison en su periodo universitario: «Nos desplazamos a la deriva, en órbitas ciegas, indefensos, solos».

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