Sociedad

Los silencios de la libertad

Desde su nacimiento en Atenas, la democracia ha mostrado su fragilidad y ha corrido múltiples peligros. Tal y como señalan las crónicas, la violencia y la atracción del autoritarismo han dañado sus cimientos una y otra vez a lo largo de los años. En ‘Los silencios de la libertad’ (Tusquets), el periodista Guillermo Altares recorre algunos de los rincones del lado más oscuro de la historia.

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25
octubre
2023

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La Shoah [holocausto] no surgió de la nada, sino de un ambiente de odio que fue creciendo desde la Edad Media, siempre hábilmente azuzado desde el poder político y religioso. Jeffrey Veidlinger, hijo de un superviviente húngaro del Holocausto, calcula en su libro En el corazón de la Europa civilizada que, durante la guerra civil rusa, entre 1918 y 1921, «se documentaron más de un millar de disturbios y acciones militares antisemitas —el tipo al que solemos referirnos como pogromos— en quinientas localidades de lo que es hoy Ucrania». Todas las partes enfrentadas en el conflicto ruso cometieron atrocidades contra los judíos. Veidlinger explica que esas matanzas —robo de propiedades, violaciones, humillaciones, torturas, quema de sinagogas y símbolos sagrados y, en muchas ocasiones, asesinatos— contaban con «el beneplácito y el apoyo de grandes segmentos de la población».

En otro ensayo, Pogrom. Kishinev and the Tilt of History, el profesor de Stanford Steven J. Zipperstein analiza una masacre especialmente recordada, que tuvo lugar en Chisináu (entonces Besarabia, Imperio ruso; hoy Moldavia) en abril de 1903. Dejó 49 muertos, cientos de heridos, decenas de mujeres violadas y mil viviendas y negocios quemados, y desató una considerable indignación internacional. Muchos historiadores argumentan que se trata del precedente más claro del Holocausto. Se produjo al principio de un nuevo siglo, en un momento de confianza en la razón y en el avance de la humanidad impulsada por numerosos inventos tecnológicos, pero el pretexto fue medieval —un «libelo de sangre», la falsa acusación del asesinato ritual de un niño católico por un judío, sin importar que el auténtico culpable fuese detenido e identificado como un familiar que no quería compartir una herencia— y contó con el apoyo de las autoridades. Como ocurría muchas veces en el pasado, el estallido de violencia se produjo en torno a la Semana Santa y se prolongó durante tres días. Anunciaba lo que iba a ocurrir apenas tres décadas después, porque la Shoah fue sin duda organizada por los nazis, pero nunca se hubiese podido llevar a cabo sin la colaboración de los pueblos —ucranianos, lituanos, húngaros, rumanos, franceses, holandeses…— donde fueron perseguidos y asesinados los judíos.

Sin los pogromos, seguramente el Holocausto nunca se hubiese producido

A principios del siglo XX la violencia contra los hebreos no era un gran problema en Besarabia, la provincia más pobre e iletrada de Rusia, explica Zipperstein, aunque un diario popular, Bessarabets, se dedicaba a promover sin descanso el antisemitismo, un sentimiento muy expandido en el imperio de los zares. Chisináu contaba con una amplia población judía, que estaba repartida por todos los barrios y todas las clases sociales, por lo que la masacre afectó al menos a dos tercios de la ciudad. Es especialmente chocante la descripción de la intimidad de la violencia.

«No era raro», escribe Zipperstein, «que los vecinos violasen y asesinasen a sus vecinos, muchas veces con una asombrosa indiferencia hacia el sufrimiento. La conexión entre familiaridad y ferocidad se replicaba una vez tras otra. Víctimas de violencia sexual o de palizas eran llamadas por sus nombres por los perpetradores. Una mujer relató que el hombre que la violó la había tenido en sus brazos cuando era un bebé». Aquella matanza universalizó la palabra pogromo, que, según Zipperstein, procede de los vocablos rusos para «tormenta» o «trueno», que luego se transformaron en «devastación», «destrucción». Y, sin los pogromos, sin ese rastro de muerte y terror, seguramente el Holocausto nunca se hubiese producido.


Este texto es un fragmento de ‘Los silencios de la libertad’ (Tusquets) de Guillermo Altares. 

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