Cambio Climático
India y el reto verde global
Con una población y una economía crecientes, las necesidades energéticas de la India ponen sobre la mesa su dependencia de los combustibles fósiles de cara a la imperativa transición ecológica. Tanto si logra desarrollar un modelo verde exitoso como si se queda corta en materia de descarbonización, el impacto será global.
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COLABORA2023
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En el último año, la India superó a China como país más poblado del mundo, lanzó su misión Chandrayaan-3 al polo sur de la Luna y asumió el liderazgo del G20, desde donde está impulsando su narrativa en la agenda energética mundial. El país, al fin y al cabo, está jugando un rol preponderante en el panorama global, especialmente en el futuro del clima planetario.
La transición energética es uno de los grandes objetivos de la humanidad para los años venideros. Las previsiones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) han advertido que es imperativo tomar medidas para paliar el calentamiento global debido a la actividad humana como la deforestación, la sobreexplotación y la quema de combustibles fósiles.
El aumento de las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso –los gases de efecto invernadero más importantes– ha sido exponencial: se estima que solo en los últimos veinte años la concentración de estos gases en la atmósfera se ha incrementado tanto como en los últimos 2.000 años.
El país aún prevé aumentar en un 150% respecto a los planes anteriores su capacidad de carbón
India y China, además de ser los países más poblados del planeta, son responsables de una cuarta parte de los gases de efecto invernadero y los mayores consumidores de carbón en el mundo. En el caso indio, el carbón representa casi tres cuartas partes de su producción eléctrica anual, por lo cual el gobierno ha defendido el uso del combustible, alegando que sus emisiones per cápita son menores en comparación con otras naciones. Desde el G20, de hecho, la India –próximamente conocida como Bharat– ha intentado eliminar las fechas límite para acabar con el uso de combustibles fósiles, para que, en cambio, cada país pueda elegir cómo reducir sus emisiones de carbono.
De acuerdo con el Foro Económico Mundial, a diferencia de los países desarrollados que tienen infraestructuras maduras en materia de gases de efecto invernadero, la India aún tiene que construir gran parte de su inventario, invirtiendo para implementar operaciones más limpias y estudiando la captura de carbono. Pero, como explica el responsable de India y Asia Meridional de esa organización, Viraj Mehta, «la buena noticia es que el camino del país hacia la descarbonización podría ser positivo», ya que tiene la oportunidad de recurrir a tecnologías de bajas o nulas emisiones.
India es actualmente el tercer productor mundial de energía solar, cuenta con los costes más bajos en energías renovables y es una de las pioneras en el uso del hidrógeno verde, ocupando el cuarto lugar en el mundo en 2022, detrás de China, Estados Unidos y Alemania. «Se calcula que con la ecologización de su economía la India podría añadir un billón de dólares al PIB en 2030 y 15 billones en 2070, además de crear 50 millones de puestos de trabajo», dice Mehta.
No obstante, los análisis del Climate Action Tracker (CAT) muestran que, aunque el país ha progresado en la instalación de energías renovables, «la dependencia del carbón sigue siendo un lastre». Dado que el gobierno prevé construir nuevas centrales de carbón entre 2027 y 2032, además de aumentar sus importaciones de gas natural, el CAT ha calificado los objetivos y medidas climáticas indias como «muy insuficientes». Tal como afirma el organismo, «el Plan Nacional de Electricidad, aprobado en mayo de 2023, envía señales contradictorias sobre las ambiciones climáticas de la India», y es que el país prevé necesitar unos 25,5 GW adicionales de capacidad en carbón en la segunda mitad de la década, un aumento de más del 150% respecto a planes anteriores. «Estos planes son incoherentes con la senda de los 1,5 °C: la India debe reducir progresivamente su consumo de carbón, no construir capacidad adicional», añade el CAT.
Paradójicamente, como han advertido los expertos del IPCC, la crisis climática potencia la recurrencia del clima extremo, donde la India es uno de los principales afectados. De hecho, según señaló ya el Centro para la Ciencia y el Medio Ambiente (CSE), la India experimentó un fenómeno meteorológico extremo casi a diario durante los primeros nueve meses de 2022.
Ya fueran lluvias torrenciales, inundaciones, olas de calor, ciclones, sequías, derrumbes, tormentas eléctricas, de polvo, de granizo o de nieve, los datos del Departamento Meteorológico de la India y del Departamento de Gestión de Desastres del Ministerio del Interior demostraron que 241 días de 273 estudiados, o sea, el 88% del tiempo, manifestaron algún caso de clima extremo. Desde Nueva Delhi, el CSE describió estos desastres como «la filigrana del cambio climático».
En los últimos años, la India ha tenido que sobrellevar olas de calor extremas que aumentan la demanda energética en verano, por lo cual el gobierno ha ordenado a las centrales de carbón y gas que funcionen al máximo de su capacidad durante los meses estivales. A todas luces, esto marca un círculo vicioso: si no se cumple el objetivo de 1,5ºC del Acuerdo de París, los episodios de calor extremo seguirán aumentando, lo que incrementará, a su vez, la demanda de electricidad para refrigeración.
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) calcula que la India necesitará 1,4 billones de dólares de inversión adicional en las próximas décadas para adaptar su sistema energético a los objetivos climáticos mundiales. Y para ello será necesaria la ayuda de entidades internacionales como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. La inversión, en caso de producirse, no solo será positiva para la India: también para el resto del planeta.
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