Sociedad

«Es muy importante que el cine se comprenda como una herramienta de cambio social»

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04
septiembre
2023

El cine puede transformar el mundo y la forma en la que lo vemos. Al menos, esa es la premisa que sostienen cineastas como el italo-ecuatoriano Luis Felipe Fernández-Salvador y Campodónico en sus películas. Es co-autor junto a Luisana Carcelén del documental ‘Waorani: Guardianas del Amazonas’, presentada hace unas semanas en el Parlamento Europeo y donde el director pone sobre relieve la realidad de las comunidades indígenas en el Amazonas, sus mujeres y las luchas contra las industrias extractivas en el territorio.


Viene de una familia de exploradores, ¿cómo es esto y en qué grado te influye en tu carrera profesional? 

Mi familia eran criollos exploradores, en parte vascos que provenían de las primeras generaciones de exploradores de finales del 1600. Mi familia se fue a explorar el Amazonas y los Andes, y había hecho muchos hallazgos. Muchos secretos quedaron en la familia durante muchos años con una obsesión particular. No era por un tema económico, sino también por el rescate de civilizaciones no encontradas, así como la preservación de las historias de civilizaciones que no escribían y leían, pero que dejaban rastro en piezas artísticas que manufacturaban en oro y plata. Yo entré personalmente a la exploración a los 14 años, y ahora ya llevo 27. Mi primera expedición fue con mi padre, que estaba muy enfocado en algunas cosas con distintos tesoros en el mar y en la selva. En esa época se había ofuscado en encontrar la tumba del último emperador inca. Mi primera expedición fue en los Llanganatis a petición mía, aunque a mi mamá no le hizo mucha gracia. Fuimos a buscar los restos del emperador inca asesinado en Cajamarca. Nos perdimos 21 días en el alto Amazonas, una selva muy densa a gran altura donde no hay muchos animales, pero los que hay son mayoritariamente pumas, osos y cóndores. Si bien fue una experiencia un poco dura para un niño de mi edad, me forjé: después de haber perdido casi 10 kilos y poner nuestras vidas en peligro, salimos de la neblina gracias a uno de los guías. Me motivó mucho y me recordó a las anécdotas que yo veía en el cine. 

«Siempre viví con el miedo de perder a mi padre, por su vida arriesgada, y una de las formas de inmortalizarlo era filmar sus experiencias»

¿Fue esta experiencia la que te impulsó a dedicarte al cine?

Creo que una de las cosas que más me inspiraron fueron los programas del explorador francés Jacques Cousteau, que unió su estilo de vida y la exploración con el cine con la intención de ofrecer la posibilidad a personas comunes de poder vivir estas experiencias con él. Me pareció interesante darle un doble propósito a un propósito de vida personal. Claro que entonces no sabía que años después de esa exploración me motivaría en equipos que me permitan rodar en estas condiciones. Mi intención era inmortalizar estas experiencias. Siempre viví con el miedo de perder a mi padre, por su vida arriesgada, y una de las formas de inmortalizarlo era filmar sus experiencias y hacer una película para estar con él todo el tiempo. Entré con esta intención: el miedo a perder a mi padre me llevó al cine. Más adelante pensé en estudiar para contratar artistas serios que no tengan miedo a estar en estas expediciones. Empecé a estudiar los orígenes del cine documental, que no tiene nada que ver con sus orígenes, pero no me gustó el género, es demasiado educativo y aburrido para mi gusto, pero fue entonces cuando entendí el por qué de su creación: fue una revolución tecnológica y social, tal y como sucedió con el neorrealismo italiano. 

¿Y por qué especializarse en la representación cinematográfica de comunidades indígenas y grupos vulnerables? 

El cine documental empieza en manos de un antropólogo, y la antropología es otra de mis grandes pasiones: es fascinante contactar con comunidades no contactadas o semi contactadas para estudiar su comportamiento y ver qué patrones de relación tienen con la naturaleza. Nosotros pensamos que somos más avanzados, pero ellos son más conscientes, y esto me deja duda de si realmente somos lo que pensamos ser. Nosotros usábamos sistemas de película como el cinéma verité de Jean Rouge; ellos viven esta realidad día a día. Estas experiencias me ayudaron a ver cómo el cine es una fuente de poder impresionante para concienciar al público. Es muy importante que el cine se comprenda como una herramienta de cambio social. Es una poderosa forma de autoeducarse y autorrepresentarse. Empecé a trabajar en un manifiesto que llamé Cine del realismo fantástico, explicando la forma de crear un nuevo género de cine que si bien se acogía a la decisión narrativa del cine clásico y de ficción, también lo hacía a la decisión estética, pero con las gravitacionales de la realidad como el cine normal. Es una película en la que todo es real, pero que parece una ficción.

«Estamos tan desconectados con nuestro instinto natural que no somos capaces de verlo»

¿Cuáles han sido las dificultades que has encontrado al colaborar con comunidades indígenas durante el proceso de producción?

El principal obstáculo es el idioma. En Guardianas del Amazonas, el idioma de las actrices es el waorani, que no lo hablan más de 1.000 personas. Dirigir la narración y su grabación fue muy complicado, porque tenía que dirigirla en un idioma que no hablaba pero tuve que aprender. Dirigir tiene una parte muy emocional, y más en un filme que pretendía ayudar a esta comunidad a crear un syllabus académico. La idea de hacer una obra en su idioma era aprender de su pasado y sus creencias, y la elección de hacerlo en primera persona pienso que permitió que no perdiera identidad, cultura y raíces en la pantalla. Hay formas mejores de vivir que la nuestra. Estamos tan desconectados con nuestro instinto natural que no somos capaces de verlo. Ellos mostraron seguridad en su identidad, por lo que son actores natos: no temían tener que mostrarse de forma distinta ante la cámara. Hablé hace poco en el Parlamento Europeo con un mensaje claro: no existe una Europa preservando su naturaleza sin que dependa del Amazonas, la selva que limpia el agua y el aire que bebe Europa. ¿De qué nos sirve una política de reinserción de la naturaleza en Europa en la que no existe el Amazonas ni los Andes, que guardan agua en sus picos? Proteger a las personas que habitan es protegernos a nosotros mismos. Nosotros, desde el Sur Global, miramos a Europa como alguien que nos puede ayudar a proteger los recursos que guardamos del mundo.

Uno de sus primeros trabajos con un compromiso social como la de Highway of Tears, generó un movimiento por la defensa de los derechos de las poblaciones originarias en Canadá que culminó en la modificación de la Constitución del país. ¿Cómo valora logros como este? 

Con él descubrimos un problema social en Canadá que tenía más de 30 años con los indígenas americanos. Se trataba de una carretera en un lugar alejado donde vivían comunidades muy pobres, donde desde hacía treinta años sus miembros usaban el autostop para transportarse. Era conocido que muchas mujeres desaparecían y eran encontradas tiradas en sus bordes. El Gobierno nunca dio importancia al asunto, pero el caso es que más de 600 mujeres fueron desaparecidas, 30 durante la realización del film. Al final le dimos tanta gasolina al asunto que el presidente Trudeau y el Congreso debieron abrir la Constitución para crear protección a favor de esta situación. Desde entonces entré a trabajar con las comunidades indígenas en los Andes y el Amazonas, aprendiendo todo sobre el yasuní y waorani. También me interesé en sus enfrentamientos con las industrias extractivas y la forma en que su toma de contacto con la población occidental ha desestructurado su orden tradicional, especialmente en el trabajo que muchas mujeres están haciendo para salvar la identidad y el territorio y cómo algunos hombres están siendo corrompidos por drogas, alcohol y otras actividades. Crear esta película es una forma de tomar fuerza para defenderse y comunicación política de su mensaje. 

La industria cinematográfica, como la mayoría de industrias, está capitalizada por una visión concreta del arte. ¿Cómo valoras esto? ¿Qué contribución haces, en este aspecto, para romper con esta idea?

Hay películas y hay diferentes audiencias. Las de culto son para artistas, hablan simbólicamente con distintas formas de entender algo. Cada tipo de película se ve de diferentes formas, metafóricas y simbólicas. Me gusta el cine antropológico, que ahora tiene más relevancia y es más importante en la forma como mostramos comunidades que antes no valoramos y ahora nos enseñan formas más avanzadas de alimentarnos y convivir con la naturaleza. Sobre muchos de los valores que hemos perdido. Yo quiero ser la voz que conecte a las personas con esta sabiduría y les permita conocer. La recepción de las audiencias es otra cosa. En ocasiones se ha aceptado mi trabajo como controvertido, hecho que, a decir verdad, he hecho a propósito. Me gusta causar shock y que lo odien o lo amen, pero no quedarme a la mitad. Hoy en día estoy haciendo trabajos mucho más comerciales en un formato que llamo «cine de conciencia», uno que habla con mucho entretenimiento, si bien lo hace de los problemas reales y los grandes retos de la naturaleza. Las películas que hago ahora tienen grandes presupuestos pero lo hago para revelar muchas historias reales a gran escala y mostrar cómo los poderes corpocráticos que vienen mirando al mundo desde arriba tienen un impacto muy negativo en nuestra sociedad y en lo que dejaremos a las siguientes generaciones.

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