Medio Ambiente

Las nuevas exigencias de sostenibilidad a las empresas europeas

La normativa europea obligará a las empresas de todos los tamaños a ser más exigentes con sus compromisos sostenibles. No solo hay que pensarlos en términos de reputación, sino también en uno financiero.

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31
agosto
2023

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En los últimos años, las crisis climática y medioambiental han pasado a ser un indiscutible hecho percibido por los ciudadanos, al menos en los países desarrollados, y ha emergido como un asunto de importancia creciente en los medios, el posicionamiento de los partidos, la regulación o las políticas públicas. Además, a partir del próximo año la Unión Europea exigirá a las empresas numerosas acciones que desarrollar y cumplir, según pone de manifiesto el reciente Policy Brief de EsadeEcPol sobre los nuevos requerimientos europeos de divulgación ESG (el acrónimo ESG en inglés alude a los aspectos de clima y medioambiente, sociedad y buen gobierno).

Ciertamente, se habla mucho de transición energética, adaptación al cambio climático, biodiversidad o economía circular. Los ciudadanos no conocen sus retos y repercusiones específicas, pero sí advierten motivos de preocupación (incendios, sequía, olas de calor) y elementos de transformación que ya están en marcha (molinos de viento, paneles, coches eléctricos, fondos financieros verdes, etc.).

Todo ello son consecuencias de cómo se ha ido «aterrizando» el Acuerdo de París de 2015 contra el cambio climático, que ha motivado una infinidad de iniciativas y directrices de ámbito privado y un progresivo desarrollo de la regulación ESG, sobre todo en la UE. Al tratar de contener el calentamiento en 2ºC (y si es posible en 1,5), el Acuerdo busca que la vida pueda seguir pareciéndose razonablemente a la actual. Para cumplirlo, se requiere una transformación radical, veloz y sostenida de nuestros patrones de producción y consumo, para que la humanidad no rebase las restricciones ecológicas del planeta. Debemos dejar de emitir gases nocivos a mitad de siglo («neutralidad climática») apoyándose en tecnologías que permitan la transformación evitando lesiones irreparables y shocks adversos sobre la economía y la sociedad.

Pero las perspectivas son poco halagüeñas. El mundo ha acumulado ya un calentamiento de 1,1 o 1,2ºC y los escenarios muestran que, si los gobiernos no profundizan los compromisos y políticas anunciados, el calentamiento podría superar los 2,5ºC. Cada décima adicional genera mayores riesgos e impactos, que se plasman de forma desigual geográficamente y disparan la probabilidad de rebasar «puntos de no retorno», como un terrorífico deshielo antártico.

Obviamente, la magnitud de la transformación requerida exige un esfuerzo financiero y de concertación monumental, posiblemente desconocido en tiempos de paz, en el que todos los actores (públicos y privados, financieros y no financieros) se involucren y contribuyan al cambio. La UE, que lidera este proceso a nivel global, lleva años aterrizando una estrategia ambiciosa mediante exigencias e incentivos a todos ellos.

La magnitud de la transformación requerida exige un esfuerzo financiero y de concertación monumental, en el que todos los actores se involucren y contribuyan

En los próximos años le tocará el turno a las empresas europeas medianas y grandes, que generan la mitad del valor añadido de la economía de la UE. A ellas la Comisión Europea les acaba de ampliar y endurecer la información pública que deben divulgar al mercado anualmente desde 2024 mediante los llamados European Reporting Sustainability Standards o ESRS. Esta batería de requerimientos busca de cada empresa una explicación homogénea y justificada sobre cómo está abordando y afrontará los retos en materia de sostenibilidad, qué impactos positivos (y negativos) genera sobre el clima y el medioambiente o la sociedad, qué oportunidades pretende «desarrollar» y a qué riesgos ESG se expone y es vulnerable, así como una infinidad de cuestiones particulares y específicas adicionales.

Es posible que estemos vislumbrando el inicio de una «pequeña gran revolución», aunque la velocidad de crucero y el cambio tardarán en alcanzarse y apreciarse. Se parte de la premisa de que, si no se realiza un seguimiento estandarizado de un fenómeno en el reporting de las empresas, no existe gestión, control, transparencia o rendición de cuentas sobre dicho fenómeno. Sin estos elementos, a su vez, una empresa no puede repensar su modelo de negocio, perfilar una estrategia apropiada o ajustar su gobernanza interna.

Hasta ahora ha prevalecido una óptica meramente reputacional de los desafíos de sostenibilidad. Ahora la aproximación pasa a ser financiera y de riesgos, progresivamente similar a la de la contabilidad y la divulgación financieras, lo que elevará la atención y recursos que dedican las empresas y profundizará su infraestructura de datos, los procedimientos de compliance o la necesidad de formación interna y la contratación de perfiles técnicos ESG.

La aproximación pasa a ser financiera y de riesgos, progresivamente similar a la de la contabilidad y la divulgación financieras

Hasta ahora, los inversores y financiadores a los que acuden las empresas no han podido o sabido discriminar adecuadamente entre aquellas mejor y peor posicionadas para copar con los retos y oportunidades ESG. A partir de ahora la información empresarial será mayor en cantidad y calidad, y será más creíble, homogénea y comparable, lo que reducirá previsiblemente la financiación a sectores «marrones» y la aumentará a los «verdes», premiando a aquellas empresas con modelos de negocio más sostenibles y resilientes a los retos ESG.

Hasta ahora ha sido posible una divulgación poco rigurosa (por no decir fantasiosa), autorreferencial sobre los logros y opaca a los daños generados o los retos por abordar, permitiendo a muchas empresas contentarse con cambios cosméticos como plantar árboles en torno a su sede. A partir de ahora, los mercados serán mucho menos indulgentes con la ecoimpostura y las empresas arriesgarán su credibilidad si la practican, en parte por los nuevos ámbitos sujetos a diligencia debida que la regulación de la UE empezará a exigir. Además, se reducirá el «exceso documental» habitual hasta ahora, que resulta insustancial y engañoso para el usuario del reporte anual de sostenibilidad, puesto que las empresas tendrán que centrar su divulgación en los temas realmente importantes para ella, que emergerán de los resultados de la «evaluación de doble materialidad», una piedra angular de los nuevos ESRS.

En conjunto, y como argumento en el Policy Brief de EsadeEcPol, se trata de motivar y apoyar un cambio de paradigma de forma descentralizada a través de las decisiones de las principales empresas del tejido económico de la UE, y que a su vez pueda implicar también un cambio indirecto (y potencialmente sustancial) sobre el tejido restante –las pymes residenciadas en la UE o las empresas del resto del mundo– cuando formen parte de su cadena de valor.

Eso sí, las compañías no están listas para este cambio de paradigma, que además supone una lista de tareas, dificultades y costes considerable. El objetivo último es modificar la fisonomía y funcionamiento de las organizaciones para reducir sus impactos sobre el medioambiente y la sociedad y para reorientarse hacia modelos más sostenibles y resilientes, modelos que resultarán cruciales para la diferenciación de la empresa dentro de su sector de actividad, su posicionamiento estratégico, su solidez y también, en muchos casos, para su mera supervivencia.


Fernando Gutiérrez del Arroyo es economista especializado en finanzas sostenibles, regulación ESG y análisis regulatorio. Ha trabajado en el Banco de España, en Solchaga Recio & Asociados y Metyis.

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