Sociedad

«Estamos educando a las nuevas generaciones en contra de su propia supervivencia»

Fotografía

Dani Blanco
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14
agosto
2023

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Dani Blanco

La antropóloga y profesora ecofeminista Yayo Herrero lo tiene claro: la educación no está teniendo en cuenta la crisis ecosocial que estamos atravesando. Estamos educando, según como señala Herrero, en contra de aspectos esenciales para la vida del futuro. Unos argumentos que explica detalladamente en su nuevo libro, ‘Educar en la sostenibilidad de la vida’ (Octaedro), donde también explica qué debemos cambiar para poder alcanzar el mayor bienestar posible.


¿Está la educación alejada de los problemas reales a los que tenemos que hacer frente en este momento, como por ejemplo el cambio climático?

Desde mi punto de vista, sí. Cuando decimos educación no nos referimos a todas las personas que educan ni a todas las escuelas, porque hay muchísima gente haciendo un trabajo valioso. Estamos hablando de problemas que fueron anunciados en el Informe Meadows en 1972 y, aunque la educación ha ido nombrando algunos de ellos, la conclusión es que la crisis ecosocial no está presente como debería en la educación. Sobre todo teniendo en cuenta que las generaciones que están ahora estudiando son las que van a tener que hacer frente a una realidad que va a cambiar mucho con respecto a la de hace unos años.

«Las generaciones que están estudiando son las que van a tener que hacer frente a una realidad que va a cambiar mucho»

En el libro dice que más que no adaptarse a estos problemas, la educación se ha convertido en una estrategia inadaptativa. ¿Por qué?

Estamos educando a las nuevas generaciones en contra de su propia supervivencia. Si la escuela y la educación reproducen un modelo que pretende estar basado en el crecimiento permanente de la extracción de bienes de la tierra, de consumos y la generación de residuos, estamos educando a las personas en una realidad inadaptada. En la educación, la sacralidad del crecimiento económico como cuestión básica para mantener la vida permanece incuestionable. Un modelo de desarrollo que, sin duda, ha proporcionado un bienestar a una parte no tan grande del planeta, pero que no se puede mantener. Por más que queramos, la comunidad científica nos dice que tendremos que vivir con menos energía, con menos materiales, con menos bienes de la Tierra… por lo que seguir educando así es inadaptativo.

¿Cómo hemos llegado hasta aquí? 

La cultura occidental es una de las únicas que se ha constituido mirando a la Tierra desde la exterioridad, desde la superioridad y desde la instrumentalidad. Es decir, como si no formáramos parte de la naturaleza, cuando el asunto es que no hay nada que necesitemos que no proceda de ella. Además, tenemos un modelo de concepción científica que está relacionado con esa mirada de control sobre la naturaleza y la creencia de que el progreso humano es una forma de escapar de esos límites de la naturaleza. Y, por último, tenemos el capitalismo. No me refiero al capitalismo como ideología, sino como una especie de antropología: una forma de organizarnos materialmente que se declara en rebeldía con cualquier tipo de límite y cuyo elemento básico es el crecimiento. Para llevar a cabo esto, ha usado la energía fósil y la tecnociencia. Esta última, además, se ha situado al servicio de la idea de progreso material, pero no de las condiciones para que la existencia de todos y todas fuera buena. 

¿Qué debería cambiar entonces? En sus palabras, ¿cómo sería una educación basada en la sostenibilidad de la vida?

En primer lugar, habría que poner en el centro de todas las asignaturas y de todas las etapas el conocimiento de cómo se sostiene la vida. Es importante que seamos conscientes de que somos una especie ecodependiente: dependemos del agua, del aire… y estos no son controlables por el ser humano (y sin ellos, no existiríamos). Además de esa consciencia, serían necesarios conocimientos sobre el hecho de que vivimos en interdependencia con el resto: una vida en solitario es imposible, ya que nos han parido, nos van a cuidar, necesitamos agua, un techo… Y otro elemento importante sería aprender a desarrollar con imaginación y memoria cuáles son los mundos deseables en los que nos gustaría estar. Cuando hablamos de cambio o crisis climáticas, proyectamos unas miradas distópicas que pueden alimentar una especie de futurofobia o ecoansiedad. A la hora de educar también podemos ayudar a buscar nuevos horizontes de vida deseables, nuevas maneras para que todos vivamos dignamente.

«Habría que poner en el centro de todas las asignaturas y de todas las etapas el conocimiento de cómo se sostiene la vida»

Apunta que para que suceda el cambio es necesario criticar nuestra propia cultura. Que deberíamos dar más importancia a los cuidados, a los saberes sobre la salud, a la mediación de conflictos y otros puntos, que son los que al final están en la base de la supervivencia. Es decir, basarnos en el ecofeminismo.

Las miradas ecofeministas no son solo para las mujeres, sino que permiten organizar la vida de otra manera. Su virtud es que razonan, proponen y construyen poniendo en el centro la vida, garantizando una buena existencia para todos y todas. También para las otras especies. Nos referimos a no sufrir violencia de ningún tipo, a mirar al futuro con esperanza, a que nadie tenga miedo a no comer alimentos de calidad, a no poder calentarte cuando hace mucho frío… todas esas cosas que necesitamos para estar vivos y que deberían estar garantizadas en el contexto material que tenemos.

Unos pasos que, sostiene, nos llevarán hacia una nueva cultura de la Tierra. ¿En qué se basaría exactamente?

Esto es una idea muy trabajada por la comisión de educación de Ecologistas en Acción de Madrid [organización de la que fue coordinadora estatal]. En ella, se ha tratado de desgranar cuáles son los aspectos esenciales para tener una vida digna. Entre ellos, cómo tenemos que decrecer, la necesidad de vivir del sol actual, del cierre de ciclos, de la cooperación y el apoyo mutuo; en definitiva, se trata de poner la vida en el centro.

¿Cómo encaja todo esto en la digitalización de la enseñanza? 

Es obvio que la digitalización es una actividad tremendamente insostenible en el plano material. Para su uso hacen falta construir ordenadores, móviles, desplegar tecnología 5G… algo que conllevaría una inmensa cantidad de energía y de materiales. Hay que ser conscientes de que esto es imposible. Por otro lado, yo creo que una buena parte de las soluciones para este momento pasa por mejorar las relaciones personales. Unas relaciones personales que no sean virtuales, ya que vemos cómo en la redes sociales es muy fácil insultar y polarizar, mientras que en los encuentros en persona hay más posibilidades de crear un marco de consenso positivo, algo que vamos a necesitar. Por lo tanto, la escuela debe desarrollar todas las habilidades de escucha, de búsqueda de consenso y de bien común, condiciones que no se dan tanto en los universos digitales. Dicho esto, las tecnologías digitales existen y en la educación debemos abrir un debate de para qué y cómo las queremos utilizar si queremos poner en el centro la vida.

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