Sociedad

La corteza prefrontal, el CEO de tu cabeza

La corteza prefrontal es el cerebro de nuestro cerebro: es ahí donde se toman las grandes decisiones que marcan el día a día y también el rumbo de nuestra existencia.

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17
julio
2023

En la era de la autorrealización y la de los diplomas en la pared, abundan los que quieren ser jefes de algo, de lo que sea. Lo especialmente placentero es dejarlo por escrito en redes sociales, donde –casi– nadie puede comprobar la certeza de los logros profesionales. Hoy, muchos admiten entre hashtags sus altas capacidades para ser Chief Executive Officer, CEO, aunque sea de las cuatro paredes que empiezan tras el felpudo de casa. Entre esos muchos con ganas de mandar está incluso el cerebro humano, que en algún punto de la historia se posicionó como director del engranaje biológico del individuo. A su vez, dentro del propio cerebro hay una entidad que reivindica su rol dominante: la corteza prefrontal. No es un nombre con demasiado gancho, pero esta sí se centra más en cumplir su función que en sentirse admirada.

La corteza prefrontal es una región ubicada en la parte frontal del cerebro, justo detrás de la frente. Se considera una de las áreas más complejas –en humanos– y de las que más han evolucionado en la historia de la vida animal. Como centro neurálgico de las funciones cognitivas superiores, está involucrada en funciones como la planificación, la  toma de decisiones, la resolución de problemas, el control ejecutivo, la regulación emocional y autocontrol. Dicho de otro modo, la corteza prefrontal es el cerebro del cerebro.

Por poner un ejemplo concreto, cuando nos ponemos una meta a largo plazo, como escribir un libro o bajar de peso, la corteza prefrontal sabe que estamos en medio de un proceso que es congruente con los resultados que imaginamos obtener. Por ello, produce representaciones cognitivas que mantienen el objetivo siempre presente, sin distraernos con estímulos externos u objetivos opuestos, a veces llamados excusas: «Tampoco escribo tan bien, y si nadie me va a publicar, ¿para qué acabar el libro» o «¿para qué pasarme a las ensaladas si las lentejas con chorizo me dan mucho más placer?”.

Entre todas sus características, una de las más fascinantes de esta región es su capacidad para proyectarse hacia el futuro. La corteza prefrontal no solo vive en el presente, sino que tiene la habilidad de mirar más allá, de imaginar posibilidades y de concebir ideas abstractas. Es como si fuera un explorador de la mente, el líder encabezando la manada de otras áreas cerebrales, aventurándose en territorios desconocidos y tejiendo el tapiz de nuestras aspiraciones.

Por lo que se sabe hasta el momento, y siguiendo los resultados de múltiples estudios, un volumen reducido del lóbulo frontal está correlacionado con varios trastornos mentales, mayores índices de suicidio, encarcelamiento, criminalidad, sociopatía y consumo diario de cannabis. Aunque por ahora ninguno de este hallazgo es causal, sí hay razones para pensar que podría serlo.

Las personas con lesiones o desarrollo inadecuado de la corteza prefrontal pueden sufrir problemas para organizar las tareas del día a día, para establecer objetivos realistas y para resistir la tentación de comportamientos impulsivos. Por ejemplo, una persona con una corteza menos activa tiende a ser mucho más procrastinadora, pierde mucho el tiempo al llevar a cabo cualquier actividad y le cuesta más dejar de hacer scroll en redes sociales (neologismo que hace referencia al típico deslizamiento en vertical que se hace con el dedo para ir pasando las publicaciones en redes).

Por otro lado, la corteza defectuosa dificulta la regulación de las propias emociones. Por ejemplo, una persona con este síntoma puede mostrar excesiva desinhibición y decir o hacer cosas socialmente inapropiadas, algo típico de un niño, de quien no le teme al riesgo o de alguien que ha bebido demasiado. ¿Acaso no se siente uno más impulsivo cuando consume alcohol? Esto es precisamente por sus efectos en la corteza prefrontal, que la adormecen para que se tome un descanso. Asimismo, una persona «sin» su CEO cerebral puede padecer el síndrome de la apatía, o sea, una pérdida de interés, motivación y energía por actividades que antes sí se disfrutaban.

Por todo lo que supone una corteza prefrontal en plenas facultades o no tan plenas, el conocimiento –y sobre todo entendimiento– de sus porqués ayuda a la comunidad científica a identificar trastornos relacionados con esta región, como puede ser el TDAH tan extendido en los últimos años. Si se llega a comprender en detalle la base neurológica del CEO de nuestra cabeza, será más sencillo buscar intervenciones adecuadas para ayudar a muchas personas a superar ciertas dificultades, lo que puede mejorar su calidad de vida.

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