Sociedad

Geopolítica del perfume

Las fragancias que usamos no responden solo a una cuestión de gustos. Se trata de una elección que también se conecta potentemente con el momento en que vivimos. Los perfumes del siglo XX oscilaron entre lo estridente y lo suave según el papel que la mujer ocupase en la sociedad en ese momento. Pero ¿a qué huelen los que se usan ahora?

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07
julio
2023

Aunque el perfume puede parecer, a primera vista, la herramienta menos apropiada para hacer cálculos sobre la política internacional, lo cierto es que, por el contrario, las tendencias en notas olfativas perfilan muy bien cuestiones clave. Se puede construir la historia social occidental –y en especial la posición que ocupaban las mujeres y qué expectativas tenían sobre el futuro– echando mano del olfato. Cada moda en perfumes –y cada década ha tenido sus notas olfativas dominantes– se traduce en una visión del mundo.

El perfume ha sido una pieza clave en la construcción del glamour, al menos «la idea moderna» que hoy identificamos cuando usamos la palabra, como desgrana en Glamour la historiadora Carol Dyhouse. Los olores abrían nuevas perspectivas e incluso eran una pieza en el cambio de paradigma de lo que se esperaba de una mujer. Así, en la emergencia de la mujer moderna de los años veinte, no se puede olvidar la perfumería. Al tiempo que se asentaban comportamientos más libres e iban conquistando espacios, sus perfumes favoritos también lo hacían, para consternación de los críticos de esa «mujer moderna».

Se veía como aceptable aquellos perfumes con una única fragancia floral (por ejemplo, agua de lavanda) que habían dominado el mundo de antes de la I Guerra Mundial, pero, por el contrario, lo que las consumidoras buscaban eran perfumes con composiciones complejas de aires orientales, mucho más pesados y llamativos que los florales. Cuando en 1925 Guerlain lanzó Shalimar, se convirtió en un éxito; uno que, de hecho, ha llevado a que se siga vendiendo todavía ahora. Incluso, si no caían en el orientalismo, los perfumes rompían de todos modos con la tendencia de pre-guerra: como recuerda Dyhouse, Chanel Nº5 no huele a flores, sino a algo abstracto.

En los años treinta, aunque volvieron las flores, lo hicieron en composiciones complejas y atrevidas, conectadas con el glamour del cine y vendidas en frascos de diseños sorprendentes e impactantes.

Los años sesenta y setenta trajeron la búsqueda de la liberación de la mujer y cambiaron otra vez las composiciones aromáticas de los perfumes

La evolución en derechos de las mujeres occidentales y su conquista de espacios impedía, se podría decir, que oliesen como sus abuelas. Incluso, la perfumería —como la cosmética y la moda— tiene una lectura en esas décadas importante: se ha democratizado. Oliendo, maquillándose y vistiéndose de forma parecida se ha eliminado uno de los elementos fundamentales que, décadas atrás, permitían diferenciar a las mujeres según su clase social.

En el mundo inmediatamente posterior a la II Guerra Mundial, las tendencias rompieron con la percepción de la mujer que existía en las décadas previas. No hay mejor manera de entenderlo que fijarse en cómo se vestían. La elegancia del llamado Nuevo Look, recuerda Dyhouse, no es simplemente una nueva versión del glamour «sino más una declaración nostálgica sobre un mundo en el que las identidades de género y las jerarquías de clase y raza eran parte de un entendimiento común».

Por supuesto, esto también cambió la perfumería: el retorno a una feminidad más tradicional recuperó las fragancias muy florales en un packaging rosa. Frente a los perfumes pesados y fuertes de las décadas anteriores se pasa a lo suave, a lo menos agresivo. Otro dato perfumista puede ayudar a entender cómo ha cambiado la posición de la mujer. Los anuncios no les vendían los perfumes a ellas, sino a los hombres para que se los comprasen. No era así en los años veinte y treinta.

Los años sesenta y setenta trajeron (de nuevo) la búsqueda de la liberación de la mujer y cambiaron (otra vez) las composiciones aromáticas de los perfumes, con el triunfo de los olores naturales, como a hierba o a heno.  Que sean estos olores no es casualidad: estos son también los años de la emergencia de la preocupación por el medio ambiente.

Y por eso tampoco sorprende que, en los años ochenta, la era del power dressing y la ejecutiva exitosa, las notas aromáticas de los perfumes pivotasen de nuevo. Esta es la época de Poison, una fragancia agresiva «si no realmente asfixiante», como escribe la historiadora. No por nada poison en francés significa veneno. «El glamour showy de los ochenta pide aromas estridentes», señala Dyhouse. Los perfumes quieren llegar a las mujeres jóvenes y liberadas de la década y, para eso, deben ser como ellas. Nuevamente, no quieren pasar desapercibidas.

El perfume del siglo XXI

¿Qué dice del mundo actual nuestro olor en el siglo XXI? «Este año vuelven los aromas gourmands y los florales, los aromas de la adolescencia; aunque, en realidad, nunca se fueron», explica Anabel Vázquez, cofundadora y co-CEO de Laconicum. «En la perfumería, como en la moda, todo convive. A cada tendencia le corresponde una contratendencia: los aromas especiados y majestuosos siempre tendrán su sitio, así como los leves», añade.

Vázquez: «A cada tendencia le corresponde una contratendencia: los aromas especiados y majestuosos siempre tendrán su sitio, así como los leves»

Vázquez apunta que no han notado un cambio estructural conectado con las crisis económicas que se han vivido en el siglo XXI, aunque sí que tras la pandemia «apetece cambiar más de perfume y probar nuevos aromas». «Nos hemos vuelto menos conservadores», señala la experta. Habla, eso sí, de perfumería. Desde la Academia del Perfume, destacan la emergencia de los «perfumes lifestyle», algo que también dice mucho del tiempo actual. Son los que se venden vinculados con marcas y estrellas. También este ha sido el momento de los perfumes de nicho y de lo sostenible.

Las décadas que llevamos de siglo XXI sí han estado marcadas por varios cambios sociales. La emergencia feminista de la década de 2010 ha tenido un impacto muy importante en muchas cuestiones. ¿Se puede leer ese cambio también en los olores, como ahora podemos ver la evolución del papel de las mujeres en el mundo de hace 100 años viendo cuáles eran sus fragancias favoritas? «Las nuevas casas de perfumerías, como Heeley, Byredo o Maison Matine, no distinguen entre géneros», indica Vázquez. «Los aromas son buenos o malos, no femeninos y masculinos», explica.

A qué olerá el futuro próximo es difícil de determinar. «Esperamos que a muchos aromas que ni siquiera sabemos que existen», apunta. «La ciencia siempre nos sorprende y cada año surgen nuevas moléculas que enriquecen la cultura olfativa», señala. No es difícil ver en esto, con todo, pistas de qué importará —y dominará— en el futuro común. Aun así, los olores de siempre no se irán. La perfumista da por casi seguro que en España «seguirán gustando los perfumes cítricos y con aroma a limpio». Y es que, como reza el dicho, dime a qué hueles y te diré qué marca tu época.

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