Siglo XXI
Trabajar cuesta mucho trabajo
La precariedad causa el 33% de los casos de depresión laboral. Lograr un buen modelo de trabajo implica enfrentarse a los fallos actuales del sistema.
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COLABORA2023
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Hace unos días salían unos datos escalofriantes. Según el último informe de la Comisión de Personas Expertas del Ministerio De Trabajo, el 33% de los casos de depresión laboral de España se deben a la precariedad de nuestro modelo productivo. En otras palabras, uno de cada tres trabajadores españoles está deprimido porque tiene un salario y un trabajo de mierda.
Tal y como comentaba el periodista Javier Ruiz en el segundo episodio del podcast El Futuro es Ser B: «Todo el mundo ha comprado el discurso de que existe la desigualdad pero no todo el mundo ha caminado el camino de la desigualdad». Y es que España es (aún) un país de mileuristas. Desgraciadamente, por mucho que se estén esforzando desde las instituciones por subir el salario mínimo y por ende, la calidad de vida de nuestros compatriotas, esto no ha terminado de calar en todo el tejido empresarial.
Parece que nos da miedo algo tan simple y aparentemente básico como que todos tengamos suficiente dinero en nuestra cuenta bancaria a final de mes como para llevar una vida digna. Pero este miedo está siendo desplazado por otro sentimiento, quizá arrebato. Así, millones de empleados de todas partes del mundo han dicho basta y han decidido que si las empresas no van a retribuirles como es debido, ellos tampoco van a trabajar como se les exige. El quiet quitting o renuncia silenciosa está lentamente abriéndose paso en España. Básicamente, este nuevo fenómeno laboral consiste en algo tan revolucionario como limitarse a hacer las tareas que tienen estipuladas por contrato y dejar de ser cómplices silenciosos de la productividad perversa del sistema. Ni una hora más en la oficina, ni un email a deshora, ni un zoom desde casa. No querías caldo, pues toma tres tazas.
El ‘quiet quitting’ consiste en algo tan revolucionario como limitarse a hacer las tareas y dejar de ser cómplices silenciosos de la productividad perversa del sistema
Pero no es la única reacción que tiene preocupado al tejido empresarial, especialmente en nuestro país. Lo llaman la «gran rotación»: la juventud española ante el escenario tan desolador en términos salariales decide cambiar frecuentemente de trabajo. La lógica es que si la oferta es igualmente mala en todos los curros, no hay por qué fingir ninguna lealtad laboral extraordinaria. Si queremos datos, LinkedIn publicó hace unos meses un estudio en el que constataba cómo el 68% de los trabajadores más jóvenes estaban dispuestos a abandonar su empleo por otro sin demasiados miramientos.
En resumidas cuentas, de una manera (a través de las subidas progresivas del SMI) o de otra (porque nadie va a querer trabajar en nuestras empresas) vamos a acabar asumiendo la idea de que sin salario digno, sin dinero suficiente para poder cubrir nuestras necesidades básicas, no hay futuro. Y si no hay futuro, por qué malvivir en el presente. Literal.
Pero si miramos un poco más lejos, no debemos focalizar el debate solo en el salario. Si queremos acabar con la precariedad laboral, lo primero que tenemos que entender es que esta no empieza y termina con la nómina. En algunos países de nuestro entorno cercano como Francia (no, todo lo malo no pasa exclusivamente en Estados Unidos) las tasas no solo de depresión, sino los casos de suicidio por la mala cultura empresarial han calado en la calle. Y es que a pesar de que es verdad que el salario es de los factores más importantes, en el país vecino el salario medio es bastante más alto y la tasa de paro es inferior, pero la felicidad no aumenta. Quizá la diferencia es que en Francia hay una cultura sindical sólida y la protesta social es amplia.
Es por ello que una vez abierto el melón del salario sería hora de ir abriendo otros. Ya puestos. Porque un salario digno ayuda, pero de nada sirve si no hay tiempo para disfrutarlo. Laura Baena, la presentadora del podcast El Futuro es Ser B, hace mucho hincapié a través del su activismo en la importancia de otras medidas tan importantes como una conciliación real, que es la que no se cura simplemente pagando guarderías ni pañales…o para aquellos sin hijos, yéndose de vez en cuando a la playa para desconectar del bullicio tóxico de la vida laboral.
En definitiva, es importante darnos cuenta de que necesitamos una cultura empresarial renovada en la que se remunere el trabajo como es debido. Y quizá una cultura sindical moderna que ayude a garantizar que trabajemos para vivir, no vivamos para trabajar. Sí, se puede.
Elsa Arnaiz es Presidenta y Directora General de Talento para el Futuro
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