Sociedad

La cultura política en las democracias

Se trata de una herramienta importante para entender las actitudes de las personas respecto a los sistemas políticos, en qué medida se identifican con ellos y cómo los valoran. Y no solo eso: también sirve para ser (o no) más tolerantes.

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19
junio
2023

Uno de los aspectos que resalta en los debates políticos y los procesos electorales actuales es la fuerte polarización afectiva provocada por la confrontación discursiva e ideológica entre los participantes políticos que la motivan. Esta se caracteriza por generar una distancia entre la adhesión o el afecto que generan en nosotros quienes comparten nuestras ideas políticas y el rechazo o la antipatía que despiertan aquellos que defienden ideas distintas a las nuestras.

El papel del debate político, como promotor de la convergencia de la pluralidad de argumentos ante el ciudadano con la finalidad de decidir la mejor opción política, se ve comprometido. En consecuencia, no se está generando un diálogo que sirva para reducir las diferencias ideológicas y los conflictos entre los participantes; un diálogo que permita alcanzar acuerdos que fomenten un modelo de convivencia basado en el bien común. 

Considero que los debates políticos actuales banalizan la importancia de la deliberación, provocando que las ideas y propuestas de los participantes políticos pierdan fuerza y legitimidad ante el ciudadano. Así, los debates terminan convirtiéndose en un espectáculo político que demerita su función como medio para fortalecer el diálogo en la vida democrática y la participación de la ciudadanía en los procesos electorales. Esto puede explicar, en parte, el bajo porcentaje de abstención en las elecciones.

Los debates se centran excesivamente en resaltar las cualidades de cada uno de los contendientes, promoviendo la dialéctica del «vencedor y el vencido»

Además, los debates se centran excesivamente en resaltar las cualidades de cada uno de los contendientes, lo que convierte este modelo deliberativo en un medio que promueve la dialéctica del «vencedor y el vencido», y no contribuye al fortalecimiento de la vida democrática. De hecho, el debate se centra más en desacreditar al rival y llegar al insulto, como sucedió en el primer debate presidencial entre Donal Trump y Joe Biden en 2020, donde el candidato demócrata llegó a llamar «payaso» a su rival y el republicano insinuó «que no era listo». 

¿Cómo lograr que los políticos no se centren solo en la confrontación de ideas para evitar una polarización afectiva que es negativa para los procesos electorales? Para responder, debemos tener presente dos factores que pueden jugar un papel relevante. El primero es el proceso de socialización política, el cual podría contribuir a desarrollar un comportamiento ciudadano en los individuos que sea más proclive al diálogo, tolerante ante la pluralidad de ideas y respetuoso con las reglas de juego e instituciones de un sistema democrático. Este elemento es importante, ya que asistimos a una desconfianza hacia las instituciones públicas, sean partidos o gobiernos. La encuesta realizada por ICIP-Esade EcPol, Polarización y convivencia en España 2021, destacaba la desconfianza hacia las principales instituciones en España. Asimismo, el Latinobarómetro de 2021 reveló que la confianza en los gobiernos latinoamericanos se redujo del 46% en 2010 al 27% en 2020, y en los partidos políticos disminuyó del 24% en 2013 al 13% en el último año. Por eso, una adecuada socialización política es importante para evitar una confrontación ideológica estéril entre los participantes políticos, que solo provoca la erosión de la vida democrática. 

El segundo elemento que surge de esa socialización es la cultura política, una herramienta importante para entender las actitudes de las personas respecto a los sistemas políticos, en qué medida se identifican con ellos y cómo los valoran o evalúan. No solo eso: la cultura política sirve para definir a las personas como actores políticos, ya que su comportamiento e interacción en la esfera política contribuye a desarrollar su visión de lo político y su posición dentro de la misma. Además, sirve para que las personas den sentido y significado a las situaciones políticas que experimentan en sus vidas, estableciendo al mismo tiempo las guías que utilizan como ciudadanos para comportase en el ámbito político. 

En base a todo lo expuesto, considero que es fundamental desarrollar una cultura política en los ciudadanos que fomente la tolerancia política. Esto implica saber escuchar y dialogar con aquellos que piensan diferente, así como la capacidad de facilitar la convergencia de ideas de los participantes políticos en consensos que permitan la gestión de las prioridades sociales y el bien común. En conclusión, debemos reflexionar sobre cómo podemos promover una socialización que conduzca a una cultura política capaz de formar ciudadanos y líderes políticos preparados para promover y consolidar formas democráticas de convivencia social y política. No olvidemos que la cultura política debe contribuir a la consolidación de la vida democrática, no a su erosión.


Alejandro Santana Mariscal es un colaborador académico del Departamento de Sociedad, Política y Sostenibilidad de Esade.

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