Ciudades

«Cambiar de piso por una subida de alquiler excesiva es una forma de desahucio invisible»

Fotografía

Liliana Peligro
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09
junio
2023

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Liliana Peligro

A Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) le gusta pasear por la ciudad. Es periodista en El País y durante un tiempo escribió columnas sobre Madrid bajo el título de ‘Bocata de calamares’. También se proclamó Paseador Oficial de la Villa durante el verano de 2018 y recogió sus paseos en ‘La ciudad infinita‘ (Reservoir Books, 2019). Ahora, paseando a una escala mayor, ha escrito un ensayo sobre «la precariedad, la pobreza y la desigualdad extrema en nuestro país» que se llama ‘La España invisible‘ (Arpa, 2023) y que profundiza en casos concretos de gente sin hogar para dejar huella del terreno de juego desnivelado que es la sociedad. Lo hace siempre con una atención especial a los márgenes, a la justicia social y al Carrefour de Lavapiés: «El teatro del mundo se ve reflejado en el supermercado».


El título del libro se refiere a toda esa pobreza y precariedad que no vemos pero también hablas de los desahucios invisibles. ¿Qué es un desahucio invisible?

Pues diría que hay varios tipos de desahucios invisibles. La gente del movimiento de vivienda me contaba que hay desahucios de gente a la que echan de su casa pero que no acuden a estas organizaciones y no luchan por sus derechos sino que se van dócilmente. Ha cuajado mucho la imagen del desahucio violento y mucha gente no quiere ser protagonista de esto, es comprensible. Y luego por otra parte hay otro tipo de desahucio invisible, que es el de esas personas que viven de alquiler. De repente te suben el alquiler al doble y te tienes que ir. Cuando hay una subida de alquiler abusiva también hay gente que lo considera un desahucio, cambiar de piso por una subida de alquiler excesiva es una forma de desahucio invisible. Incluso se concibe como algo normal, no aparece en los registros y se considera legítimo. Una de las luchas que hay en el movimiento de vivienda es precisamente por que se regulen las subidas del alquiler.

Y como resultado de estas subidas se produce la gentrificación, que tú defines en el libro como «la lucha de clases desplegada sobre el territorio». ¿Cómo llega a producirse este fenómeno?

Sí, hay un libro muy mítico, La nueva frontera urbana, que es de un geógrafo que se llama Neil Smith. Es el primero al que le leo hablar de la lucha de clases en la ciudad: las clases propietarias quieren usar sus bienes inmobiliarios para sacar rentabilidad y normalmente son las clases desfavorecidas las que acaban siendo expulsadas. También ha habido un cambio. Antes la gentrificación estaba asociada a lo hipster, al cupcake, a lo que estaba de moda, los batidos smoothies. Con los años esto ha cambiado porque la gentrificación no tiene que ver solo con modernos o con que haya bares guays. Eso solo es un síntoma pero en realidad lo que hay es un problema inmobiliario. Se busca un barrio que se degrade mucho y que los pisos sean muy baratos y entonces ahí hay una diferencia potencial de renta, es decir, se puede comprar barato y vender caro. Entonces es cuando llegan los especuladores, muchas veces auspiciados por las Administraciones Públicas, e intentan sacar rentabilidad de la ciudad. Luego hay una doble gentrificación: primero llegaban unas personas y se establecían en barrios desfavorecidos pero luego esas mismas personas de clase media son a su vez expulsados por gente con rentas más altas.

«Mucha gente trabaja muy duramente y no consigue prosperar, lo cuál también va en contra de las ideas meritocráticas»

Esto conecta con la precariedad que supone tener un trabajo pero no tener condiciones de vida digna, no tener la garantía de salir de la pobreza.

Y lo hemos visto mucho en Estados Unidos. En la película Nomadland se ve cómo los trabajadores de Amazon viven en caravanas. Este fenómeno de los trabajadores pobres también está en España y son las personas que tienen un trabajo, o varios, pero no les sirve para tener una vida digna. Es tremendo porque la función social del trabajo era que la gente tuviera una vida digna y ahora no se tienen. Las condiciones laborales cada vez son peores y ahora con la llegada de la inteligencia artificial se prevé que vaya terminando con el trabajo. Cada vez hacen falta menos personas y hay cada vez más gente que es superflua, que no tiene un papel en la sociedad porque no hace falta. Al haber mucha demanda de trabajo y pocos empleos, las condiciones son peores. Mucha gente trabaja muy duramente y no consigue prosperar, lo cuál también va en contra de las ideas meritocráticas. Supuestamente si luchas duro, si superas tus límites, vas a triunfar pero hay gente que se está esforzando muchísimo y no va a ninguna parte.

En España hay tres millones de pisos vacíos. ¿Introducir estos pisos en el mercado es una forma de reducir el precio de la vivienda?

Estudié Física en la universidad. En la naturaleza, las cosas suelen tender al equilibrio. Cuando hay una cosa muy caliente y otra muy fría, la temperatura tiende a equilibrarse. Entonces, si hay muchas viviendas vacías y gente sin viviendas, la gente va a tender a meterse en estas viviendas. En muchos medios estamos viendo que se trata la okupación como un problema de orden público. Criminales y delincuentes que hay que sacar. Y hay que mantener ese status quo de gente en la calle y viviendas vacías con policías o grupos parafascistas como Desokupa. Lo mejor que se puede hacer para mantener la propiedad privada es que todo el mundo tenga su espacio para vivir, que es lo que dice la Constitución.

Tendemos a pensar que la igualdad solo favorece a los que menos tienen, ¿qué beneficios tiene la igualdad para las rentas altas?

Es fundamental. Las sociedades más desiguales son malas para todos. Suele haber más violencia… cualquier país de los que llaman subdesarrollados es muy desigual. Los ricos, como hay más criminalidad, tienen que encastillarse en comunidades cerradas. La oferta cultural es peor, también la vida pública. Hay más polarización política. A lo mejor los ricos viven mejor en sus castillos pero creo que una sociedad más igual es mejor también para los más privilegiados. Y hay que alimentar el consumo: Henry Ford tenía claro que sus trabajadores tenían que tener suficiente dinero para comprar sus coches. Con una desigualdad muy extrema, tenemos una sociedad fallida. Hay quien dice que la desigualdad es la que provoca que haya movimientos populistas en EE UU. O, por ejemplo, la Guerra Civil fue un caso flagrante de desigualdad.

«Las sociedades más desiguales son malas para todos»

Junto a la precariedad que produce la pobreza invisible de la que hablas, también se reduce la tendencia a organizarse de los propios trabajadores. ¿Crees que el mercado laboral está evolucionando hacia el empleo autónomo más que hacia el trabajador afiliado a un sindicato?

Soy asturiano y la minería es un buen ejemplo de las luces y sombras del sindicalismo. Fue un movimiento muy fuerte pero también fue muy cerril. Quizás fue muy poderoso y al final hubo hasta corrupción. Ahora ya no trabajamos tanto en fábricas. Hay mucho trabajo autónomo, pero el que no es autónomo es más disperso. El teletrabajo puede ser también una dificultad para la organización de los trabajadores. Soy muy partidario del teletrabajo pero puede ser un problema para crear lazos de sociedad y de comunidad. O aparece también el trabajo precario: riders, conductores de coches con licencias VT. Son trabajadores desafiliados, aunque se van formando también sindicatos en Amazon, aunque los quiera destruir, y se forman sindicatos de riders. Si pones a la gente contra la pared, es inevitable que la gente se vuelva a organizar. Los sindicatos tienen que ser capaces de adaptarse a las nuevas sensibilidades y a la influencia de la tecnología.

En cuanto a la tecnología aplicada al trabajo, explicas que ahora las máquinas autocobro sustituyen a los trabajadores pero no se reduce el precio de los productos. El cliente trabaja para la empresa.

Ah, sí. Enfrente de mi casa está el famoso Carrefour de Lavapiés abierto 24 horas y es un supermercado en el que se van viendo muchas cosas que pasan en la sociedad. Por ejemplo, desde que yo llegué se ha visto el cambio demográfico o los cambios en los horarios. Dice mucho de cómo vivimos y qué gente viene al barrio. Ahora está todo muy bien diseñado. Antes parecía una especie de gran cuarto de baño, parecía un váter gigante, y ahora es un sitio agradable, con luces bajas, muy bien diseñado. He escrito mucho sobre él porque veo que todo el teatro del mundo se ve reflejado en el supermercado. Antes había muchos cajeros y cajeras y ahora hay máquinas autocobro. Me llama la atención que yo haga el trabajo de cobrarme, que antes hacía una persona que tiene un salario, pero luego no tenga un descuento. Y también me llama la atención la figura de la empleada que está explicando a los consumidores cómo usar la máquina: les está adiestrando para usar una tecnología que algún día acabará con su trabajo. Es perverso.

«Se ha potenciado la idea de Margaret Thatcher de que la sociedad no existe y se recubre todo con una dulcificación, con la cultura del esfuerzo»

Dedicas el epílogo al positivismo y la meritocracia. ¿Qué impacto tienen este tipo de filosofías en la desigualdad de una sociedad?

Bueno, yo el libro lo empecé haciendo sobre las personas sin hogar, nada más. Pero la cosa fue creciendo y pasé a las personas pobres con hogar, al problema de la vivienda. Y finalmente llegué a la cosa más ideológica, que es algo que no se relaciona. Muchos libros hablan de la meritocracia pero no se relaciona esto con la pobreza más extrema. El problema del neoliberalismo es que, además de un sistema económico, es una ideología muy fuerte que ha cambiado el sentido común. Es una especie de lavado de cerebro. Se ha potenciado la idea de Margaret Thatcher de que la sociedad no existe. Y se recubre todo con una dulcificación, con la cultura del esfuerzo. Esto pone mucha presión sobre el individuo, lo cual es una quimera: todos tenemos una responsabilidad limitada, formamos parte de una sociedad y una red más amplia. Este sueño americano de que uno puede salir de la mierda y llegar a lo máximo es una forma de engaño que sirve para justificar la desigualdad y la injusticia.

Tampoco creo que el estoicismo y el pensamiento positivo sea una cosa que tengamos que tirar a la basura. Este tipo de filosofías, que tienen en común la responsabilidad individual, te pueden ayudar en un plano social, en situaciones emocionales muy complicadas. Pero si te despiden en un ERE o si en tu trabajo te explotan, no se trata de aceptarlo con estoicismo, se trata de sindicarte y de pelear y de quejarte. No sé si este tipo de ideas aumentan la desigualdad pero desde luego la justifican.

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