Opinión

En busca de la virtud europea

En un momento de redefinición de la globalización y del rol de la Unión Europea en ella, cabe recordar no solo el debate de los Padres Fundadores de Estados Unidos sobre la naturaleza del país, sino sus lecciones para Europa: la economía no es un fin, sino un medio para construir una sociedad cohesionada.

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Parlamento Europeo
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27
junio
2023

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Uno de los comentarios más frecuentes tras la salida de Trump de la Casa Blanca fue el de elogiar el sistema institucional de Estados Unidos: un diseño construido a finales del siglo XVIII contra la tiranía la había conseguido evitar más de doscientos años después. La talla de los Padres Fundadores, ya de por sí enorme, creció aún más a ojos de muchos observadores de todo el mundo. Por eso es tan fascinante conocer con cierto detalle los debates que se produjeron entonces entre ellos, algo a lo que nos ayuda la reedición ampliada hace poco de El descontento democrático (Debate), del profesor de Harvard Michael J. Sandel.

Es bien sabido cómo Alexander Hamilton se impuso a la hora de mutualizar la deuda de los estados y crear así una unidad económica federal. No fueron debates sencillos, pero sorprende que los argumentos a favor y en contra no fueran sobre todo, ni esencialmente, económicos, sino morales y cívicos. Se preguntaban qué tipo de sociedad querían y qué tipo de sociedad se fomentaba con las decisiones que tomaban.

De la misma forma ocurrió cuando se planteó si EEUU debía industrializarse o no: no eran pocos quienes, como Thomas Jefferson, creían que la industrialización implicaría el riesgo de padecer una degradación moral similar a la que veían en la industrializada Gran Bretaña de la que acaban de independizarse. 

«Se ha hablado mucho del «momento hamiltoniano» de la UE al endeudarse en común para crear el fondo Next Generation EU»

Según Jefferson y sus seguidores, el estilo de vida agrario era el que más probabilidades tenía de producir el tipo de ciudadanos requerido por el autogobierno. «A diferencia de los trabajadores de las factorías europeas, estos artesanos controlaban su propio conocimiento técnico, su fuerza de trabajo y sus herramientas», escribe Sandel, quien cita a Jefferson: «Mientras tengamos tierra que trabajar, pues, dejémonos que nuestros ciudadanos laboren sentados en algún banco de trabajo o girando ruecas». Desde Boston, un articulista se preguntaba: «¿Será compatible la existencia de nuestra forma de gobierno actual con un populacho como el que vive en Lyon, Manchester o Birmingham?». 

Es bien sabido que, finalmente, Estados Unidos optó por la industrialización. Entre otras cosas porque sus dirigentes temían los efectos de la dependencia de las manufacturas del exterior. Son debates actuales, en un momento de redefinición de la globalización y, también, del papel de la Unión Europea en ella y de la necesidad de más autonomía estratégica. Se ha hablado mucho del «momento hamiltoniano» de la Unión al endeudarse en común para crear el fondo Next Generation EU, y sería interesante que los debates no se quedaran ahí y no transcurrieran en exclusiva sobre reglas fiscales y disciplina económica. Los Padres Fundadores tenían claro que el crecimiento económico no era un fin en sí mismo, sino un medio para construir una sociedad cohesionada. Y ese sigue siendo el reto de nuestro tiempo.  

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