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Una sociedad sana comienza por un trabajo saludable

La fatiga crónica, la falta de eficacia, la depresión o el insomnio son algunas de las alteraciones derivadas del estrés laboral, y llegan a suponer el 30% de las bajas laborales en España.

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Yvonne Redín
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Una persona le dedica a una actividad laboral un promedio de 1.764 horas al año, según estimaciones de la Organización Internacional del Trabajo. Pasamos un 30% de nuestro tiempo trabajando, y el 45% de la población empleada reconoce que la sobrecarga laboral afecta a su vida personal.

Otros factores como la discriminación y desigualdad, la inseguridad, la falta de reconocimiento o las condiciones precarias —ya sean económicas o de trato— son factores que afectan a la salud mental en el desempeño diario en el puesto de trabajo. La fatiga crónica, la falta de eficacia, la depresión o el insomnio, entre otras, son algunas de las alteraciones derivadas del estrés contraído en este entorno, y llegan a suponer el 30% de las bajas laborales en España.

De hecho, existe una patología, el síndrome de burnout o «síndrome de desgaste profesional», que es consecuencia del estrés crónico y de las jornadas extremas. Algunos de sus síntomas son el agotamiento físico y mental prolongados en el tiempo, la frustración y desilusión elevadas, así como un deterioro en la autoestima del trabajador. Este síndrome es la antesala de trastornos más severos como la depresión.

La psicosociología es la disciplina que estudia los factores de naturaleza psicosocial y organizativa existentes en el entorno laboral e intenta evitar su repercusión negativa en la salud del trabajador. Entre estas alteraciones, destacan la insatisfacción, la monotonía, la desmotivación, etc.

Pasamos un 30% de nuestra vida trabajando, y el 45% de las personas con empleo reconoce que la sobrecarga laboral afecta a su vida personal

Una manera de intentar revertir estas situaciones derivadas del trabajo es el wellness 3.0, que, a través del impulso de políticas de recursos humanos dentro de las organizaciones, integra medidas para mejorar la salud no sólo física de los empleados, sino también la emocional y la financiera.

El objetivo de esta disciplina, cada vez más extendida —sobre todo en grandes empresas—, es crear un marco que permita cuidar de todos los niveles que impactan en el bienestar —físico, mental, emocional— de una persona para que tenga un retorno positivo en la compañía, de manera que aumente la productividad y reduzca las bajas de los empleados.

Según la profesora y directora de la Cátedra DKV-IE sobre la Salud y el Bienestar del Empleado, Rocío Bonet, «las empresas que no consiguen ofrecer un lugar de trabajo en el que los empleados puedan prosperar corren el riesgo de enfrentarse a una plantilla desmotivada y es probable que encuentren dificultades para atraer y retener el talento. Sin embargo, datos recientes sugieren que el nivel de bienestar de los empleados dista mucho de ser el deseado para muchas organizaciones». La experta señala que los cambios actuales en el mercado laboral, como la adopción generalizada del trabajo a distancia, el uso de la inteligencia artificial (IA) para gestionar a los trabajadores o los cambios demográficos, plantean a las empresas retos sobre la mejor manera de crear lugares que fomenten el bienestar de los empleados. «La investigación académica puede ayudarnos a esclarecer los factores que impulsan el bienestar de los empleados en las organizaciones actuales, así como las consecuencias organizativas de fomentar lugares de trabajo que fomenten el bienestar», añade.

Rocío Bonet: «Las empresas que no consiguen ofrecer un lugar de trabajo en el que los empleados puedan prosperar corren el riesgo de enfrentarse a una plantilla desmotivada y es probable que encuentren dificultades para atraer y retener el talento»

Precisamente, la cátedra DKV-IE sobre la Salud y el Bienestar del Empleado es un programa que se alinea con las directrices que propone la OMS: el fomento de la salud y el bienestar de las personas a través de la investigación orientada a comprender el impacto que el lugar de trabajo tiene sobre los empleados. También coincide con los ODS 3 (Salud y bienestar) y 17 (Alianzas para lograr los objetivos).

La mala salud mental derivada de unas malas condiciones de trabajo puede manifestarse a través de problemas de diverso tipo, como la depresión, el abuso del consumo de sustancias, un mayor riesgo de padecer diabetes, la pérdida de memoria, dificultad para dormir, problemas digestivos, irritabilidad y mal humor o una probabilidad mayor de sufrir enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares. Por eso, es de vital importancia que las organizaciones y empresas se conciencien de la necesidad de cuidar la salud física y mental de sus empleados, y pongan a su disposición medidas de conciliación y flexibilidad laboral, la implantación del teletrabajo siempre que sea posible y, por supuesto, un salario digno acorde a la naturaleza y funciones del puesto que desempeñan.

El coste de no llevar a cabo estas acciones perjudica no solo la salud y el bienestar de los trabajadores, sino que, a largo plazo, se transforma en un coste económico para las empresas, ya que sufrirán una menor productividad y una mayor tasa de rotación de personal, así como dificultad para atraer y retener el talento, lo que también se traduce en un coste económico y de tiempo derivado de los procesos de selección y la formación.

Para muestra, un botón: a nivel mundial, la OMS estima que cada año se pierden 12.000 millones de días laborales debido a la depresión y la ansiedad, lo que supone un coste anual de mil millones de dólares en pérdida de productividad.

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