Contaminación

¿Conocen a Frankenstream?

La edad de oro del streaming ha ido paralela a la lucha contra el cambio climático. Y, aunque a primera vista parezca que nada las une, las relaciones son estrechas: cada hora de contenido consumido emite importantes cantidades de CO2 a la atmósfera.

¿QUIERES COLABORAR CON ETHIC?

Si quieres apoyar el periodismo de calidad y comprometido puedes hacerte socio de Ethic y recibir en tu casa los 4 números en papel que editamos al año a partir de una cuota mínima de 30 euros, (IVA y gastos de envío a ESPAÑA incluidos).

COLABORA
24
mayo
2023

La edad de oro del audiovisual llegó de la mano del streaming y las plataformas. Cientos de películas y series se producen y estrenan a ritmo semanal y pueden verse en prácticamente todo el mundo. Actores españoles son estrellas en Corea y viceversa, las mejores películas de la historia del cine en el salón de tu casa a un solo clic y adolescentes de 14 años se convierten en directores de cine gracias a su móvil.

Pero esta realidad tiene otra cara: cada hora de streaming vista en alguna parte del mundo emite, por la energía consumida, 55 gramos de CO2 a la atmósfera. Son cantidades que equivalen a más o menos lo que supone conducir durante 6 o 7 kilómetros. Si aceptamos que se estima que en 2022 el videostreaming por cualquier vía –redes, plataformas de pago o gratuitas, etc– supuso el 80% del tráfico de internet, arroja un resultado aproximado, en el cálculo más conservador, de 110.000 toneladas de CO2 emitidas al día. Eso equivaldría a 40 millones de toneladas al año, pero algunos expertos sitúan el total en 100 millones, tanto como algunos países pequeños.

Este cálculo escalofriante es la base de Frankestream, el monstruo que nos devora, serie documental del Canal Arte.TV dirigida por Pierre-Philippe Berson y Adrien Pavillard. Su historia, en cuatro capítulos, se basa en una coincidencia temporal: los grandes hitos en el desarrollo de la tecnología que permite ver La casa de papel en una tableta al otro lado del mundo van en paralelo con los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, el IPCC, sobre el cambio climático.

Cada hora de ‘streaming’ vista en alguna parte del mundo emite 55 gramos de CO2 a la atmósfera, como conducir 6 horas

Como el monstruo de Frankenstein, el streaming se vuelve contra su creador humano para destruirlo. Y esta es una realidad que se aplica a cualquier plataforma, sea del tamaño que sea, incluso la propia Arte.TV que emite el documental y lo ofrece gratuitamente. La serie es consciente de dicha ironía y, además de jugar con el formato –pixelando o retardando los vídeos cuando hablan de épocas en las que «bajarlos» de la red era más complicado–, se concede momentos de autoparodia. Porque Frankestream, el monstruo que nos devora es, en parte, una pequeña historia de la técnica. Explicar la huella ecológica del imperio del streaming implica narrar los avances tecnológicos que lo han permitido y han llevado, mediante diferentes pasos, al momento actual. En 2001 empieza a generalizarse el ADSL, mientras el IPCC publica su tercer informe sobre el cambio climático. El MP3, las descargas P2P, la escalada del negocio de la música o la lucha contra el pirateo hasta el reinado de las plataformas que ha cambiado nuestra forma de consumir cultura.

Uno de los problemas que subraya el documental es el impacto de la idea del «todo gratis» que dominó la web en sus comienzos y, en gran parte, se mantiene en la actualidad. El negocio de las discográficas lo descubrió en los 2000 y el del cine lo está haciendo en el último lustro. Lo que está en internet no vale nada, intuitivamente no es como llenar el coche de gasolina y luego ver como el tubo de escape echa humo.

Igualmente las consecuencias culturales y comerciales del streaming son poco sostenibles: una población poco acostumbrada a la paciencia y mantener la atención, problema creciente denunciado por los expertos, y una tecnología cara, sensible y fácilmente obsoleta, difícil de reparar y que requiere para su fabricación o sustitución el consumo de minerales escasos y con un gran coste energético para su tratamiento.

Aún así, el documental y la propia Arte.TV dejan unos pocos consejos útiles, a los que dedica todo el capítulo final. Por ejemplo, por irónico que suene una vez más, la descarga: consume menos descarga un vídeo online y verlo offline que al contrario. También mantener nuestros terminales (teléfonos móviles, tablets, etc), repararlos y prolongar su vida lo máximo posible, o sustituirlos por equipos reacondicionados o reciclado. O, por ejemplo, el retroproyector es una solución más ecológica que ver una película en el televisor inteligente de pantalla grande. Y mejor hacer streaming con cable ethernet de los de toda la vida que a través de wifi.

Al fin y al cabo, es una herramienta y su impacto depende de la mano que la sostenga. Como concluyen en el documental de forma optimista, el mismo streaming que contribuye a la crisis climático puede ayudar, gracias a su capacidad de difundir el conocimiento humano a rincones a los que antes no llegaba, a combatirlo.

ARTÍCULOS RELACIONADOS

El mapamundi del CO2

Jara Atienza

Entre 2014 y 2016 las emisiones procedentes de los combustibles fósiles se estancaron, en 2017 aumentaron en un 1,5%.

COMENTARIOS

SUSCRÍBETE A NUESTRA NEWSLETTER

Suscríbete a nuestro boletín semanal y recibe en tu email nuestras novedades, noticias y entrevistas

SUSCRIBIRME