Siglo XXI

Las teorías de la conspiración incrementan el populismo

Las conspiraciones no son inocuas: ya suponen un peaje en términos políticos. Una investigación demuestra que su popularidad asienta el populismo.

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12
abril
2023

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A medida que han avanzado las décadas, el populismo se ha convertido en uno de los grandes temas de la agenda política del siglo XXI. Por eso, y en paralelo con el incremento del apoyo a los partidos populistas en Occidente, también lo han hecho el número de estudios que intentan comprender las razones de su auge. Los académicos estudian las causas y consecuencias del voto populista y también los motivos y efectos que pueden tener la aparición y la intensificación de las actitudes que los sustentan.

De forma paralela, durante la última década, ha aumentado el interés por las conspiraciones. Los investigadores se adentran, por ello, en la relación entre una y otra cuestión. Así, un estudio reciente se ha preguntado qué vínculos existen entre el populismo y las ideas conspirativas: I want to believe: The relationship between conspiratorial beliefs and populist attitudes in Spain (Quiero creer: La relación entre creencias conspirativas y actitudes populistas en España), publicado recientemente en acceso abierto en la revista Electoral Studies.

Detrás de la investigación están Carolina Galais, investigadora en el Departamento de Ciencias Políticas y de la Administración de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), y Marc Guinjoan, profesor agregado e investigador de los Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta Catalunya (UOC).

«En nuestro artículo argumentamos y probamos empíricamente mediante diferentes estrategias metodológicas –incluyendo un experimento– que las teorías de la conspiración explican cambios en las actitudes populistas», explican los responsables de la investigación. «La exposición a historias de tipo conspirativo aumenta la credulidad en las mismas, y esto, a su vez, potencia las actitudes de tipo populista, en especial el pensamiento maniqueo», señalan.

Para probar esta conexión, los investigadores encuestaron a un grupo de personas adultas sobre sus creencias conspirativas y sus percepciones políticas. Las respuestas apuntaron que hay una correlación y la gente que defiende teorías de la conspiración tiende a mantener actitudes populistas.

«La exposición a historias de tipo conspirativo aumenta la credulidad en las mismas, y esto, a su vez, potencia las actitudes de tipo populista»

También realizaron un experimento con participantes al azar a los que se expuso a una historia conspirativa relacionada con los atentados del 11S. Tras lanzarles la historia se les preguntó por su posición ante una serie de afirmaciones populistas: quienes habían estado expuestos a la historia estaban más de acuerdo que el grupo de control que se había quedado al margen.

Las raíces del populismo

A la hora de abordar las conexiones entre populismo y conspiraciones, existen dos visiones de la relación entre unas y otras.  Algunos expertos se muestran partidarios de no diferenciarlos de forma muy clara, porque consideran que son fenómenos muy parecidos y que parten de una misma mentalidad. Otros –como Guinjoan y Galais– sitúan en el origen y como motor de cambio uno de estos dos factores. Creen que las teorías de la conspiración impulsan el populismo.

«La exposición a teorías de la conspiración y la creencia en estas nos lleva a ver el mundo en blanco y negro»

Aunque esto, puntualizan los investigadores, no quiere decir que el fenómeno inverso no se produzca también y que las actitudes populistas puedan ser un factor que propicie la creencia en teorías de la conspiración. De hecho, hay evidencias que demuestran que el discurso de determinados partidos puede fomentar el desarrollo de estas ideas. «Ambas vías son factibles y pasan a la vez, para algunas personas funcionará en un sentido y para otras en otro. En nuestro artículo nos concentramos en demostrar la vía menos explorada, y es que la exposición a teorías de la conspiración fomenta el pensamiento populista», aseguran los autores.

Volviendo a los resultados específicos de la investigación, los expertos han detectado que el maniqueísmo es la dimensión del populismo que se ve más afectada por la exposición a teorías conspirativas.  Esa percepción de una sociedad dividida entre buenos y malos, entre quienes tienen razón y quienes están equivocados, encaja, apuntan los investigadores, con las teorías de la conspiración, en las que siempre hay una trama global que esconde la verdad sobre determinadas situaciones.

Esto es destacable, añaden, porque maniqueísmo está, probablemente, detrás de otros fenómenos preocupantes de las últimas décadas, como el aumento de la polarización, y el apoyo a partidos populistas e incluso antisistema.

Con todo, no todas las dimensiones del populismo se ven reforzadas por las teorías de la conspiración.  No ocurre con el antielitismo –que consiste en el rechazo a los individuos e instituciones que detentan el poder– ni con el pueblo-centrismo –basado en la idea de que la soberanía popular es el valor democrático supremo y que el pueblo es quien debe ostentar el poder–. «Aunque había razones para esperar que las actitudes conspirativas incidieran también en estas dos dimensiones, los datos nos revelan que, por lo menos en el caso de España, no es así», señalan Guinjoan y Galais.

Y, más allá de comprender por qué funcionan, el estudio también ayuda a entender los retos que pueden complicar la agenda política en el futuro. «La exposición a teorías de la conspiración y la creencia en estas nos lleva a ver el mundo en blanco y negro, como una lucha entre buenos y malos», concluyen los investigadores. «Desde este punto de vista, cualquier coalición, acuerdo o compromiso entre actores o partidos políticos se tomará como alta traición, y cualquier cesión ante los adversarios causará indignación y desencanto», indican.

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