Cultura

La naturaleza y la belleza en la poesía china

Estrechamente vinculados a la naturaleza, los versos creados en el país proponen un cuidado consciente del medio ambiente y de la imitación humana del orden natural, al que lejos de pretender modificar intentan equiparar.

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30
diciembre
2022
Página digitalizada de la obra ‘Shi Zhu Zhai’ (1644).

«Durmiendo en primavera no se advierte la aurora. / En el lugar dulce se oyen cantos de pájaros. / Llega la noche, hay sonidos de viento y lluvia. / Cayeron flores, quién sabe cuántas.»

Los versos del poeta Meng Hao-ren representan a la perfección la manera en que el arte se concibe en China desde tiempos remotos. La nación oriental es diversa en sus paisajes: desde los desiertos a las fértiles llanuras y desde las montañas y los ríos hasta el vasto océano. A estos fascinantes requiebros del paisaje se une una tupida flora y una fauna que han espoleado la imaginación de sus habitantes. Es, en parte, la musa del arte autóctono. En China, la naturaleza es, por tradición, fuente de belleza, armonía y perfección, tres de los elementos que caracterizan el temperamento modélico del ciudadano virtuoso.

El arte en China ha tenido dos líneas de expresión que han sobresalido a lo largo de los siglos: la pintura y la poesía. Como es habitual en las culturas orientales, religión, filosofía, ciencia y arte están estrechamente interconectadas, formando una manera de comprender el mundo capaz de tejer conformidad desde la diferencia, uno de los grandes conflictos del entendimiento occidental. La poesía china ha sido, de hecho, un claro ejemplo de refinamiento y propaganda, de respeto por la naturaleza y defensa del bien común (y, además, de libertad creativa y censura incesante).

Naturaleza y origen

Como sucede en las demás culturas, se desconoce a ciencia cierta cuál fue el origen de la poesía en China. Según la tesis más defendida por los antropólogos, esta debió surgir por la necesidad de nuestra especie por contar y escuchar relatos. Cabe pensar en la manida imagen de la tribu, la hoguera y el contador de historias, así como en las tejedoras y la voz que canta e hilvana, que narra y trenza palabras con sus labios al igual que sus dedos lo hacen con el hilo. Muy probablemente, en la vieja China existían fabuladores y narradoras que, a merced de los caminos y del afable clima en las aldeas, intercambiaban pareceres, sucesos y relatos. Estos darían lugar a unas primeras y difusas creaciones, la mitología, donde un latente animismo seguía nutriendo la religión ancestral de espíritus y dioses-dragones. La naturaleza representaba la perfección, mientras que el ser humano contaba, en cambio, con un papel más rudimentario: el de ser las pulgas que poblaban la piel de Pangu, el ser que según la mitología creó el mundo tal y como lo conocemos. La cosmología ancestral siguió construyendo una mitología donde se cantaba a un tiempo pasado en que los seres humanos convivían en armonía con los elementos y con cuanto crecía, habitaba y se disponía en las cuatro esquinas del orbe.

Ante los ojos de los artistas chinos, la actividad humana se revelaba constantemente estúpida, incapaz de superar la barbarie fruto de sus actos

El territorio que hoy forma parte de China estuvo dividido por múltiples pueblos, Estados y culturas en constante rivalidad. Por un lado, es posible encontrar periodos de unificación, como las dinastías Han o Yuan, pero también existieron épocas –igualmente frecuentes– de división y enfrentamiento regional. A diferencia de la naturaleza, hermosa, equilibrada e inmutable ante los ojos de los artistas chinos, la actividad humana se revelaba constantemente estúpida, incapaz de superar la barbarie fruto de sus actos y brutalmente depredadora tanto del entorno natural como de sus semejantes.

Pero la poesía china no sería lo que hoy es si no fuera por los más de dos siglos de tragedia que ocurrieron durante el llamado Periodo de los Reinos Combatientes (entre los siglos IV y II a.C.). La sociedad estaba polarizada entre el medio rural, extremadamente pobre y sometido al habitual analfabetismo, y unas urbes donde proliferaba un esquema feudal inamovible: la nobleza y la plebe, formada por trabajadores y comerciantes que, en muchas ocasiones, residían en las zonas no amuralladas de la ciudad, donde se aglutinaban las zonas más aristocráticas. Alrededor de la nobleza se creó el contexto perfecto para la proliferación de una poesía que cantaba las perfecciones de la naturaleza y de una serie de instructores, muchos de ellos altos funcionarios, como fue el caso de Confucio. La guerra obligó a los instructores a buscar nuevos señores que los acogiesen a cambio de su saber (o, si no había suerte, a vagar por los caminos enseñando). El confucianismo –un sistema de normas rituales que determinaba cómo debía actuar una persona para estar en armonía con la ley del Cielo– trató de inculcar el respeto por el orden natural y la armonía de sus mecanismos en la estructura de la sociedad y del Estado chino ideales, añadiendo, como complemento humano a las virtudes a imitar del ecosistema, la piedad filial. Hoy en día sigue siendo una doctrina de éxito entre la población y el Gobierno del país.

Pero ya antes de las enseñanzas de Confucio se propagó el taoísmo de Lao Tsé mediante el Tao Te King. En este sistema filosófico, el tao (en castellano «camino» o «sendero») está directamente vinculado con un orden natural que tiende a mantener este equilibrio desde la tensión de dos tendencias o energías, el yin y el yang, que son dualidad ante los torpes ojos humanos. De esta manera, los chinos explicaron la multiplicidad del mundo, los orígenes del mal y de los excesos, las desgracias y calamidades naturales, al mismo tiempo que preservaron la naturaleza y el vacío, entendido como una potencia de la que emanan «los diez mil seres» (es decir, todo lo existente). Siglos después llegaría el budismo, que se haría especialmente popular en los círculos artísticos.

Arte, pintura y poesía

El ser humano forma parte indudable de la naturaleza desde las perspectivas más influyentes de la cultura y el pensamiento tradicionales chinos. Y esta tiende a un equilibrio perfecto que los humanos, en su idiocia y en su desconocimiento de la verdad, quiebran con violencia. Esta visión no sólo se perpetuó en las religiones habituales del país, como el taoísmo o el budismo: también definió la forma de aspirar a hacer política, a fomentar la educación, al desarrollo de la ciencia y, por supuesto, al refinamiento del arte.

La naturaleza tiende a un equilibrio perfecto que los humanos, en su idiocia y su desconocimiento de la verdad, quebrarían con violencia

A partir de la dinastía Han, que impulsó un confucianismo sólido, la pintura y la poesía se protegen desde la posición imperial, la educación se hace pública y surgen las escuelas imperiales, donde se formará a las mentes más diestras para diversos fines. Este mayor acceso a la educación básica, compuesta del dominio del lenguaje, la mitología y la doctrina confuciana, entre otros elementos considerados «armoniosos», multiplicará la proliferación de pintores y poetas, quienes lograrán formar un todo que elevarán a la cultura china en ejemplo de civilización. En contra del precepto occidental, ni la pintura ni la poesía persiguen imitar a la naturaleza; se apoyan en la búsqueda del detalle oculto, de la esencia prometida por las creencias religiosas y filosóficas. El poeta chino debía utilizar la palabra como un pincel que traspasase el velo de los sentidos para aspirar a representar una verdad universal. No obstante, la poesía pronto quedó relegada detrás de la pintura, a la que se consideró la expresión más sublime.

Las dos disciplinas fueron estudiadas e impulsadas desde el aval de la nobleza y las diversas instituciones artísticas, aunque la creación de diversos cánones dio lugar a la creatividad de poetas en los márgenes académicos. Para el pueblo chino, el arte es una vía de conocimiento, una forma de alcanzar la verdad última del entorno natural. Un ejemplo muy conocido de combinación de pintura y poesía es la obra Poeta en una montaña, de Shen Chou, un artista del siglo XVI. En el caso particular de la poesía, la armonía y el reflejo de un movimiento que quebrase la imagen estática fue una de las obsesiones en su desarrollo. La brevedad y la concisión en la palabra, alejada casi siempre del símbolo indescifrable, se convirtieron en un referente que traspasó las fronteras de la nación hasta el punto de popularizarse en uno de los países más receptores de cuantos movimientos, ideas y sucesos ocurrían en el continente: Japón (en la forma del famoso haiku).

Desde su origen, la poesía china fue una máquina de proponer preguntas a las respuestas visibles de cada periodo, convirtiéndose en una mirada que implicaría también las circunstancias sociales. Ya en el Shijing, el Libro de las odas y la más antigua obra poética china conservada, datada en el siglo VIII a.C., se canta la dura vida campesina y las asperezas del orden social feudal. No obstante, a partir de la eclosión educativa y organizativa ocurrida bajo la dinastía Han, las escuelas poéticas proliferaron y se dividieron en dos tendencias, la realista (que ahondaba en la realidad natural, incluida la condición social del ser humano) y la idealista. 

Para el pueblo chino, el arte es una vía de conocimiento, una forma de alcanzar la verdad última del entorno natural

No todos los poetas sirvieron en la corte ni bajo el amparo de mecenazgo. Algunos fueron monjes budistas o se apartaron ascéticamente del mundo civilizado, mientras que otros escribieron en la clandestinidad. La poesía china alcanzaría su esplendor  entre los siglos VII y X, durante la dinastía Tang. Famosa fue la tríada de autores Wang Wei, Tu Fu y Li Po, muy diferentes entre ellos: monjes, filósofos y eruditos, amigos y adversarios a un tiempo, cultivaron el idealismo y el realismo desde sus propias creencias, sembrando el camino a autores posteriores como el poeta satírico Bai Juyi o la escritora Li Quigzhao. A partir de la Edad Moderna china, que se cuenta desde el siglo XIII, la poesía fue perdiendo paulatina importancia. La caída de la dinastía Song y la invasión mongola propiciaron el teatro y la prosa.

En el siglo XX sería destacado Zhou Shuren, considerado el padre de la literatura moderna china por su apoyo al movimiento socialista. Tras la revolución cultural, al fin y al cabo, la poesía china se ciñe fundamentalmente alrededor de los ideales del partido comunista y su crítica al capitalismo y la burguesía.

La lección ecológica de la poesía china

La poesía china ofrece una singular mirada sobre la naturaleza. No diferencia tanto la posición del hombre como figura capaz de obrar en los ecosistemas sino como miembro de ellos. La poesía china invita al respeto al medio ambiente, al que considera una fuente de vida y un paisaje colmado de misterio, donde se encuentran una serie de verdades ocultas que nos explican y nos invitan a la investigación científica y artística. En ese sentido, la dinámica social humana forma parte indiscutible del orden natural, que se traduce en su bienestar.

Además, la pintura, como compañera de la poesía, aún se adentra más en esta investigación sin final. Es el entorno vivo y palpitante el que nos mira y protege, no al revés. Cuidar del entorno se convierte, para el poeta chino tradicional, en un fin que trasciende la ética: sólo parece existir una vía para obrar, y es el respeto universal por el resto de seres vivos que nos acompañan en nuestra existencia.

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