Siglo XXI

Diez buenas noticias para acabar el año

El uso de combustibles alternativos frente a las restricciones del gas ruso, la adaptación de los arrecifes ante la subida de las temperaturas de los océanos o el Tratado Global del Plástico son algunas informaciones de interés (positivas) que nos deja este 2022.

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30
diciembre
2022

Ha vuelto a suceder. Parece que fue ayer cuando sonaban las campanadas de inauguración y ya nos estamos despidiendo de 2022. Como los años anteriores, cuando comenzó depositamos muchas esperanzas en él, y aunque no todo ha salido como nos gustaría, hay algunos acontecimientos dignos de destacar por su impacto positivo.

El gran suceso (mejor dicho, la gran decisión) que ha marcado este año no ha sido otra que la guerra de Ucrania. Evidentemente, las personas muertas y heridas en la contienda, y las que se han visto obligadas a refugiarse en otros países, se alzan como la principal secuela y la más detestable consecuencia. Pero el conflicto ha puesto también en evidencia la dependencia energética y las consecuencias de la globalización.

Rusia lleva años convertido en el gran exportador de gas a Europa. Las sanciones internacionales impuestas a Moscú por iniciar la guerra se han enfocado en reducir esta dependencia del gas y el petróleo rusos y, por tanto, ha habido que optar por otros proveedores energéticos. Aunque en un principio la desvinculación con el gigante del este supuso un alza de los precios de la energía, después Europa elaboró un plan para mitigarlo, y ese se ha centrado en usar combustibles alternativos, incentivar la reducción del consumo y reducir los niveles de calefacción. Esto se traduce directamente en una bajada de las emisiones de CO2, por lo que, al menos en este sentido, el planeta se toma un respiro.

En la COP27 se acordó un sistema de financiación que ayudaría a los países con más tasas de pobreza (que, además, son los menos contaminantes) a recuperarse de los efectos del cambio climática

Pero 2022 nos ha dejado algunas otras noticias luminosas para la Tierra. Desde ahora hasta el año 2050, la Unión Europea se ha propuesto el objetivo de tener una economía con cero emisiones netas de gases de efecto invernadero. Para lograrlo ha trazado una hoja de ruta en la que las energías limpias como el hidrógeno verde, el biogás, las placas solares o los aerogeneradores cobran relevancia.

La medida se implanta a nivel europeo, pero este año también se han adquiridos compromisos globales: las naciones que participaron en la conferencia mundial sobre el clima (la COP27) el pasado mes de noviembre acordaron un sistema de financiación que ayudaría a los países con más tasas de pobreza (que, además, son los menos contaminantes) a recuperarse de los efectos del cambio climático.

Y si de previsiones sostenibles se trata, aún hay más. En Estados Unidos, la Ley de Reducción de la Inflación (IRA) firmada en agosto supuso un avance a nivel mundial. La IRA estableció la inversión de casi 370.000 millones de euros en proyectos de energía limpia y la inversión en incentivos para tecnologías de eficiencia energética. En ocho años, más del 80% de la energía del país podría proceder de fuentes limpias, como la solar o la eólica.

En ocho años, más del 80% de la energía del país podría proceder de fuentes limpias, como la solar o la eólica

Otra noticia espléndida viene de la propia naturaleza. Quizá es la más esperanzadora de todas: según una investigación publicada en marzo, en los arrecifes de coral tropicales de Hawái, dos especies comunes de coral pudieron vivir con éxito en temperaturas oceánicas más cálidas. Una adaptación que ofrece la esperanza de que los arrecifes puedan evitar la mortalidad masiva que sufren durante las olas de calor. Estas comunidades subacuáticas tienen un valor incalculable en los ecosistemas marinos porque protegen las costas contra la erosión y  sirven como hábitat para el 25% de especies que viven en este medio.

En otro punto del planeta, Reino Unido, también hemos visto un poco de luz. El movimiento de rewilding (o retorno a lo salvaje) se está popularizando y está logrando la recuperación de especies vegetales y animales perdidas. Y es que eso es lo que persiguen las organizaciones embarcadas en este objetivo: reconectar a la gente con la naturaleza y paliar los efectos de la ingente pérdida de fauna y flora.

En Francia no habrá vuelos de distancias cortas siempre que haya una línea de tren eficiente que pueda conectar esos puntos

Su vecino del sur también trae novedades verdes. La Agencia Francesa para la Transición Ecológica determinó este verano que, a partir del próximo año, todas las prendas de vestir que se vendan en el país deberán llevar una etiqueta con información sobre el impacto climático exacto que ha tenido la fabricación de esa ropa. Estos datos abarcarán desde dónde se han cultivado sus materias primas hasta la distancia que han recorrido para terminar en la tienda. Además, Francia también ha determinado recientemente que todos los aparcamientos de gran tamaño (con capacidad y espacio para más de 80 vehículos), especialmente los situados en supermercados y centros comerciales, tendrán que instalar paneles solares.

Pero eso no es todo: recientemente hemos conocido que en Francia no habrá vuelos de distancias cortas siempre que haya una línea de tren eficiente que pueda conectar esos puntos; es decir, que en el trayecto se tarde 2,5 horas o menos. Se trata de una medida controvertida para reducir las emisiones del país que aún tiene que ser revisada por el Consejo de Estado, aunque el ministro de Transporte francés, Clément Beaune, ha dicho que se implantará lo antes posible.

Otra información de calado que nos deja este 2022 se centra en mitigar los efectos de la superproducción de plástico, no solo por su contaminación, sino también por su despliegue en zonas donde las personas están expuestas a ellos de forma prolongada. A mediados de este año se acordó la creación del Tratado Global del Plástico bajo la normativa de Human Rights Watch, un documento que pretende que en 2024 se cubra todo el ciclo de vida de ese material y se combata la contaminación. Y también, de paso, recuperar un poco de justicia: que los países más ricos dejen de transportar sus desechos a aquellos con menos responsabilidad medioambiental.

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