Sociedad

¿Tiene pensamiento propio aquel que no desconfía de su propio pensamiento?

El escepticismo, al igual que la humildad, es una herramienta fundamental: nos ayuda a dudar para comprender de la forma más precisa posible el mundo que nos rodea.

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16
noviembre
2022

Decía Sócrates, el sabio ático, que «sólo sé que no sé nada». Y esa parece ser la forma primordial de saber (o la base sobre la que todo pensamiento interesante ha de obtenerse): percatarse de que no somos sabios. Es desde el escepticismo y la humildad desde donde ha de buscarse el conocimiento. El término «humildad» viene de humus, que significa tierra. El humilde es así, por decirlo de alguna manera, aquel que tiene los pies bien plantados sobre la tierra. No debemos olvidar que Sócrates fue el más humilde de sus congéneres y, según el oráculo de Delfos, también el más sabio de los atenienses (precisamente por esa célebre cita: porque era consciente de su ignorancia). Aquel que no duda de su sabiduría, generalmente, es aquel cuya mente está poblada de prejuicios y dogmas colectivos (así como aquel cuya mente ha sido programada con mayor eficiencia por el cuerpo social). A su vez, solo desde el escepticismo hemos de hallar verdades. Si uno cree que ya conoce las realidades del mundo, ¿para qué buscar?

El escepticismo, comprendido en la antigua Grecia como «la doctrina que duda de la verdad de las cosas», ha operado como herramienta y base de la filosofía en distintos momentos críticos de su historia. Si Sócrates representa uno de ellos, Descartes encarna otro momento histórico en que el escepticismo y la falta de confianza en la tradición y en las «verdades» bien establecidas sirven de acicate a la hora de ejercer la filosofía. De este modo, Descartes establece que uno ha de confiar tan solo en la facultad de la razón, al tiempo que todo conocimiento debe sustentarse sobre la base de la evidencia; es decir, sobre aquella verdad identificable por sí misma. Skeptikós era, en la Grecia que dio a la luz la filosofía occidental, un término que significaba «el que examina» (y no solo el que duda). Escéptico es, también, el que sabe mirar. 

No en vano, Marx, Nietzsche y Freud fueron llamados por el filósofo Paul Ricoeur los «filósofos de la sospecha». Y ya se sabe, solo sospecha aquel que no acaba de creer algo, aquel que se muestra escéptico con respecto a la verdad establecida. Es por ello que el escepticismo es una herramienta fundamental para cualquier ciudadano que aspire a comprender lo que le rodea: en un mundo en el que el marketing y la propaganda juegan un papel tan decisivo –y donde la seducción de masas es el gran objetivo de innumerables corporaciones–, el escepticismo resulta aún más decisivo si queremos protegernos de tan poderosos y omnipresentes embauques.

Solo sospecha aquel que no acaba de creer algo, aquel que se muestra escéptico con respecto a la verdad establecida

Pero el pensamiento crítico no solo ha de defenderse hoy de los referidos cantos de sirena comerciales, sino que es también la ideología –en muchos casos política– la que interfiere con un correcto modo de interpretar el mundo. Hace no mucho, por ejemplo, una presentadora de televisión llamaba «suicidio ampliado» al premeditado asesinato de una niña de seis años a manos de su madre: el crimen cometido no parecía encajar dentro de algunas de las ideas feministas más mediáticas.

La mejor manera de comprobar nuestra coherencia, por tanto, consiste en contar con un sistema de pensamiento bien articulado; uno en el cual las contradicciones e incoherencias brillen por su ausencia. Así pues, el escepticismo (como arma de autodefensa) y la coherencia (como prueba de un pensamiento independiente) resultan esenciales si aspiramos a entender la realidad desde una perspectiva propia; es decir, como una interpretación purificada de intereses e inclinaciones ajenas. En una sociedad cada vez más tecnológica, la necesidad de este tipo de medidas, comprobadas y utilizadas por la filosofía desde hace siglos, se hace cada vez más acuciante si queremos ser sujetos autónomos. Si el escepticismo fue a lo largo de los siglos una actitud particularmente importante a la hora de pensar por uno mismo, hoy dicha estrategia cobra una significación particularmente relevante para todos nosotros.

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